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  • Carta 9: El  sueño de un alma perdida.

    Carta 9: El sueño de un alma perdida.

    Querido diario
    Hoy me incorporé en la cama y me dispuse a desayunar. Pero el despertador, que tenía alas, salió volando apresurado. Quise poner los pies en el suelo… pero mi cama también flotaba en el aire. Entonces empecé a comprender.

    No es fácil empezar a tomar las riendas, pero ya tengo a Morfeo calado. Así que, suspirando un conjuro, hice aterrizar mi lecho sobre una nube y salí de él. Frente a mí apareció una puerta. Sabía que no era la salida al mundo real: conducía a otro sitio.

    Mi deber era cruzarla. Me adentré en la oscuridad que se derramaba al abrirla. Era un camino amarillento en un paisaje sombrío. Las nubes se retorcían de rabia y los relámpagos señalaban la soledad.
    Había una joven perdida que se asustó al verme.

    —No temas, solo quiero ayudarte —le dije al ver el miedo en su mirada.
    —Tenemos que huir —me dijo, y al instante me agarró de la mano.

    El terreno se volvió árido, el camino se retorcía. Las sombras ocultaban alimañas que nos perseguían. El sendero terminó de golpe, un afilado precipicio nos dijo que no había más.

    Tocaba enfrentarse a quien venía detrás.

    De una bolsa que no sabía que llevaba saqué una linterna. La miré y le hice una promesa:

    —Si me das el poder de este sueño, te prometo que te sacaré de aquí.
    —Esto no es una pesadilla —respondió ella.
    —Sí lo es, solo tienes que entender qué hay de verdad en ella.

    La linterna se encendió. Su luz disolvió la oscuridad. El cielo se volvió azul. Las nubes, blancas. La sombra que nos perseguía ya no era más que un anciano. Él recorría la senda, confuso. Era como un alma errante.

    —¿Qué haces aquí? —preguntó ella, con el corazón en vilo.
    —No lo sé… Solo acudí a tu llamada.
    —¿Por qué me persigues entonces?
    —No soy yo. Eres tú quien me ata. Mi camino no está aquí. Solo necesito que liberes mi alma.

    El viejo y la joven se fundieron en un abrazo.
    Y yo, que sé cuándo sobro, me fui a buscar otra puerta abierta. Camino a mi despertar.

    La sombra lo cubrió todo de nuevo, pero ya no había miedo.
    Solo quedaba el duelo.

    Alva Noto & Ryuichi Sakamoto – Aurora

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