Etiqueta: Diario de sueños

  • Carta 17: La casa del árbol y los nombres prohibidos

    Carta 17: La casa del árbol y los nombres prohibidos

    Querido diario:

    En esta ocasión el sueño me llevó a una gran casa árbol. Colgaba de un sauce llorón como una campana inmensa. En una de sus terrazas tomaban té de recuerdos. Mi amiga del traje verde, cuyo nombre aún no sabía, había quedado en presentarme a sus amigos.

    En ese mismo instante llegó un hombre alto, vestido de azul marino y armado con una gran lanza perlada. Su sombrero de ala ancha le tapaba los ojos. Nosotros hablábamos con una pareja, él y ella, idénticos como dos gotas cayendo al océano. Se hacían llamar Wilson, y narraban juntos sus hazañas en el mundo onírico.

    —Este es Don, es el más viejo de nosotros. Aprendimos de él, aunque no sea mucho de contarlo.

    Se sentó en una de las sillas de mimbre, invocó una taza con un gesto de la mano y se sirvió de la tetera de la que todos habíamos bebido.

    —¿Y estos dos son gemelos? ¿O en verdad son una sola persona? Debe de ser complicado sincronizarse para dormir.
    —Más difícil todavía: son pareja.
    —Pero… se parecen tanto…
    —No deja de ser un disfraz.
    —Es un homenaje a unos personajes de dibujos coreanos —dijo la Wilson mujer.
    —¿Podéis transformaros? ¿Rostro y cuerpo?
    —¿Tú no lo haces? —preguntó la anfitriona.
    —¿Yo? No sé hacerlo. Bueno… no se me había ocurrido…
    —¿De verdad? Interesante —observó Wilson mujer—. Estás muy bueno.

    Enseguida noté el rubor en mis mejillas. Wilson hombre miró de reojo a su pareja y soltó una carcajada nerviosa.

    —Me parece que ha llegado la invitada que faltaba.

    De una rama se descolgó, se balanceó en una pirueta imposible y cayó de pie. Katty, la chica gato. Vestía poco, casi nada. Si lograbas apartar la vista de su cuerpo, descubrías sus orejas felinas y sus garras negras. Sonrió y me dijo:

    —Prrrrrrr.
    —¿Nos conocemos, no?
    —No sé… creo que coincidimos alguna vez… en tus sueños.
    —Bueno, ya estamos todos —dijo mi amiga—. Ahora haré la presentación oficial. Este es… Bueno, tienes que ponerte un nombre.
    —Me puedo llamar Oniros.

    Todos protestaron. Ella me dijo, sonriendo:

    —Esos nombres están vetados. Además, ya hay un DeOniros por ahí, aunque no se entere de mucho: anda escribiendo historias absurdas de sus sueños. Y Morfeo no es un nombre de persona, es un sitio. Anda, sé original.
    —Debería llamarme Olvido.
    —Eso es de chicas —dijo Wilson hombre.
    —A mí me parece sexy —dijo Katty, la gata.
    —¿Por qué Olvido?
    —Cuando empecé a caminar en sueños, lo hice para olvidar mis pesadillas.
    —Buen nombre, entonces —me dijo, acariciándome con sus ojos verdes.
    —Ahora faltas tú. No sé tu nombre.
    —Ya te lo dije una vez.

    Fever Ray – When I Grow Up

    Todos los pasos del viaje quedan grabados en estas páginas.
    Aquí encontrarás cada carta, cada encuentro y cada sombra de la saga “Diarios de un soñador lúcido”

    Anuncios
  • Carta 14: Recuerdos del pastel de sueños.

    Carta 14: Recuerdos del pastel de sueños.

    Querido diario:

    Entré con miedo, pero no había rastro de pesadillas. Esta noche sería para descansar, sin sombras oscuras que me atormentaran. Solo un acostumbrado paisaje de otoño en mi bosque de puertas, en la isla flotante. Lo previsto, nada más.

    Así que di media vuelta, simulé un bostezo y me dispuse a intentar una siesta dentro de mi propio sueño.

    Escuché un sonido y temí lo peor: una puerta abriéndose. Era verde, como su mirada; extraña, como la solidez del líquido evaporado. De esa forma se movían sus caderas: como si fueran lluvia y viento. Vino hacia mí con una sonrisa, como si mi cara de sorpresa fuese un poema romántico, de esos que escribía un tal Bécquer hace ya tiempo.

    —Hola. Quise llamar primero, pero veo que no cierras las puertas. Te gustan las sorpresas, pienso.
    —Hola, bienvenida a mi morada. Si son como tú, no necesitan aviso.
    —¿Has probado alguna vez pastel de sueños de otro? —preguntó, mientras me mostraba el paquete que llevaba en las manos.
    —No he tenido el placer. Me encantará probarlo —admití, mientras invocaba una mesita, dos sillas y hasta un juego de té con su tetera humeante.
    —Veo que ya has aprendido algunos trucos. Ahora prueba esto.

    La misteriosa mujer rasgó el paquete que traía. De su interior salió una impresionante tarta. Parecía de chocolate, y su tamaño triplicaba al de su envase. Ella sacó una daga de su vestido verde y cortó dos porciones.

    Era imposible describir el sabor. Me recordaba a los días de lluvia en casa de mi abuela. Al horno de la cocina de leña. A la sonrisa de mi prima, con la cara manchada, pidiendo más en la merienda. Sabía a casa y, a la vez, a palacio real.

    —No tengo palabras.
    —Pero sí tienes recuerdos. Es a lo que sabe la comida en estos sitios. Lo que pasa es que el recuerdo de este pastel es mío. Aquí compartimos recuerdos… y la habilidad de imaginar.
    —¿Conoces a más gente como nosotros?
    —Claro que sí. Somos pocos los que logramos cruzar la frontera, pero quizás más de los que crees.
    —¿Y qué pasa con ellos?
    —Lo normal. Con algunos te llevarás bien, con otros no. A los últimos seguramente los evitarás, y listo. Con los que comulgues intentarás coincidir. Llegarás a llevarte muy bien con unos pocos, y esos se convertirán en parte de tu familia.
    —Como en la vida normal.
    —Sí, como estando despierto. Con algunas diferencias. Aquí hay otras reglas.
    —¿Cómo cuáles?
    —Ya las irás viendo. Ahora me tengo que ir. Hoy madrugo.
    —No te conozco, pero no me importaría coincidir otro día contigo.
    —¿De verdad no me conoces?
    —¿Nos conocemos en el mundo real?
    —No. Solo en el sueño. Nos vemos otra noche. Aunque si me necesitas, solo tienes que cruzar mi puerta. Quedará abierta para ti.

    Cocteau Twins – Lorelei

    Anuncios