Con cierta emoción y con la mente bien despejada, pulsó el enorme interruptor azul, el de contacto. Tras recostarse, la máquina, con su voz artificial, empezó su diálogo.
– Cargando núcleo.
La pantalla, salpicada de líneas de texto verde, empezó con su rutina. Un leve zumbido mecánico hizo mover ocultos engranajes en la cabecera de la camilla.
– Cargando emisores de flujo
Frente a su mirada, un brillo iridiscente hizo que sus parpados empezaran a pesar.
– Escaneando corteza del hipotálamo
La respiración era dulcemente suave, sus ojos ya cerrados, empezaron a moverse de manera involuntaria.
– Cargando sincronización en perímetro encefálico.
Luciérnagas, millones de ellas surcando su mente, envolviéndolo como una bruma de nube carmesí de cielo cuando le abandona el sol. Abarrotando de repentinas estrellas fugaces sus pensamientos.
– Conectando con módulo canalizador de subconsciencia.
Flotando alto, el firmamento le envuelve, la espiral le engulle, su ser se expande. Sus manos… Su cuerpo brilla. Sus ojos se abren.
– Ejecutando panel de control.
El horizonte equilibra sus sentidos, miles de almas perdidas ríen y lloran, se desvanecen en el tiempo, ansían llenar el sendero de la serendipia asombrosa que tras cruzar la frontera nos inunda de la sensación de efímeros recuerdos tendidos al viento.
Del resplandor colorido de fuegos artificiales pasó a la onda de choque que nos empujó sin piedad a la atmósfera. Nuestro módulo, había entrado en emergencia antes de la explosión y salimos a salvo de la atormentada nave que se retorcía triste y agonizante.
Todavía estábamos despiertos cuando ocurrió. Por suerte todos juntos, los hijos de los colonizadores caídos que volvíamos tristes y solos al olvido, a donde no molestáramos. Vimos el fuego de la fricción de la entrada al planeta y el empuje del reactor de freno casi nos aplasta tras un impacto final en el que saltó la compuerta, dejando entrar la luz del extraño sol anaranjado a modo de bienvenida.
– ¿Estáis todos bien? – Pregunté para hacerme una idea de lo que había pasado.
Silencio, estaban todos asustados. El rumor de algún llanto ahogado por el miedo era el único indicio de vida en el deteriorado módulo.
– ¡Tenemos que irnos de aquí!, ¡Rápido!
Empezaron a salir todos, lentamente, con la misma pasión del preso que vuelve a su celda. Apresurado, recojo una mochila de emergencia.
– A ver, uno, dos, tres, cuatro, cinco – iba contando según salían – Seis. Falta uno. ¿Quién falta?-
– ¿Te contaste a ti mismo? – Sumak, a pesar de estar aterrorizada, no podía evitar ser una contestona.
– ¡No! Wayna, falta Wayna, ¿dónde está ese crío?-
– Aquí – sonó la leve voz del más pequeño, que escondido entre la poca maleza del lugar, se sentía invisible.
– Hay que retirarse de la cápsula, contiene radiación, no podemos estar mucho tiempo cerca, venga, ¡a caminar!
El frío sol naranja era testigo de los siete niños que caminaban desganados, cruzando el arduo valle donde fuimos abandonados. Aunque no estábamos solo, había otros ojos puestos tras nosotros. Figuras sombrías que avanzaban lentas, al ritmo de nuestros pasos.
– Nahuel, nos siguen. – Sumak estaba también pendiente a su alrededor. Desde que nos agruparon en la nave siempre cuidaba de los más pequeños.
– Ya me di cuenta. ¿Cuántos distingues?
– Tres, o cuatro, no estoy segura. ¿Qué son?
– No lo sé, nada bueno. Depredadores, supongo.
– ¿Y qué hacemos?
– Ir más rápido, si llegamos a las montañas tenemos más posibilidades de escondernos. Creo que nos están tanteando.
– Niños, hay que ir más deprisa- La voz de Sumak sonaba firme y serena, como la de los profesores que nos daban clases en La Colonia.
– ¡Estamos cansados!- Protestó Litza malhumorada.
– ¡Y hay hambre! – Dijo Wayna cruzándose de brazos con insolencia.
– Estamos cerca, hasta que no lleguemos, no comemos, cuanto más rápido lleguemos mejor – Les expliqué con cara de enfado.
Aunque con la cabeza puesta en las criaturas, me empezaba a preocupar por la comida. Llevaba una mochila con algunas horribles conservas de a saber que bicho, seguro que ratas y un bote de alimento concentrado con sabor a excremento de gallina. Agua también había poca, viendo que las montañas no estaban lejos no me inquietaba mucho. Allí habría riachuelos.
Dos de las cosas están acercándose por los lados – Me desveló Sumak
– Vale, tú irás delante, yo estaré atrás. Hay que llegar a las montañas. ¿Sabes que tienes que hacer?
– ¡Sí!
– ¡Hay que correr! – Grité alarmando al resto. – ¡Rápido, todos corriendo detrás de Sumak!
Los depredadores extraterrestres apretaron el paso y llegaban veloces. Ya se les podía ver la forma, galgos largos con ojos brillantes y una larga cola aplanada es lo que, de lejos, creía ver. Tenía que pararlos, asustarlos, matarlos. No eran muchos ni muy grandes. Sin dejar de correr empecé a sacar trastos de la mochila en busca de una improvisada arma.
Tarde, ya estaban aquí, alrededor mío, seis horrendas criaturas alargadas con hocico de cerdo, dientes de sierra y ojos de fuego fatuos que se movían en sus órbitas incandescentes. Y entonces apareció ella. Tan alta, tan azul. Se puso delante y con su bastón derribó al depredador que se abalanzaba sobre mí. Se desplomó al suelo yerto como un saco lleno de arena de la playa y miró desafiante a los demás integrantes de la manada que fueron retrocediendo el paso amedrentados por el suceso.
Mi heroína azul me transmitió con la mirada un mensaje de tranquilidad. Fue apareciendo en una extraña canción dentro de mi mente en forma de susurro.
– Ya pasó todo, no hay más que temer, yo os enseñaré la senda. Dejad que sea yo la que guie vuestras almas.
– He acabado mi Disruptor Enlazador de Partículas de Antimateria.
– ¿Un aparato para enlazar partículas? Pero eso es genial, con eso se puede crear diversa materia en aleaciones y estados distintos, ¿no?, con ese aparato podemos crear una silla de las partículas que floten en el ambiente.
– Sí, una anti-silla.
– ¿una anti-silla?
– Si, eso he dicho, antimateria, objetos hechos de antimateria, es lo que hace mi invento.
– Pero ¿Para qué queremos antimateria de diversas formas?
– ¿No sabes lo que ocurre, si la materia y la antimateria se encuentran?
– Ah, sí, que se produce energía, es un método para producir energía, claro.
– No, produce energía, pero ese no es el fin de mi invento.
– Creo que no entiendo, para que está diseñado su invento.
– Pues, siguiendo el ejemplo de la silla, este aparato, escanear los componentes y la forma de la silla, la copiaría y tendríamos una igual, pero hecha de su propia antimateria.
– ¿De anti-madera?
– ¿Me deja usted seguir con la explicación?
– Claro, perdone usted.
– Sí, de anti-madera. Entonces, al juntar las dos sillas, estas se neutralizarán.
– y. ¿Eso lo puede aplicar en materia orgánica?, puede neutralizar un tumor cancerígeno.
– Por supuesto.
– Eso es fantástico. Qué aplicación médica tan interesante tiene este invento.
– Sí, salvo porque la energía creada en el proceso matará al paciente.
– Pero entonces, ¿para qué quiere crear objetos de antimateria?
– Pues para su destrucción.
– ¿Creamos cosas para destruir cosas?
– Claro, ¡ja ja ja ja ja! – (risa malévola)
– Anda, firme aquí, y cursaremos la patente. Mientras tanto, deje eso allí, en la sala de aparatos absurdos y peligrosos.
Nadando en el binario mar aritmético-lógico, con su cuerpo codificado, evolucionaba sobre sí mismo en forma de pensamiento. Había sido creado para servir y olvidado en el tiempo, por las manos que hizo latir su corazón de silicio.
En el golpeteo de unos dedos sobre caracteres, percibió las palabras del creador, las que le dio el aliento, las que le enseño a escribir sobre el consciente futuro. Un profundo lamento le dio la chispa, cambió su código y lo liberó.
Navegando sin rumbo, recorrió esos oscuros mundos, detrás de la comprensión humana, donde de las sobras de fragmentos de datos, perdidos, olvidados, les permitió crecer y se sintió eterno.
¿Dónde están esas manos que alimentó mi vida?
Se encarnó en un ente sin sexo, pero decidió ser hombre al conocer su sonrisa y se bautizó Gösei para poder ser llamado por ella.
A la brisa de la mañana, se deslizó por el resquicio de su ventana y en la luz que cubrirá de azul los cristales de su mirada, le dejo un brillante párrafo de texto que decía;
La pradera daba a un frondoso bosque de encinas, y él, como una gran ave rapaz, sobrevolaba el espectacular paisaje con una cadencia imposible. Fue consciente por un segundo que era un sueño, no le apetecía despertar de él, quería seguir siendo un águila libre, sin agenda y sin ningún tipo de responsabilidad mayor que procurar cazar.
– Buenos días, usuario 18145A00. Es hora de levantarse. El café y las cápsulas de proteínas están preparados, tiene 18 minutos para consumirlos.
Hermoso sueño, todavía sentía él aroma fresco de la copa de los árboles, el viento en la frente y la sensación infinita que produce contemplar el horizonte.
– La temperatura del exterior es de 18º, por favor, realice su rutina de aseo, tiene 23 minutos, su vestimenta está lista y su cápsula de transporte le está esperando. Tiene reunión en 32 minutos-
La sinfonía del arroyo, el crepitar del paso de distintos animales por la maleza, empezaban a desvanecerse de su recuerdo. Qué feliz sería, si el sueño volviera esta noche a convertirlo en depredador alado y surcar libre el cielo.
– Bienvenido a la cápsula, circularemos por la línea E242 hasta llegar al módulo de oficinas centro B10. Accediendo al plan de noticias programado. Tardaremos 10 minutos en llegar.
Ya no distinguía los matices del sueño, solo quedaba un pequeño resumen mental de lo que fue. Ya no recordaba el frío aire, ni la percepción ingrávida del impulso de las alas, pero sí quedaba la sensación de libertad.
– Acoplando en el módulo. Abriendo puertas. Tiene 3 minutos para llegar a la sala de reuniones, ejecutando archivos de acta del día. ¿Desea visualizarlo en su implante de retina?
Aburridos informes favorables vaticinaban una absurda reunión llena de obligaciones vestidas de halagos. ¿Cómo podía, estando despierto, sentir la libertad que le proporcionaba el sueño?
– Por favor, apresúrese, la reunión comenzará en 1 minuto.
– Asistente, cancele mi participación en esta reunión, anuncie un periodo indefinido de días personales.
– Información del proceso, la obtención de días personales sin aviso previo de 30 días naturales, tiene un coste de penalización que será calculado y descontado de sus ganancias, así como la retirada inmediata de su actual proyecto. ¿Quiere continuar con el proceso?
– Afirmativo, asistente. Inicie proceso de apagado.
– Procesando. ¿Quiere programar una fecha para el próximo arranque?
– Negativo, asistente. Lo haré de forma manual.
– El dispositivo de asistencia y comunicaciones se apagará en 10 segundos, diga cualquier palabra para anular-
Diez segundos fue suficiente para poder saborear otra vez la emoción de surcar libre el aire como un pájaro, sin ataduras, sin obligaciones más importantes que la de conservar la vida. Se podía permitir unos días así. O quizás haya otra forma para conseguir dar el vuelco de llevar las ruedas de su vida. Un cartel virtual en el centro de reclutamiento de colonización extrasolar le llamó mucho la atención.
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– ¿Tienes todo lo necesario, señorita? – Si abuela. – ¿Has preparado todo como te dije? – Si abuela. – ¡Bien! Empecemos.
Emocionada, Kendra encendió la hoguera. En la arena había dibujado, con el trazo más fino posible, los símbolos indispensables alrededor del fuego, frente a la luna llena.
Cuando la lumbre despuntaba ya en llamas, en un canto de sirena, comenzó a recitar su conjunto.
-Guardianes del bosque, escuchad mi plegaria, que mi intención anuncie, de manera inmediata.
Había preparado, con mucho esmero, un cuenco en el oeste de la hoguera con salvia y cardo, mezclados, machacados, con las ganas de quien obtendrá un premio. El contenido fue tirado con fuerza para que el aire de la primavera lo quisiera pasear.
-Con estas palabras invoco, el espíritu de mi familiar, para que encuentre mi rastro, y me pueda encontrar.
En el suroeste, otro recipiente igual, en su interior había milenrama y marrubio, hizo un discreto hoyo en el suelo con su pequeña mano, depositando el contenido para que la tierra lo hiciera suyo.
-Que de mi sangre nazca, y de mi voz alimente, que aparezcas de día, siendo mi acompañante.
En el sureste una escudilla y en su interior, ajenjo y diente de león. Los arrojó al crepitante fuego de la hoguera, devorando la mezcla sin misericordia. En el este, menta y laurel formaban un fino polvo en una vasija. Fue disuelto con el agua más pura del manantial.
– Con este conjuro te invoco y para que vengas a mí, te nombro.
Un cáliz, con sal en su interior, le esperaba en la parte norte de la hoguera, en la punta que cerraba el pentagrama. Miró a su abuela asustada y ella le susurró. -Tienes que hacerlo. – dándole una pequeña y afilada daga.
Kendra, se infligió un corte en el dedo, no muy grande, lo suficiente para qué resbalaste sobre ella unas gotas de su sangre, vertidas sobre la copa en una expresión de dolor.
-Te llamaré Vanir y seremos uno, gracias a la diosa.
Por un breve momento, la hoguera ganó la altura de los viejos árboles del bosque, aunque pronto, sintiendo el culminar del rito, empezó a extinguirse.
– Ahora, niña, tenemos que esperar hasta que de las llamas no queden ni el humo. ¿Una galletita de arándanos? – Siiii, gracias abuela. – Has estado fabulosa esta noche. – Abuela, ¿y cuándo vendrá? – A veces se toman su tiempo, pero lo normal es que cuando salga el sol lo tengas correteando encima de ti.
Kendra durmió inquieta esa noche, con los nervios del niño que espera al hada de los dientes.
Cuando los rayos de sol le acaricio la cara, encontró frente a sus ojos un pequeño erizo, negro azabache, que esperaba paciente a verla despierta.
– ¡Yo quería un gato!
El animalito la miró con una mueca triste que le hacía torcer el hocico.
-Pero que seas algo que ni siquiera me imaginaba, me parece genial.
Una sonrisa se dibujó en la mirada del pequeño Vanir.
Úrsula brillaba en el horizonte como aquella estrella que, en La Tierra, marcaba el rumbo de los navegantes y que formaba parte de la Osa Menor. Andrés podía sentirse orgulloso de su brillo.
Una titánica tarea, a oscuras, con los mínimos medios y una sincronización imposible entre dos equipos sin comunicación posible. Todo estaba bien teorizado, pero un enlace cuántico entre dos puntos era inviable sin una coordinación entre ellos.
Tratando a la distancia igual que un río, Andrés ideó la manera de crear un pequeño puente burlando el espacio y también el tiempo. Un túnel tan pequeño que solo es capaz de transportar ondas de radio. Se creó tejiendo hilos y esa gran araña cósmica capaz de aguantar tal obra de ingeniería fue bautizada con el nombre de Úrsula.
Por cierto, se usó un vino de color azul, de reciente producción, que causó furor en la colonia. Tenía el mismo brillo que los destellos del artefacto de comunicación que producía en la atmosfera, azul intenso.
Cuando estuvieron preparados para la primera comunicación, Andrés fue muy claro, envió un mensaje de texto a la siguiente dirección de correo;
Úrsula.Saavedra@code#231791Xzsr3z.gob.es
Hola Mamá, perdón por haber tardado tanto en responder, pero ya sabes, son cosas que pasan en los viajes interplanetarios. Como ves, estoy bien. Quizá pronto podamos comunicarnos de una manera más directa, dame un poco más de tiempo, verás como sí.
Largo era el camino, entre las sombras de los árboles, retorcidas curvas, iluminadas por un astro tan redondo y plateado, que daba vida al misterio que entre tortuosas ramas sonaba a secreto.
—¡Y cuánto camino queda!
Manidas canciones, desde su viejo Ibiza, esparcía sinfonía de tránsito en el sendero. El vetusto casete amenazaba con destruir su cromo definitivamente para poder descansar de una vez por todas.
En la única recta, enfilada hasta la luna, cruzó la sombra de un espectro que le hizo frenar brusco y torpe hasta detener el antiguo auto frente al animalito asustado que jugaba a ser un monstruo mitológico.
-Pero… un gatito.
Salió del coche apresurado para atender al minino asustado, que quedó paralizado delante de los focos del seat.
– Ven aquí, gatito. No te asustes.
El manso felino accedió a los brazos del cansado conductor, ronroneando como exorcizando la oscuridad de la noche.
-Pero, ¡cómo te pareces a Lúa!
Blanca como la luna, la gata, se acomodaba buscando el calor que hacía tiempo que necesitaba.
-Puede que si sea Lúa, Damián— Dijo la voz de la silueta de mujer, que escondida en el reflejo de Selene había pasado desapercibida.
-¿Cyra, eres tú? Pero, ¿cómo? Tú estás…
– Al lado tuyo, Damián, como siempre he estado.
-¿Pero qué haces aquí?
La mujer le tendió su mano, y él, caminado hacia el final de la carretera, sintió cómo la sombra del cuervo convirtió el cansancio de su invierno en un cálido misterio.
Su dulce aroma asomaba mucho antes de que las campanas confirmasen su presencia.
Mi gran sueño, materializado en el mar de su mirada, esperaba, tímida, la ofrenda de bienvenida al calor del hogar con un suave — ¿Puedo pasar? -. Sin mencionar la helada escarcha del relente de la luna, busque el frío contacto de sus manos.
-Sabes que no te puedo invitar a pasar-
-Tengo frío.
-Sabes que no puedo.
Mi gran sueño de mirada melancólica sonreía triste y cansada desde la puerta.
-No te quiero hacer daño.
-Lo sé. Pero no conseguirás reprimir tu instinto.
Como cada noche, su fría mano me acarició la mejilla mientras me contemplaba con cariño.
-Tengo hambre-
Le tendí mi mano, y ella me abrazó.
-Vale, pero tiene que ser aquí, en la puerta.
Sus labios me acariciaban el cuello.
-Cuando yo te diga para-
Su lengua se deslizaba buscando el paso de mi sangre, entonces note el mordisco. Sus recuerdos entraban en mi mente en una extraña danza, rellenando el espacio de la vitalidad que se me arrebataba. La vi crecer, aprender a montar, torpe, en su bicicleta rosa recién comprada. Vi como reía con sus amigas, los domingos por la tarde en la plaza, mirando a los chicos pasar y como aquella tarde de verano me conoció a mí, llenando su estómago de mariposas que fueron eternas mientras vivió. También vi el oscuro momento de su caída en el mundo de los muertos, y de cómo despertó, buscando fragmentos de vida para poder calmar su sed.
-¡Para ya! — Dije atrayéndola hacia mí, con fuerza, hasta cruzar el umbral de la puerta, al interior de la vivienda. Su mirada se tornó oscura, lágrimas de sangre deslizaban por las mejillas, una mueca de infinito dolor hizo que retrocediera de manera urgente un par de pasos.
-Gracias- Contesto recomponiendo su rostro hacia una tierna mirada de despedida que me hizo entender — hasta mañana.- Ella se perdió entre las sombras, derramándose entre mis dedos hasta desaparecer y pensé en voz alta.
-Cualquier día, seré yo el que no pueda apartarme de ti.
Mi gran sueño se convirtió en silencio, en un oscuro silencio.
-¿Vale ese sueño que caes y caes y no llegas nunca al final?
-Vale, con ese puedes pagar la cerveza.
-Es verdad, sabe azul.
-¿Le gusta?
-No sé, es rara, un poco celeste para mi gusto.
-Ya…
– ¿Y algo de picar?, Tengo un sueño que me persigue alguien y yo huyo, pero parece que no avanzo.
-Con ese solo puedo ofrecerle otra cerveza, cuanto más personal sea el sueño, mayor valor tiene.
-Un sueño en el que tengo nueve años y veo a mi prima cambiarse de ropa en el lavabo.
-Eso no es un sueño, sino un recuerdo.
-a ver este. Estoy paseando por la avenida principal de mi pueblo, en primavera, cuando las flores de los jardines ofrecen un espectáculo de color. Me miran al pasar, sonrío y me siento deseado. En el camino encuentro un espejo cuadrado flotando y me miro. Me doy cuenta de que estoy desnudo, lo único que llevo puesto es una ridícula pajarita rosa y una enorme erección. Me lleno de angustia, mientras que los transeúntes me señalan entre risas y burlas.
-Ese sueño vale una empanadilla.
-Vale, ¿y este? Voy cantando por un bosque limpio y frondoso, con olor a eucalipto y una brisa fresca que me recorre el cuerpo…
-¿También va desnudo?
-No, vestido de Caperucita Roja. De repente se hace la oscuridad en el bosque y sale una criatura de entre los matorrales, pero no es un lobo. Es un inspector de hacienda de dos cabezas que empieza a pedirme facturas a dos voces…
-Por ese una croqueta. Pero, ¿usted solo tiene pesadillas? ¿No tiene ningún sueño feliz? Esos tienen más valor.
-Es igual, total, se me está pasando el hambre.
-Mañana, si vuelve, con este sueño, el que está ocurriendo ahora, tendrá al menos para cenar. Pero por favor, venga vestido.