
El fresco aire de primavera perfumaba la pradera, un eterno río de luz anaranjada adormilaba el día. Ella paseaba descalza, alegre e inconsciente mientras la oscuridad se adentraba sigilosa.
El camino era de piedra y se desdibujaba por los laterales, un espejo redondo, flotando cuál colibrí en busca de néctar le esperaba en el centro del sendero. Curiosa, se paró a admirar su bella figura, su resplandeciente reflejo se tornó gris. Ella sonrió a la imagen del espejo, pero sus sonrisas no eran idénticas, tras el cristal la joven dejaba entreabrir su boca dejando unos brillantes y afilados dientes.
Asustada, avanzo por la senda como una rápida gacela, siguiendo el retorcido recorrido de piedras que, cada vez, se volvían más frías, y que de manera irremediable le hizo adentrarse en un oscuro bosque de nudosos robles que sonreían maquiavélicos a su llegada.
Adentrándose en el bosque, donde ya no había casi rastro de piedras en el sendero, era más bien una acotación de cortezas de árbol muertos. El ambiente pesado y maloliente hacían adivinar la presencia de unas ciénagas. Fue cuando comprendió que tras ella había una figura desmañada, que como una sombra la perseguía de lejos.
Sus manchados pies se hundían en el barrizal del camino, tornado lenta y pesada la marcha. Su perseguidor, en cambio, torpe y desgarbado, aunque rápido, daba zancadas de varios metros para caerse al siguiente paso, remontando en segundos para dar otra zancada.
Sin aliento, se apoyó en un retorcido árbol para observar a su perseguidor acercarse. Siempre lo había sabido, ahora lo podía confirmar, su otro yo del espejo estaba parada, frente a ella, enseñando los relucientes y afilados dientes en una mueca parecida a una sonrisa.
Quería fundirse con el árbol, estar hecha de su corteza, pero lo más que podía hacer es apretar su espalda contra él. Una voz, en el fondo del tronco, le decía;
-No temas, solo tienes que despertar.
Pero su yo malvada se acercaba implacable.
-Solo tienes que despertar- Sonaba en el interior, esta vez de ella.
– Tienes que querer despertar — La voz se volvía muy aguda hasta transformarse en el sonido de un timbre.
– Riiiiiiing-
El fresco aire de la mañana, con la caricia del aroma de café, consiguió en su mente el efecto amnésico del despertar apresurado de salto de la cama con el reloj, regañando con su manecilla más larga el poco tiempo que le queda.
Caminando descalza por su habitación, se percató de que sus pies estaban llenos de barro y su memoria no ayudaba a alcanzar una respuesta.




