Etiqueta: sueños

  • Manual práctico para dinosaurios antediluvianos sobre tribus urbanas modernas

    Manual práctico para dinosaurios antediluvianos sobre tribus urbanas modernas

    La indomita vida de un Cottagecore en territorio rural.

    – Hola amiguis, como veis, esto es el campo. Mirad qué lindo paisaje…

    – ¿Irene? ¿Ya estás otra vez con ese cacharro en la mano?

    – ¡Ya voy, ma! ¡Uy!, la llamada de la líder de la manada… seguimos en directo. Como veis, cruzando la cosecha de lechugas…

    – Sí, claro… como que tienes callos en esa mano. ¿No será del dedo gordo de tocar el móvil todo el día?

    – ¡Coño, má! ¡Me fastidias el directo! Vosotros ni caso, ¿veis? Alimentación natural, recién salida de la tierra.

    – ¡Irene, cuidado!

    – …La vida ideal de Cottagecore, outfit de trabajo…

    – ¡Irene…!

    – ¡Coño, ma! ¿Que no entiendes que estoy en Live-streaming?

    La jovencita cae estrepitosamente en una zanja recién excavada. Sale escupiendo tierra y sacudiéndose el cuerpo.

    – Irene, es la tercera vez este mes que te caes en una zanja. ¿Y el directo, eh?


    Glosario exprés para gente vetusta

    Broh (que a veces suelta Irene a su padre en otros capítulos) → De “bro” en inglés, hermano/colega.

    Cottagecore → Estética romántica que idealiza la vida rural: flores, huertos, encaje, té, libros y paz bucólica.

    Outfit → Conjunto de ropa que se lleva puesto, normalmente pensado para mostrar en redes.

    Live-streaming → Transmisión en directo por internet, ya sea en TikTok, Instagram, Twitch, etc.

    Amiguis → Forma tierna o irónica de llamar a los amigos en lenguaje juvenil.

    Manada → Aquí usado como metáfora de grupo de amigas, referencia frecuente en redes.

    Gorillaz – On Melancholy Hill

    Irene se gira a la cámara, sonríe con tierra en los dientes y lanza la pregunta final:

    – Bueno brohs, ¿vosotros entendéis las tribus modernas como la mía, o ya os habéis perdido entre zanjas y lechugas?

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  • Serenata nocturna

    Serenata nocturna

    “Esta noche, mirando al firmamento, la vi pasar.
    Su senda triste, su mirada entrecerrada, un brillo de espera en su delicadeza.
    La vi pasar a mi vera, y quise verla entera.”

    Dover – Serenade

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  • La última palabra

    La última palabra

    Episodio II: El sueño del huérfano

    Ocurrió en un callejón a últimos de marzo. Entre contenedores, una perra y sus tres cachorros se guarecían del viento.

    Él siempre tenía el mismo sueño: caminaba erguido, hablaba con palabras extrañas, tenía un hijo al que amaba. Al despertar, seguía siendo un cachorro famélico, pero aquel recuerdo lo llenaba de nostalgia.

    Pasaban los días entre juegos y hambre. Comían lo que encontraban en los cubos, y por las noches se acurrucaban unos contra otros. El frío era un enemigo más.

    Una madrugada la madre desapareció y no volvió. El hermano enfermó de tristeza y murió al poco. La hermana se fugó con un vagabundo. Él se quedó solo, esperando el verano.

    Hasta que lo vio. Un niño que pasaba cada tarde, con la sonrisa abierta. El cachorro, feliz, movía la cola y lo saludaba. El niño empezó a dejarle trozos de pan. Y al fin, una tarde, suplicó en casa:

    —Mamá, por favor, es tan bonito.
    —No, hijo, crecerá demasiado.


    —Te harás cargo tú de él.

    Quién podría negarle un perro a un huérfano.

    Y así el cachorro encontró un hogar. Así el sueño que lo visitaba cada noche se hizo realidad: el niño con el que soñaba se convirtió en familia.

    Explosions In The Sky – Your Hand In Mine

    En cada historia, un alma perdida —sea perro, niño o mendigo— revela que incluso en la penumbra de un callejón puede brotar un sueño.

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  • La última palabra

    La última palabra

    Episodio I – Sentencia en el callejón

    —¿Cómo ocurrió?
    —Pero usted ya lo sabe.
    —Sí, quiero escucharlo. A veces las palabras son otro tipo de verdad.
    —Bien, se lo explicaré.

    Llevábamos tiempo siguiéndolo. Salía de la joyería y siempre acababa tomando un atajo por el callejón. Allí lo esperábamos esa noche.

    Yo llevaba la navaja. Los otros, armas falsas: una pistola de juguete y un cuchillo de cocina. Él se percató de nuestra presencia y aceleró el paso. Yo lo llamé:
    —Eh, colega.

    No respondió. Caminaba cada vez más rápido. Por un momento pensé en abandonar, pero recordé mis deudas. Apreté el paso, lo alcancé y lo empujé. Me miró de frente:

    —No sé lo que pretendes. Soy un trabajador. No gano mucho y no voy a ceder ante matones.

    Trabajador, decía. El dueño de la joyería, explotador de los suyos, traficante de piezas robadas. Aquel miserable nos lo debía.

    Intenté arrebatarle la bolsa. Retrocedió y dijo:
    —Chaval, te estás equivocando.

    Los otros lo rodearon. Yo saqué la navaja. Entonces él abrió la chaqueta y vi el revólver. Mis compañeros huyeron al instante. Yo me quedé paralizado. Hice un movimiento torpe. Un gesto extraño bajo su americana negra. El disparo tronó.

    —Por eso estás aquí, ¿verdad?
    —Sí.
    —¿Tenías deudas?
    —Sí.
    —¿Y por eso atracaste a ese hombre?
    —Sí.

    —¿Qué deudas eran?
    —Debía dinero a quienes me trajeron del otro lado. Los que me hicieron cruzar el estrecho.

    —¿Cómo esperaban que las pagaras?
    —Al principio vendiendo baratijas y algo mas… a turistas. Después, me pusieron en la puerta de un colegio. No quise hacerlo.

    —¿Te obligaron?
    —No. Pero me dieron un plazo. Mi familia como aval. No quiero ni pensar qué les habrán hecho.

    —Has tenido una vida dura, pero tus actos te condenan. No irás al paraíso. Te propongo un pacto. Un pequeño castigo.
    —¿Cuál será?
    —Nacer de nuevo.

    Bohren & Der Club Of Gore – Prowler

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  • Carta 17: La casa del árbol y los nombres prohibidos

    Carta 17: La casa del árbol y los nombres prohibidos

    Querido diario:

    En esta ocasión el sueño me llevó a una gran casa árbol. Colgaba de un sauce llorón como una campana inmensa. En una de sus terrazas tomaban té de recuerdos. Mi amiga del traje verde, cuyo nombre aún no sabía, había quedado en presentarme a sus amigos.

    En ese mismo instante llegó un hombre alto, vestido de azul marino y armado con una gran lanza perlada. Su sombrero de ala ancha le tapaba los ojos. Nosotros hablábamos con una pareja, él y ella, idénticos como dos gotas cayendo al océano. Se hacían llamar Wilson, y narraban juntos sus hazañas en el mundo onírico.

    —Este es Don, es el más viejo de nosotros. Aprendimos de él, aunque no sea mucho de contarlo.

    Se sentó en una de las sillas de mimbre, invocó una taza con un gesto de la mano y se sirvió de la tetera de la que todos habíamos bebido.

    —¿Y estos dos son gemelos? ¿O en verdad son una sola persona? Debe de ser complicado sincronizarse para dormir.
    —Más difícil todavía: son pareja.
    —Pero… se parecen tanto…
    —No deja de ser un disfraz.
    —Es un homenaje a unos personajes de dibujos coreanos —dijo la Wilson mujer.
    —¿Podéis transformaros? ¿Rostro y cuerpo?
    —¿Tú no lo haces? —preguntó la anfitriona.
    —¿Yo? No sé hacerlo. Bueno… no se me había ocurrido…
    —¿De verdad? Interesante —observó Wilson mujer—. Estás muy bueno.

    Enseguida noté el rubor en mis mejillas. Wilson hombre miró de reojo a su pareja y soltó una carcajada nerviosa.

    —Me parece que ha llegado la invitada que faltaba.

    De una rama se descolgó, se balanceó en una pirueta imposible y cayó de pie. Katty, la chica gato. Vestía poco, casi nada. Si lograbas apartar la vista de su cuerpo, descubrías sus orejas felinas y sus garras negras. Sonrió y me dijo:

    —Prrrrrrr.
    —¿Nos conocemos, no?
    —No sé… creo que coincidimos alguna vez… en tus sueños.
    —Bueno, ya estamos todos —dijo mi amiga—. Ahora haré la presentación oficial. Este es… Bueno, tienes que ponerte un nombre.
    —Me puedo llamar Oniros.

    Todos protestaron. Ella me dijo, sonriendo:

    —Esos nombres están vetados. Además, ya hay un DeOniros por ahí, aunque no se entere de mucho: anda escribiendo historias absurdas de sus sueños. Y Morfeo no es un nombre de persona, es un sitio. Anda, sé original.
    —Debería llamarme Olvido.
    —Eso es de chicas —dijo Wilson hombre.
    —A mí me parece sexy —dijo Katty, la gata.
    —¿Por qué Olvido?
    —Cuando empecé a caminar en sueños, lo hice para olvidar mis pesadillas.
    —Buen nombre, entonces —me dijo, acariciándome con sus ojos verdes.
    —Ahora faltas tú. No sé tu nombre.
    —Ya te lo dije una vez.

    Fever Ray – When I Grow Up

    Todos los pasos del viaje quedan grabados en estas páginas.
    Aquí encontrarás cada carta, cada encuentro y cada sombra de la saga “Diarios de un soñador lúcido”

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  • Crimson Deluxe tricromatico

    Crimson Deluxe tricromatico

    (Mostrador de papelería. El Cliente entra. El Dependiente sonríe con solemnidad exagerada.)

    Cliente:
    —Hola, buenos días, ¿tienen esto?

    Dependiente:
    —Hola, buenos días, señor. ¿A ver? Sí, nosotros tenemos el Crimson Deluxe tricromático.

    Cliente:
    —Ah, pues bien, deme uno.

    Dependiente:
    —¿Desea el modelo Rojo Pasión Suprema, Rojo Ejecutivo Fúnebre o Rojo Revolución de Bolsillo?

    Cliente:
    —Pues no sé, déjeme el último que dijo.

    Dependiente:
    —Excelente elección, señor. ¿Desea usted alguna otra cosa? Tenemos el paquete de 500 unidades de Aurora Inmaculata de oferta.

    Cliente:
    —No, con esto tengo, ¿cuánto es?

    Dependiente:
    —32,99 €. ¿En metálico o con tarjeta?

    Cliente (escandalizado):
    —¿Treinta y tres euros? ¿Qué tiene, oro?

    Dependiente (con solemnidad):
    —Caballero, la precisión, la duración y el diseño avalan el coste de nuestro Crimson Deluxe tricromático.

    Cliente:
    —Pero si compro uno de estos en el chino…

    Dependiente:
    —Señor, no existen Crimson Deluxe tricromáticos en el chino. De hecho, pocos son los sitios elegidos para vender semejante maravilla.

    Cliente:
    —Esta maravilla es un puto bolígrafo rojo, y me quieres cobrar 33 € por él.

    Dependiente:
    —No es solo un bolígrafo rojo, es el arte de escribir. Con él acariciará una lámina de Aurora Inmaculata acariciando la piel de las letras al nacer de su mano. Venga, sosténgalo, verá cómo se siente con él.

    Cliente (probándolo):
    —Sí, sí, muy suave, pero yo no pago…

    Dependiente (señalando discretamente):
    —Acérquese, ¿ve esa señora de allá?

    Cliente:
    —Sí.

    Dependiente:
    —Desde que le vio con el Crimson Deluxe tricromático en la mano, lo mira como si quisiera que le invitase a cenar… y la cena fuera usted.

    Cliente (decidido):
    —Deme cuatro.

    Dependiente:
    —Vale, no se olvide de suscribirse y comentar en nuestro Instagram. Por favor, comente bonito que tengo hijos.

    (Oscuro. Se oye un aplauso solitario que tarda demasiado en terminar.)

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  • Guardando un secreto

    Guardando un secreto

    No creía que fuera posible. Tanto andar por la calle fingiendo… para mí no era cierto. Al tercer desengaño, cambié mi mundo. Ya no habrá playas de manos al rumor de las olas, miradas fugaces, aleteos de mariposas. No serán importantes; siempre pincha la rosa. ¿Y la soledad? Tampoco está mal ser sueño que olvidas.

    Repetir mi mantra, agrietando latidos, humedad, huellas de mar cubiertas de frío. Con esa luna tan sola que exhala misterio. Y yo, mirando al vacío, encontré tus ojos. Te vi tan sucia y sedienta que mi reflejo clamó perdón por irse lejos.

    Pequeña, asustada, guardando un secreto: el de la llave de mi hogar, que te abrí sin quererlo; el de la mirada sin lágrimas, silencio sin engaños, rompiendo mi tiempo, mi melodía maldita, la libre manía de salir sin decirlo, que solo se vio preso cuando no era a tu lado.

    Ahora que son años, que tus pasos se agotan y los míos van cansados, pienso lo fácil que fue romper el hechizo. Pues, tras el nunca jamás de mis palabras, nunca imaginé que escucharía un ladrido.

    Florence & The Machine – Dog Days Are Over

    ¿Alguna vez alguien —o algo— apareció en tu vida y cambió tu manera de sentir sin que lo vieras venir?

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  • Noche sin rosas

    Noche sin rosas

    Él adoraba la noche y a sus habitantes. Se sentía muy cómodo inmerso en el flujo de tránsito, de ruidos y de excesos. Se creía estrella y brillaba por si hubiera que serlo. Esta noche salió a la calle y quiso que fuera cierto. Oro en la sonrisa, brillo en el pelo, tinta en el cuerpo. Ruido de motor quebrado en un coche nuevo. Sonido viejo filtrado en un destello y golpeado sin piedad por el timbal de lo obsceno. Así salió de casa, volvería acompañado de un deseo.

    El deseo se presentó en la barra, le sostuvo la mirada y le cogió de la mano. Él quiso invitarla, ella dijo que no necesitaba hacerlo. Él quiso bailarla, ella dijo que no perdiera el tiempo. Que para lo que quería no sobraba tiempo. Vamos, la suerte es tuya, abandonemos este infierno. Vamos a lo que queremos, sin artificios, solo sexo.

    El camino fue rápido, rugiendo. Se pararon en la puerta para exhibirse a los vecinos. Entraron, y no fingieron. No sonó una balada, no hubo rosas en la cama, ni última copa, ni siquiera hablaron. Simplemente se aparearon, hasta que las fuerzas fallaron y venció el sueño.

    En los primeros rayos de la mañana, ya no había glamour, brillantina, ni alarde de caza. Tan solo un hueco en su lado de la cama. Había una carta escrita deprisa manchada del carmín que nunca rozó su boca.

    Querido desconocido:

    Ayer no fui yo, solo mi sombra. Salí a cazar y tú eras mi presa. Y te portaste como lo que eras. Una liebre enseñando su pelaje nuevo, abatida de un disparo fuera de su agujero. Un pavo real, con cola abierta entre colores extraños. Músculos sobre piel con olor a rancio.

    No me malinterpretes, no lo pasé mal, aunque hubiera sido mejor si yo hubiera querido más. Pero no lo necesitaba. Ya estaba llena de lo que necesitaba de ti. Por eso me fui, lejos.

    No buscaba compañía, ni ternura, ni futuro a tu lado.
    Solo tu herencia, tu material genético.
    Tu semilla.
    Espero que haya prendido.
    Quizás en buenas manos hasta podría ser perfecta.Y aquí me despido.
    Hasta nunca, cretino.

    Portishead – Roads

    ¿Crees que hay encuentros que deben vivirse sin ataduras ni explicaciones?

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  • Lejos…muy lejos

    Lejos…muy lejos

    Querida Soledad:

    Me sigue resultando extraño que volvamos a depender de un medio de comunicación tan lento, casi arcaico, pero es lo único que tenemos. La promesa oficial es que todo cambiará pronto, que estamos viviendo el inicio de una nueva era y que vendrán sorpresas agradables para quienes no teman al trabajo duro y al sacrificio. Quizá sea cierto, pero a veces la vida aquí es tan distinta que parece que nos hubieran arrancado de la tierra para injertarnos en otro sueño. Y cuesta. Cuesta mucho adaptarse.

    Sin embargo, no todo es desolación. Esta soledad compartida nos une. La mayoría hemos dejado un mundo por perseguir una ilusión, y en ese abandono hemos encontrado una hermandad inesperada. Haces amigos que parecen familia, y los superiores nos tratan con una humanidad que sorprende en un contexto tan duro. Echo de menos a los míos, claro, pero siento que los vínculos que aquí se tejen no se rompen jamás.

    La comida es otra revelación. La naturaleza es exuberante, y nos obliga a reinventar el paladar. Algunos cazan, otros pescan criaturas que jamás soñamos. Yo aún no me atrevo a esas aventuras, pero recolecto frutos para la comunidad. Es un espectáculo ver la abundancia: árboles cargados de pulpas luminosas, semillas dulces que parecen hechas para ser compartidas. Nunca pensé que un lugar tan lejano pudiera alimentarnos con tanta generosidad.

    Hay mucho trabajo, eso sí. Los pequeños poblados se multiplican como semillas al viento, y cada cual intenta levantar su aldea y dotarla de comodidades mínimas: agua, refugio, calor, comunicación. Estamos inventando un mundo desde cero, ladrillo a ladrillo, palabra a palabra. Y entre todos nos sostenemos.

    Se buscan manos, siempre faltan manos. Pero en ese vacío está mi esperanza: dicen que pronto las familias de los colonos serán las primeras en llegar. Sueño con ese día en que pueda solicitar tu traslado, y entonces este paraíso dejará de ser un exilio para convertirse en hogar.

    Quiero que lo veas con tus propios ojos. Las puestas de sol aquí son un incendio líquido que tiñe las montañas de púrpura. Pero es en la noche, cuando las dos lunas levantan su resplandor gemelo y el cielo se abre como un océano profundo, cuando me siento más cerca de ti. Pienso en ese punto azul perdido en la distancia, donde sigues existiendo, respirando, esperándome.

    Hoy consigo enviarte un par de imágenes. Apenas nos dejan más: el flujo de datos es escaso y vigilado. Pero pronto, con la apertura del portal, nos dicen que todo cambiará. La distancia se volverá más corta. La espera, más leve.

    Te echo de menos en cada aurora y en cada silencio.
    Tuyo siempre,
    Abel

    Glasvegas – Please, Come Back Home

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  • Carta 16: El hilo verde que borda la brecha oscura

    Carta 16: El hilo verde que borda la brecha oscura

    Sueños y batallas contra las sombras

    Querido diario.


    Armado con el recuerdo del mejor bizcocho que hubiera hecho mi abuela, me dispuse a hacer una visita. Su puerta estaba marcada de verde, resplandor de su mirada. Quise asegurarme de estar presentable, así que, antes de entrar, conjuré de mi vida aquel traje de marca que usé en una boda.

    Traspasé la puerta y caí en una selva salvaje, digna réplica del Amazonas. El rumor del río y el aullar del saraguato componían la samba de la naturaleza. Una grieta oscura amenazaba con partir el radiante paisaje en dos.

    Sospechaba lo que ocurría, me lancé a adentrarme en ella. Llegué hasta la zona rota, donde las plantas enfermaban con la presencia de un resplandor oscuro. Quise abastecerme con la energía del terreno, fabricar algún arma de luz con la esencia de este sueño. Pero no estaba su dueño para permitírmelo; solo logré un pequeño tirachinas de cuero que disparaba destellos.

    Aun así, me adentré en el territorio oscuro. Manchándome los zapatos de humo y de alquitrán, llegué a una fisura humeante de donde salían espectros negros. Disparé a dos de ellos, haciéndolos convertirse en polvo que manchaba el terreno. Los demás advirtieron mis disparos y avanzaron rápido hacia mí.

    Me rodeaban ya una docena de engendros oscuros cuando la luz, en forma de diosa con vestido verde, saltó a mi rescate. Llevaba en la mano una especie de espada luminosa, al más puro estilo Jedi. Con ella desintegraba a las horribles criaturas. En poco tiempo había despachado a todas y empezaba a cerrar la brecha oscura también a espadazos, como si bordara el cielo con una centella.

    —Quise rescatar tu mundo y al final mi heroína fuiste tú.
    —Todavía te quedan trucos que aprender. ¿Viniste a devolverme el pastel?
    —Sí, algo así.
    —Y totalmente desarmado.
    —Bueno, pero me cargué a dos con…
    —Tienes que crearte un equipo con la materia de tus sueños.
    —Eso hice, me vestí para ir a verte.
    —Estarías muy guapo, pero ahora estás todo manchado. ¿A que cada vez que me ves tengo un traje parecido?
    —Sí, siempre vas de verde.
    —En verdad no.

    Dijo ella pasándose la mano por el lateral del vestido. Tras su gesto, la prenda cambió de color: morado, rojo, amarillo, hasta volverse negro mate como las criaturas que combatimos.

    —¿Y dónde puedo comprar algo así?
    —Aprenderás a hacerlos.

    Coil – Ostia

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