
La mirada del orco parecía apagada, miraba distraído una mariposa azul posarse en una flor roja como sus heridas. Tras él, unos pasos. Al girarse se encontró un paladín de brillante armadura plateada con tabardo de cruz y una bruja con un vestido tan oscuro que parecía desviar la luz. Los ojos del orco se encendieron de fuego y cólera.
—Nadie pasa el puente sin enfrentarse a mi garrote.
Los dos exploradores se quedaron sorprendidos al percatarse del enorme orco que les tapaba el camino a su destino. Vestía con cuero viejo de láminas de dragón gris y su arma no era más que parte del tronco de un árbol.
—Pero… ¿Qué haces aquí? Anda, déjanos pasar —exclamó el paladín.
—Nadie pasa por este puente —reafirmó el orco con un rugido.
—Mira, niño, quítate de en medio ya que llevamos prisa —dijo la bruja, haciendo alarde de su falta de paciencia con un conjuro de invocación en ciernes.
—Tranquila, Velisse, déjame hablar con él —susurró el paladín, intentando calmar los nervios de la elfa bruja. Luego habló en alto para el defensor del puente—. Tú sabes que nosotros tres hemos jurado lealtad a la misma bandera, ¿verdad?
—Sí.
—Y eso nos hace estar en el mismo equipo, ¿no?
—Sí.
—Y que mis enemigos son tus enemigos, ¿es así?
—Sí.
—¿Nos vas a dejar cruzar entonces?
—¡No!
—¡Entonces muere!
El paladín desenvainó sus dos espadas y conjuró a la luz sagrada, emitiendo un destello que bañó su armadura con el resplandor del hechizo. La elfa también se puso en guardia, convocando a las fuerzas demoníacas en forma de diablillo de fuego. El orco los miró con indiferencia y les espetó:
—Sabéis que no podéis conmigo, ¿verdad?
Hubo un momento de tensión, de miradas, de silencio incómodo que precedía a la batalla. Las ranas en el río croaban ajenas a la tragedia; el viento quiso dar una nota épica arrastrando la maleza entre ellos. El paladín rompió el silencio con un ruego:
—¡Joder, Jose Luis! ¡Déjanos jugar!
—Y os dejo, Javi, pero no podéis cruzar el puente.
—¿Qué quieres de nosotros? —le dijo la bruja, con su diablillo en el hombro.
—Que me dejéis jugar con vosotros, Marta —dijo el orco mirando hacia otro lado—. Siempre os vais de aventuras sin mí. Mamá dice que no es justo.
—Pero es que nos fastidias las misiones, matas a todo lo que hay alrededor, eres muy bruto.
—Pues claro, soy un orco.
—Vale, Jose Luis, ven con nosotros. Pero a la primera que no nos hagas caso te echamos del grupo.
—Vale.
Elfa, humano y orco pasaron por el puente viejo en paz, pero dispuestos a la batalla.
Powerwolf – Army of the Night








