
Desafiando la gravedad, el paladín esquivo de un salto a sus perseguidores, acercándose peligrosamente a su posible derrota. Con el acantilado a su frente y un mar plagado de alimañas solo tenía una alternativa de huida.
El páramo tenebroso era un buen refugio, un lugar ideal para quien no quisiera ser encontrado. Solo había un detalle, nadie salía con vida de allí. Ya no era perseguido, el lúgubre aspecto de la entrada del páramo era suficiente para abandonar una batalla ganada.
El paladín, al ser de raza élfica estaba bien acostumbrado a la noche, a las largas marchas y a la batalla. Se adentro en el sombrío camino sin más luz que el reflejo de la luna en su argentada armadura. El susurro de entre los árboles muertos del camino hizo a nuestro elfo desenvainar su espada llameante, iluminando parte del camino.
Arañas espectrales, mal asunto, salían de entre las sombras, eran muchas y enormes. Convocando el Sello de la Venganza, se dispuso a la batalla. Con una espada en cada mano, nuestro héroe, despedazo de un solo estoque a los primeros arácnidos en aproximarse, esquivo venenos y mandíbulas hasta llegar al centro del enjambre. Combatió con sus afiladas hojas a las más cercanas, pero pronto las arañas empezaron a coordinarse y se abalanzaron sobre él.
Al fondo pudo observar una figura femenina, pero pronto quedó sepultado por sus agresores. Nuestro paladín estaba inmerso en un sortilegio de tormenta divina que iluminó todo el páramo y destrozó a todas las alimañas que había a su alrededor. Las demás huyeron deslumbradas por el hechizo.
Cansado y herido, el elfo se sentó en el suelo e inició el cántico de una oración sanadora. Tras él, una sombra se acercaba. Una poderosa bruja acechaba en las tinieblas, tras el conjuro de ofuscación que había lanzado aprovechando la lucha con los arácnidos, Con su ponzoñosa daga se dispuso a asestar al elfo herido un estoque fulminante, pero el paladín tenía un as en la manga, su segunda espada, todavía desenvainada había sido encantada con el don de la revelación. Un golpe certero en el momento preciso y la cabeza de la bruja rodó por el suelo.
– ¿Sabes Sandra? Después de que te pusieras a modificar el videojuego cada vez me parece más aburrido.
– Cariño, no hay quien te entienda, ¿Quieres facilidades o no las quieres? Quien entiende a estos humanos, templo de dudas e inconformismo que levitan en su mundo de desesperante incertidumbre.









