El Onironomicón es un libro probablemente escrito por Howard Phillips Lovecraft, narra las peripecias de un soñador que, de manera lúcida, investiga el mundo de los sueños. Además de numerosos relatos, contiene valiosa información de como lograr un reparador sueño consciente.
Esta obra no está a la venta, ya que se encuentra en paradero desconocido. Se ha contratado un tenaz equipo de búsqueda encabezado por el enano Bufor que, de manera heroica y un tanto temeraria, en una incansable pesquisa, no descansará hasta hallar el preciado ejemplar.
Esperemos que, en breve, esté en todas las librerías.
Para más información, por favor, contacte con el autor.
En eterna espera de lanzamiento de la nave. Adam exorcizaba el terror de la incertidumbre entre las líneas de dolor de una carta de despedida.
From: <ANewman@ code#485147KddR#sa.gob.uk > To: <ESanchez@ code#6852147Xz#r3z.gob.es >
Querida Eva,
No hace más que un momento que me marche de tu lado y ya te extraño, como extraño se me hace el camino de vuelta sin ti.
Mi lamento crece como crece el espacio entre los dos, pero sé que ahora llevo algo de ti en mí. Que crecerá aún en la distancia convirtiéndose por el instante que dure, en eterna.
En mí nace la esperanza, de que la distancia es temporal. Sé que solo hace falta un salto entre tu mundo y el mío y que en breve se cruzaran de nuevo nuestras miradas. Entre tanto miraremos a la vez la misma estrella en un cielo diferente.
Pensé que algo así nunca me iba a pasar, pero ya ves, al rozar tu piel murió el frío y decidiste hacer de mi pensamiento tu morada. No me queda otra que visitarte cada mañana y revolotear contigo hasta que ese beso me diga que descanse, hasta mañana.
Te Quiere.
Adam
PD. Los momentos en los que tu luz se derramaba salvaje sobre mi espalda no solo cicatrizan bien, además quedaron tatuados en mi memoria con el profundo fuego del deseo, no dudaré en recrearme en ellos a la espera de volver.
El ruido del despegue anunció el corte de toda comunicación no prescindible. Apresurado envió la carta antes de que no fuera posible. Quizás estas sean las últimas palabras que podía enviarle. O puede que no…
Tanto tiempo, tanto esfuerzo. Fórmulas inexactas, negación del todo. Todo está representado en una ecuación, incorrecta otra vez. ¡Maldición! ¡Otra vez G! ¡Otra vez G! En mis paredes bailan números y letras en un desafío circense. Hasta mis cansados brazos caen a los pies de esa maldita ley de Newton.
Desvanezco, Morfeo aúlla mi nombre y en sus manos caigo sin remedio. Mis párpados, en irreverente gesto, impiden el esfuerzo de mi negación. Mi pizarra se convierte en viento, desparrama mis trazos rasgados por un estrellado firmamento. Y entonces lo veo. Constelaciones en constante desplazamiento forman patrones que ahora entiendo.
Como un gran lamento bosteza mi despertar. Mi mente ríe alegre mientras le dura el recuerdo, Para engañar a Isaac solo se necesita una escalera hacia el cielo.
—¿Café? No me queda. Estoy esperando al proveedor… tuvieron un percance por el camino. Pero puedo ofrecerle un té chai excelente.
—Ah, vale. Póngame uno.
—Aromático y humeante. Aquí tiene.
—Qué curioso… estaba soñando con una casa, y de pronto aparecí aquí.
—Es normal, señora. ¿Cómo era esa casa?
—No soy muy buena narradora, pero lo intentaré…
Por fuera era oscura, con paredes agrietadas y cansadas. El tiempo la había entristecido, y ahora suspiraba con la puerta abierta. Tejas desordenadas, descoloridas, como rendidas, cubrían dos pisos de ventanas turbias y abatidas.
—¿Entró?
—Por supuesto.
La expresión somnolienta de la casa era una invitación. Una llamada de auxilio. Entré dispuesta a descubrir su enfermedad y liberarla.
Dentro reinaba el caos: un germen despreciable había contaminado la estructura, deformando todo. La escalera se retorcía como la cola muerta de una lagartija gigante, atrapada en un juego cruel entre garras y colmillos.
—¿Más té?
—Sí, gracias.
—Aquí tiene… y tarta de chocolate, cortesía de la casa.
—Qué detalle.
—Continúe, la escucho.
Al final de la escalera esperaba algo. Tras la puerta donde se había instalado. Una criatura espantosa: más oscura que la oscuridad, una mancha de alquitrán viva, supurando veneno y corrompiendo la pared que la contenía.
—¿Y se enfrentó a ella?
—Fue muy sencillo. Siempre llevo un bote de matamoscas en el bolso. Lo rocié… y huyó despavorido por la ventana.
—Vaya… tenemos una cazadora de sombras.
—Suena bien. Pero si voy a quedarme tendré que venir más seguido. Necesito un hogar.
—Y creo que hay una casa que le estará agradecida. Hable con ella.
Mushroomhead – Carry On
Las casas también sueñan. Y hay ruinas que solo piden que alguien las escuche.
Mi lugar es mutable, de existencia superflua, de profundidad sombría. Tiene el brillo de aquel amor olvidado,que entre la nieve del desierto queda. La chispa de tu mirada perdida, que en tu mente la rutina no es excusa. Tiene sabor a mar, olor a lluvia, a tierra mojada, es suave como la seda, o áspero como dialecto felino.
Es un lugar terco y volátil, que te apremia sin buscarlo a escondidas, de un estruendo se hace el silencio que se filtra suave en melodía, su cosecha mancha pentagramas si su recuerdo no se derrite al sol de la mañana. Donde se agrieta el espejo en el que Kora refleja su brillante cabello recién carmenado.
Es el tétrico lugar, donde figuras sombrías, raptan la inocencia sagrada, de Venus ultrajada por Eros, en una arrebatada pugna de caricias del acento. De recuerdos urgentes atados y de la voluntad deshecha en el viento. Deseo intacto de nube sublimada en hielo, o de hielo evaporado en nube.
Ese rincón es donde anhelo mi morada, donde mis raíces arden en el empeño de agarrarse en su insustancial terreno, en la desidia de un rincón mundano, dejé el frívolo mundo cuerdo, para liberar el enredo me he aventurado de reino de la poesía al mundo de los sueños.
Necesito dormir para estar despierto. Para exorcizar la dictadura de la arena, de la marea que revuelve el firmamento. Necesito quebrantar hormigón, huir del cemento y descalzo perseguir los pasos del viento, que será si dormir es estar despierto. Para llenar de signos y runas las huellas, y percibirlas en braille al cruzar tu camino. Necesito que el sueño me lleve contigo, de madrugada, exhaustos, del intenso latir en los hombros, de soportar el milagro vivo de un deseo. Tan solo dormir y que me lleve el sueño.
—Buenas noches, ¿me pone una copa? —Buenas noches. ¿Le parece bien este vino azul? Aquí causa furor. —Vino del vulgo. Magnífico. Vamos a probarlo. Oye… ¿qué sitio es este? —¿A qué se refiere? —No sé. Estaba atrapado en una pesadilla absurda, crucé una puerta y aparecí aquí. —¿Una pesadilla? Suena prometedor. Cuénteme. —Verá, soy delegado de zona en una gran multinaci… —¿Delegado de zona? —Sí, sí. Delegado de zona. —Ajá. ¿Y eso qué es? —¿No sabe lo que es? ¡El mejor invento desde la Coca–…! —Sé lo que es. Quiero oírlo de usted. —Bien. Superviso filiales. Aseguro que sigan mi estrategia. —Entiendo. Y si no lo hacen… —¡Los aterrorizo! Ja ja ja jaaaa —Claro. Y si la forma de ellos resulta ser mejor… —Imposible. Tenemos un equipo de técnicos especialistas que… —Vale, vale. Su pesadilla. —Había un operario que me contradijo. ¡Y nadie lo castigaba! Intenté que lo destituyeran… y nada. —¿Eso era todo? ¿No había monstruos, sangre, cuchillos? —No. ¿Qué miedo va a dar un monstruo? El verdadero terror es real: que alguien cuestione tu autoridad. —Aburridísimo. —¡Perturbador, diría yo! —Categoría nueva: terror tedioso. —Era espantoso, horripilan… —Sí, sí. Terror nocturno a ser contradicho. —¡Oiga! ¿No sabe que el cliente siempre tiene la razón? —Aquí, desde luego, no. —¿Y eso? ¡Qué descaro! —Porque estás en mis sueños. Y aquí mando yo.
Korn – Y`all Want a Single
Hay pesadillas con monstruos. Y otras, peores, que sólo tienen orgullo.
La nebulosa de Orión se alzaba radiante, inmensa, envolvente. Como un rito sagrado, cada día a las 7:35 hora terrestre, Logar Maswani, tras su escaso desayuno y la oración prometida a su divinidad, se sentaba en la plaza de la cúpula para contemplar el fulgor de las estrellas. Observaba los suaves destellos y el torrente de colores que formaba aquella Xibalbá cósmica: la puerta del inframundo según los maya.
Logar siempre pensó que por eso estaba allí, frente al infierno. Había sido su alternativa a prisión: un asesino sin escrúpulos convertido en guardián silencioso, gracias a sus conocimientos técnicos. Ahora disfrutaba de una calma inmensa en los confines del espacio, a veinticinco años luz de la Tierra, en un trabajo que todos los aptos rechazaban por su lejanía.
Su estación orbitaba el artefacto de tránsito ON5-132, un portal que conectaba con galaxias remotas. Tras la meditación, se dirigía al puesto de mando, donde supervisaba androides semiautomáticos que patrullaban la estructura. Su misión: limpiar los residuos de partículas que impactaban contra el campo de fuerza.
El portal tenía una masa apenas inferior a Venus aunque su tamaño fuera mucho menor: un anillo elíptico marfil, del tamaño y forma de la isla de Corvo, en Azores, con un núcleo de plasma azul que latía como un corazón antiguo. Toda su gravedad dormía en ese núcleo denso.
Logar desconocía los movimientos de tránsito hasta poco antes del paso de una astronave: una simple notificación bastaba. No tenía que actuar. Las naves cruzaban el pórtico y, en minutos, encendían sus motores, perdiéndose como estrellas fugitivas en la inmensidad.
Solo una vez todo fue distinto. Una nave militar averiada, la Beta Caronte, emergió del portal. Venía de un conflicto cerca de Nueva Gaia. La tripulación abordó con protocolo marcial, confinaron a Logar y repararon en tres días, entre botas metálicas y androides despistados rodando como fantasmas tecnológicos.
Las naves proveedoras sí llegaban solas: robotizadas, surtían agua y alimentos para medio año, descargaban suministros y cualquier petición hecha por ansible. Logar podía comunicarse con casi cualquier lugar habitado, con pocas horas de retraso. Rara vez lo hacía.
Poco antes del almuerzo, al llegar a la sala de comunicaciones, vio el resplandor rojo de la señal de emergencia en todos los monitores. Sus implantes en muñeca y retina ya le habían avisado.
Una pequeña astro-recolectora pedía auxilio. El protocolo exigía motivo y diagnóstico: el soporte vital estaba a punto de colapsar. Logar autorizó la apertura de emergencia, envió instrucciones y desactivó el campo de fuerza.
Los remolcadores acudieron a la Sigma Arquemist, una nave dedicada a recolectar flora y fauna en mundos habitables del universo conocido. Tripulación pequeña, menos de veinte personas; expediciones financiadas, en parte, por contrabando: drogas exóticas para ricos nuevos y minerales luminosos para coleccionistas.
La nave emergió como una enorme beluga espacial. Como Alicia cruzando la madriguera del conejo, atravesó el portal. Su motor agonizaba; los remolcadores la guiaron con suavidad.
Mientras la nave se acercaba al muelle, Logar corrió a su camarote. Desempolvó un instrumento antiguo y precioso: una daga ritual para honrar a Kali.
Aquella noche, a la hora de la cena, su diosa tendría sangre. Su sacrificio. Y su ansiado silencio de nuevo.
En el umbral del tiempo mi existencia persiste. El flujo temporal inunda de infinitos recuerdos que se asoman en mi mente como polillas en un candil. Aunque si he de elegir, mi instante perfecto es hoy. Ahora. Siervo de Artemisa, soy el deseo más perverso de la luna llena. Perfume de tu cuello que embriaga el aire mientras soy sombra. Latido constante, respiración frecuente, tenso es el momento de delirio inminente. Notas de fuga barroca se liberan del pentagrama, rumor de batalla si hay suerte, pero siempre con ventaja. Elegante danza de la guadaña que siembra la vida con la muerte. Sabor ocre que extingue el ruido, sacia mi instinto y mi alma que vuelve al olvido se duerme, pero no se aplaca. Dulce el sabor que queda en mi boca.
Nunca he hecho una proyección astral. ¿Qué no sabes qué es? Sí, eso de que tu alma se salga de su cuerpo y campe por ahí alegremente mientras tu cuerpo yace en estado catatónico. Y no será por no haberlo intentado.
Cuando era un alocado adolescente, quedé prendado sin remedio de la preciosa vecina de abajo. Que, además de preciosa, estaba muy buena.
Me gustaba y también me asustaba. Le tenía un miedo atroz. Todo lo que tenía de guapa lo tenía de bestia, y vi varios enfrentamientos con hombres, que en intentos de un acercamiento romántico quedaron mal parados.
Recuerdo cuando se enfrentó con los obreros que trabajaban en la construcción de un edificio frente a casa. ¡Cómo la piropearon aquella tarde cuando pasó insolente y pizpireta caminando alegre por la obra! ¡Cómo gritaban ellos, cuando con cara de toro desbocado saltó la valla y se les abalanzó! No dejó ni un casco sin manchar de sangre.
En vez de seducirla directamente, empecé a coquetear con el esoterismo en busca de una solución para mi reciente mal de amores. Corrí a la librería más lejana, puesto que en la cercana me conocían y no me hacían caso. Me compré La Guía Práctica Esotérica Ilustrada con Pegatinas de los Arcanos Mayores. Y empecé así a adentrarme en el mar de los misterios ocultos.
Conseguí crear, según instrucciones de mi preciada guía ocultista, un perfume embriagador con propiedades atrayentes y me presenté muy confiado en la puerta de su apartamento al más puro estilo de Mario Casas en Tres Metros sobre el Cielo. Recibí un puñetazo en la nariz que me quebró el tabique nasal. De vuelta a casa, hecho un alma en pena sangrante, todos los perros querían montarme.
Intenté un hechizo de amarre con invocación espiritual incluida. El ente que acudió resultó ser el de la pescadera del mercado, que murió de intoxicación por sardinas en mal estado hace unos meses. Ella intentó convencerme de que en verdad me convenía su sobrina Paca. No se lo quise permitir, pero hizo lo que quiso y Paca apareció esa misma tarde por el barrio, buscándome desesperadamente con tres kilos de mejillones y dos de gambas. Por suerte no supo encontrarme.
Pospuse los hechizos de amarre cuando leí la posibilidad de verla en la ducha de manera oculta en una proyección astral. Y empecé a intentar los diversos métodos que existen para tal cometido. Empecé con la proyección mental por relajación meditada. Lo intenté esa misma tarde y desperté a las diez horas, muy descansado y sin haberlo conseguido.
Lo intenté por medio de un ritual, pero volvió a aparecer la pescadera, enfadada y resentida por no haber hecho caso a sus consejos y cortejar a Paca, no me concedió la experiencia extracorpórea. Y me amenazó con ser el alma en pena que aterrorizara mi morada.
El sistema de entrar en el plano astral por medio del sueño me concedió otras diez horas de descanso, pero no funcionó. Así que solo me quedaba tener una experiencia cercana a la muerte. Calculé concienzudamente la cantidad justa de matarratas mezcladas con aguardiente para poder pasar unas horas en coma. Animado por el presentimiento de que esta vez iba a salir perfecto y sintiéndome un tenaz hechicero, mezclé los ingredientes en el trayecto del colmado a casa y me lo bebí subiendo las escaleras. Me desvanecí en el último peldaño y bajé rodando, golpeándome en todos y cada uno de los escalones de mi edificio.
Es así como morí.
Y es así como no conseguí una proyección astral.
Antes de ir hacia la luz, como todavía me quedaba algo de humanidad, quise despedirme de la causante indirecta de mi muerte, mi vecina. Al entrar en su casa y verla desnuda con esa cosa tan larga colgándole entre las piernas, me di cuenta del engaño. Descubrí que era un policía nacional de incógnito que investigaba a un posible violador en serie en el barrio.
Es por eso por lo que ahora estoy en esta casa como poltergeist, señora médium, que ya es bastante lo que tengo con mi pena, como para que además tenga que estar lidiando con usted y sus preguntas dichosas.