Etiqueta: narrativa emocional

  • Manual de estilo para un alma en tránsito

    Manual de estilo para un alma en tránsito

    Revolviendo el baúl de los recuerdos, en busca de los nombres que quise tener, encontré una fotografía en la que salía muy serio. Era mi yo de hace mucho tiempo. Me miró desafiante y, sin poder evitarlo, se nos escapó una sonrisa de Mona Lisa. Total, solo hacíamos pose.

    Él, de tipo duro, con el pelo del color del combate, cubierto por cuero negro, encadenado en plata y vida, con aires de eterno.
    Yo, de mechas blancas de salir de entuertos, con ojeras de cansancio y pijama de “hoy no salgo, que mejor me quedo en casa ordenando estos trastos”.

    Me quedé pensando: ¿y si fuera hoy? ¿Qué sería de mis tachuelas de filo romo si hubiera nacido más tarde?

    Mi yo más joven, el de la foto, salió de su marco de celuloide revelado, dispuesto a vivir el presente. Se desprendió del pasado.
    Se quitó las botas de montar a caballo, las cadenas de ferretería y su camiseta descolorida de bandera pirata destilada en bourbon americano.

    Tomó asiento así, sin la ropa puesta. Sabía que la búsqueda interior, tras el milenio, se hace sentado, golpeando letras en un teclado.
    Descartamos buscar en lo común, en lo que está en voz de todos. Apagamos la idea de lo que satura las redes y se ve en la calle, e investigamos desde la pasión.

    —Lo primero es la música. Es la que mueve el mundo —reflexionó mi yo pasado.

    Buscamos los sonidos de ayer reflejados en voces enlatadas, la electricidad vibrante en aparatos electrónicos y el golpe de ritmo bit a bit.
    Encontramos que todo se transforma, pero que no cambia nada. Seguía habiendo el ritmo arrítmico de un corazón roto por promesa,
    la rabia del “no sé quién soy” y melodías ocultas impresas en binario. Elegimos un himno y lo adoptamos.

    —Lo primero es la estética; la música fluye entre varios cauces —le expliqué, indagando.

    Encontramos nuevos colores brillando desde el pasado, filtrados por licra y carmín, filmados en sillas ergonómicas
    y convertidos en carne cosida a filtro, de piel más lisa y fragancia azul eléctrica. Pero que, a su vez, era auténtica.
    Era querer vivir un sueño y que todos lo vieran.

    Vestí de negro a mi yo pasado, sin cuero, más cercano. Cambié sus cadenas por un reloj de bolsillo
    y le di botas nuevas, que marcaran sus pasos.

    —¿Y la ideología? —me preguntó.

    —Se ha disuelto en los hilos del destino. Ya no la marca un estilo, ya no está en los acordes, ni hay rastro en el estribillo.
    Ahora la eliges tú, a merced de tu criterio.

    —¿Y si no sé qué pensar?

    —Estarás vacío.

    Devolví a mi yo confundido a la antigua foto, que ya harto de experimentos, quería volver a su mundo de cuero y cemento.
    Lo que encontré ahora no es nada nuevo, pero sí distinto de vivir.
    Así que, cada cual, que vuelva a su tiempo.

    South Arcade – DANGER

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