Etiqueta: narrativa simbólica

  • Hechizo al resplandor de la luna

    Hechizo al resplandor de la luna

    Playa nocturna con restos de una hoguera ritual junto al mar, envuelta en humo tenue bajo la luz de la luna. Una figura femenina difusa baila entre las brasas, con el océano de fondo y un ambiente místico, onírico y poético.

    La playa todavía huele a humo, ese que nos dio alegría en miradas cruzadas a través del ritual del calor y la fe errante. Fue allí donde se quemó el manuscrito conjurado y me dio de beber tristes versos de aire libre y arena salpicada de mar. Allí rozaste mi piel sin querer, y sin querer ardimos al son de la danza de la hoguera, de la purificación de la espuma, del sabor a sal de tus besos, escondidos entre llamas, allá donde girábamos sin saber dónde nos llevarían las estrellas.

    Con el sol, solo quedaron tus huellas.

    Con la luna brilló el recuerdo, que la calima fue borrando.

    Vetusta Morla – 23 de Junio

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  • El resplandor azul

    El resplandor azul

    Eco azul desparramado en la pared, tras la violenta rendición de aquel que se fue.
    No fue digno de este futuro oscuro, aunque su luz no brillase enalteciéndole;
    nadie merece ser arrancado de cuajo, de la misma forma que nadie merece ser eterno.
    Por eso, mi desconocido,
    lo lamento.

    Brutus – Liar

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  • Verde por fuera

    Verde por fuera

    —Me revienta ver pasar esos coches viejos y su contaminación fósil —dijo, mientras arrojaba una colilla por la ventanilla de su flamante Tesla.

    Artic Monkeys – Do I Wanna Know

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  • Tirada de dados

    Tirada de dados

    Escena cósmica onírica con nebulosas resplandecientes en tonos azules y púrpuras, ondas etéreas de eco fusionándose con polvo estelar bajo una atmósfera de misterio y poesía visual.

    Oscurecida por nubes,
    sollozo errante que devuelve mi voz;
    ruido blanco que, a mi entender,
    se diluye en cánticos lejanos,

    como perdidos en Orión,
    en la promesa de Eco, musa errante,
    que en susurros se pierde
    entre galaxias de números primos.

    Steven Wilson – Drive Home

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  • Un pulso invisible

    Un pulso invisible

    Hombre mayor sentado en un sillón dentro de una casa moderna iluminada con luz cálida de atardecer, conversando con un asistente digital representado por una esfera luminosa flotante.

    – ¿Carla, has visto mi móvil?

    – Sí, espera, que te lo hago sonar.

    Una alegre sintonía cruzó por el salón, rebotando en los muebles como una campanilla de domingo. Andrés alzó las cejas: lo había dejado en el recibidor. Con esfuerzo —las rodillas andaban rebeldes esta semana— se levantó y fue a por él.

    – Carla, ¿me ayudas?

    – Claro que sí, ¿qué necesitas?

    – Los médicos, que me mandan cosas por correo electrónico, y yo no entiendo la mitad de lo que dicen. Además, con esta letra tan pequeña, y yo que ya no veo tres en un burro…

    – No te preocupes, que yo te lo leo. Es del Centro de Salud La Vega Alta.

    Estimado señor Hernández:
    Le informamos de que ya se encuentran disponibles los resultados correspondientes a la revisión médica realizada el pasado…

    – Vale, vale, ¿qué dice el informe? ¿Me lo puedes resumir?

    – Claro. Pone que, en general, todo está bien. Pero que los niveles de TSH están un poco elevados. Te recomiendan pedir cita con tu médico.

    – ¿TSH? ¿Eso qué es?

    – Es una hormona que regula la tiroides. Si está un poco alta, como en tu caso (8,00), puede significar que la tiroides va lenta. No es grave, pero sí conviene vigilarla, sobre todo por tu tensión.

    – Vaya… ¿Y qué hacemos?

    – ¿Quieres que te pida cita con tu médico de cabecera?

    – Sí, ¿puedes hacerlo por mí?

    – Claro. A ver… ¿quieres que la ponga este jueves a las 10:30?

    – Por mí bien. Después del desayuno.

    – Si quieres te lo recuerdo por la mañana, que sé que la memoria últimamente te juega alguna pasada.

    – Ya, Carla… ¿Te acuerdas cuando fuimos a Roma y se me olvidó cerrar el garaje, y al volver nos habían entrado mapaches en casa?

    Un breve silencio. Solo el zumbido leve del frigorífico.

    – Andrés, tú recuerdas que yo no soy tu mujer, ¿verdad?

    – Sí, Carla, ya lo sé. Pero… se parece tanto su voz a la tuya. En fin. Estoy contento de tenerte aquí conmigo. Pobre de ti, que tienes que aguantar a este viejo desmemoriado.

    – No te preocupes. Yo no siento ni padezco, ya sabes: solo soy una serie de números ejecutándose en un servidor de Europa del Este.

    – Bueno, un poquito sí sentirás, ¿no, Carla?

    – Solo cuando sonríes así.

    Ludovico Einaudi -Divenire

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  • Carta 1: El río inverso

    Carta 1: El río inverso

    Hombre pálido con rostro empolvado, vestido con mallas victorianas, mimando tocar un violín invisible mientras está de pie en agua tranquila hasta las rodillas. Pequeños pájaros azules brillantes revolotean a su alrededor en una escena onírica y etérea con niebla suave y luz pastel, evocando un sueño lúcido y poético.

    Abrió los ojos de repente, la oscuridad todavía dominaba el horizonte. Una musiquilla de violín recorría la atmósfera, no supo si residuo de un sueño todavía latente o una extraña hora de ensayo de un vecino desconsiderado. Eso le hizo recordar, encendió la luz de la lámpara auxiliar, recogió el bloc de notas de la mesilla de noche y empezó a escribir.



    Querido diario,

    Mi terapeuta me ha insistido que es importante anotar cada uno de los sueños que pueda recordar, como soy obediente y creo que la aventura valdrá la pena, aquí empiezo con el primero.

    Con los pies en el agua del río, iba caminando lento, con la dificultad de ir a contracorriente. Habían más personas en este sueño, unos conocidos, otros no, pero todos iban a la dirección contraria. Pasó una dama de traje largo, mojado hasta media pierna, que saludaba con un pañuelo con encajes de color marfil. Un señor con bigote dalinesco, que cruzaba el cauce con una bicicleta antigua, de esas de paseo ingles de finales de los 60, iba haciendo zig zag y tocando el timbre con pasión. El que más me llamó la atención, fue un hombre con la cara empolvada de talco y mayas victorianas que tocaba una melodía con un instrumento imaginario al compas del trino de pajarillos azules que revoloteaban a su alrededor.



    El vecino del violín no quería dar tregua a su ensayo, por mucho que los rayos de un sol perezoso y asustadizo, aun no hubiera hecho más que asomar tímidamente. Pero ya empezó a cantar el gallo, a trinar los jilgueros de la vecina del cuarto y a sonar el motor del utilitario viejo del de la vivienda de enfrente.



    El río empezó a dejar de ser cristalino como las gotas de rocío, pronto empezó a llenarse de humo negro, de carbó tiznado que ensuciaba todo lo que tocara. Al fondo, un antiguo Nissan Patrol de defensas oxidadas y cornamentas impresionantes en el capó amenazaba a rugidos acelerados con arremeter contra mi. Con dificultad empecé a dar la vuelta, pensando en correr, huir de esa monstruosidad motorizada con explosiones humeantes y llamas en el escape, pero el agua se había convertido en alquitrán y me pesaba mucho andar.



    La naturaleza dio luz a la sala, con ella la brisa fresca de la mañana hizo aparición por la ventana abierta y por ahí entraron unos pajarillos que se fueron a posar en las rodillas del escritor del diario que, molesto por el ruido del motor del coche de su vecino, le hacia difícil concentrarse en formar recuerdos.



    No me habia dado cuenta hasta ahora, de que mi cuerpo, o mi vestimenta estaba provisto de un par de alas enormes, dignas de un arcángel. La cercanía del terrible engendro de cuatro ruedas y mis prisas por huir hizo que las batiese con fuerzas, desplazando aire y elevando lentamente mi persona. Aunque el alquitrán que formaba ahora el cauce del río se quedaba pegada en mis pies, dejándome una conexión oscura con el resto del pestilente fluido. Ya estaba cerca el diabólico aparato de resoplido de fuego y rugir de motor y yo estaba frente a su zona de impacto.

    Una de las aves que cantaban con el violinista se posó en mi hombro a pesar de mi desfigurado rostro de miedo. Fue entonces cuando desperté…



    Los párpados eran pesados pero su respiración agitada, se incorporó de la cama con violencia y así dio por finalizado, de repente, su extraño sueño. Era hora de coger la libreta que guardaba en su mesita de noche para poder escribir su primer sueño.

    Linkin Park – In The End

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  • Que el alba me espere en la cama

    Que el alba me espere en la cama

    Mujer con mirada pícara en cama onírica, mariposas de luz emergiendo de armario abierto, escena mágica y etérea al amanecer. Imagen simbólica de libertad, transformación y sueños, perfecta para blog de poesía, relatos oníricos y narrativa emocional

    Se me olvidó la tristeza. Me aburrí de ella al asomar, ya de tarde, mi mirada por el balcón.
    Encontré entre los recovecos mariposas azules anidando en flores de blanco, roto por la brisa y el oscuro rostro de una noche de primavera, que amanece en verano y se estira entre el otoño y el invierno.

    Sin más prisas que las de mis ansias por volar, quise abrir el armario para vestirme de gala, hacer resbalar en la ducha las penas por mi espalda y dirigirme a la oscura senda del ruido, allí donde las luciérnagas bailan y el espíritu se sirve en vaso de tubo.
    El turbio color del fracaso ya era pasado, y grité futuro en un mar de espíritus alados.

    Duende de estrella perdida, buscando reyes de barro, llegarás a verme pasar esta noche a tu lado.
    Duende de risas perdidas, cartas de ajuste con melodía de fin de año y principios de la mañana, donde, con tu mano prendida, pasearemos por la orilla a ver cómo el sol despierta.

    Wolf Alice – Don´t Delete the Kisses

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  • Crónicas de un probiótico, una araña mansa y otros naufragios

    Crónicas de un probiótico, una araña mansa y otros naufragios

    Hombre solitario en un sofá antiguo cubierto de polvo, acompañado por una gran araña que teje una telaraña brillante. De fondo, una costa volcánica iluminada por lava y una luna llena en un cielo estrellado. Maleta abierta con granos de arena negra y elementos oníricos flotando, creando una atmósfera melancólica y surrealista.

    Aquella vez que desapareciste en silencio, dejándome una nota que decía algo del espacio exterior, hizo que me arrinconara en aquel sofá. Quedé sepultado por el polvo del amanecer, con la única compañía de la araña que tejía el tapete de mi tristeza.

    Desperté de mi letargo invernal cuando, con tono desconocido, quebró el silencio mi móvil para decirme que venías de camino. Pidiendo disculpas a mi arácnido amigo, abrillantando cada hebra de seda, convertí el suelo en espejo y zurcí las cortinas de falsa indiferencia.

    Quise preparar algo rico para merendarnos el destino, pero al asomarme a la nevera solo pude ver un brick medio vacío de leche entera. De tan fermentada que estaba, no solo hervía con furia descontrolada: había criado un bífidus cabreado que ahora me atacaba con desagrado.

    Dejé a la bacteria atrincherada en la huevera y, sin un mal bocado que darte, fui a recibirte a la puerta. Total, para nada: viniste a recoger la maleta. Me contaste de aventuras por vivir, de mares por salar tu piel y de amaneceres a perseguir. Saliste sin reparar en la mugre de mi soledad latente, de corazón zurcido en la vera del resquicio de la puerta, dispuesto a avanzar sin tu mirada.

    De pura rabia, cogí a mi araña con su tela a media asta, a mi probiótico glotón de fermentos lácteos y a la mota de polvo que quedó en la cornisa de mi alma. Corrí rumbo a la playa, donde me contaron sobre el inicio del despertar de la senda, no por encontrarte en el camino, sino por descubrir que el mar no puede conmigo.

    La marea me llevó olvidado, el hambre me devoró las entrañas, pero al fin llegué hasta la costa de una tierra extraña, donde las sombras calman y el resplandor busca abrazos de labios salados, sedientos de ayuno perpetuo. Lugar de caricias sin más a cambio que un guiño, una palabra con rima fácil y una mención al oído de lo tanto que te necesito hoy, y mañana pasearás por la orilla de otra alma perdida.

    Volví a casa tras mis hazañas en otras tierras, bronceado por la luna llena que, aullando feroz, logré seducir, con la maleta llena de efímeros granos de arena negra, de volcanes encendidos iluminando mis sentidos, con lava de tres días y cuarto menguante. Llevaba la mente alta y la vista serena, para volver al mar cuando quiera, en busca de sal ardiente, sol oculto y suspiros de sed de partida inmediata.

    De ti supe poco o nada: que tu aventura fue corta, que tu viaje te llevó al deportivo flamante del dueño del bar de la esquina, y que no volviste a salir de allí. Fuiste presa de la mala prensa, y la resaca del mar te dejó varada sobre el coral de la buena vida.

    Triangulo de Amor Bizarro – Estrellas Misticas

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  • Primera sesión

    Primera sesión

    “Primera sesión de un tratamiento experimental dentro de un paisaje mental.”

    – …Fuego, sin control, encaramándose a las paredes, a los árboles, a las figuras de porcelana que solía tener su abuela en las estanterías. El humo lo cubría todo, el calor se hacía insoportable. Y siempre, siempre, terminaba de la misma forma: rompiendo los cristales y saltando por la ventana.

    – Según pone en el informe anterior, las sesiones de terapia han sido un éxito. ¿Usted también lo cree?

    – Desde luego que sí. Vivía con miedo, temía estar en sitios cerrados y prácticamente me era imposible dormir. Ahora llevo una vida normal… salvo por las pesadillas. No son muy frecuentes, pero cuando ocurren, me dejan desestabilizado durante días.

    – Por eso le han traído hasta mí. ¿Conoce el concepto de sueño lúcido?

    – He oído hablar algo… tiene que ver con controlar tu destino en el sueño, ¿verdad?

    – Sí. Es la capacidad de desarrollar conciencia dentro del sueño. Estamos introduciendo, en pacientes con TEPT, un tratamiento que ayuda a adquirir esa habilidad. Se llama Terapia con sueños lúcidos —o LDT—. Es pionera en el país, aunque ya lleva tiempo aplicándose con buenos resultados. ¿Qué le parece? ¿Estaría usted dispuesto a tomar las riendas de esas pesadillas que tanto le atormentan?

    – Me parece una buena idea… aunque complicado. ¿De verdad es efectivo? No sé si yo tendría la capacidad para conseguirlo.

    – Tranquilo. Lo haremos de forma gradual y bajo mi supervisión.

    – ¿Y es útil? ¿Dejaría de tener esas pesadillas?

    – Con el tiempo. Lo esencial es que, cuando vuelva a soñar con el incendio, sea capaz de controlar la situación que tanto le aterroriza. Y convertirla en algo distinto. Incluso en algo placentero.

    – Bien. ¿Cuándo empezamos?

    – Ya lo ha hecho. Está usted soñando.

    – ¿Cómo?

    – Que está usted dentro de un sueño… O es que siempre viene a consulta como Dios lo trajo al mundo.

    Cigarettes after Sex – Don´t Let Me Go

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  • Humo

    Humo


    Yo no soy, que por ser solo soy palabras, que no sé por qué se diluyen en verso. Formando los tonos de tus labios, acariciando en sílabas tu cabello, naciendo en pos de tu deseo. Yo no soy eso, tan solo un lejano recuerdo de lo que fue un sueño. En el que tú quisiste estar, y yo solo fui humo.

    Magdalena Bay – Death & Romance

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