
Era un callejón muy oscuro, fuera del dominio de las cámaras de los locales de ocio, en medio del silencio, sin rastreo, gracias a la interferencia asesina de señal de un bloqueador casero. Estaba apoyado en el muro, detrás de los contenedores de basura, inhalando una bocanada de vapor de un aparato brillante ensamblado a mano. El individuo vestía un suéter envejecido por el tiempo, que gracias a su capucha solo mostraba su boca. Las chicas, que sabían a lo que iban, fueron acercándose a él.
– ¡Hola! ¿Eres el vendedor de sueños? – Dijo la portavoz del grupo.
– ¿Traes el dinero?
– Sí, 18,35 Criptos en tarjeta sin número de serie.
El encapuchado pasó la palma de su mano enguantada por la tarjeta, la tela de la manga se iluminó en azul y proyectó al aire una cifra encriptada.
– Es correcto. ¿Sabéis cómo funciona?
– ¡No! – Dijeron las tres al mismo instante.
– ¡Bien! Esta tarjeta PicoSd tiene el programa – El hombre enseñó la pequeña tarjeta negra que llevaba en la palma de la mano. – Supongo que todas tenéis un lector desbloqueado en vuestro dispositivo.
– Yo no – Dijo una de las chicas.
– Te puedo vender uno, pero te costará un aumento de 20,00 Criptos.
– Pero eso es muy caro.
– Pues verás desde fuera cómo tus amigas flipan.
La joven manipuló el teclado virtual invisible proyectado desde su dispositivo de pulsera, con un gesto de muñeca, la tarjeta de Criptomonedas, que ahora estaba en el poder del encapuchado, subió a la cifra acordada.
– Bien, cuando insertéis la tarjeta encontraréis un archivo ejecutable que instalará un programa en vuestro dispositivo. Es válido para tres sesiones de cinco horas de duración. Tras ese tiempo desaparecerá todo rastro del programa. Sincronizaros para poder entrar a la vez.
– ¿Hay que hacer algo más? ¿Cómo funciona?- Preguntó la portavoz.
– Una vez hagáis correr el programa, entraréis. Será por una puerta trasera, así que no tendréis que identificaros. Una vez dentro tendréis acceso a cualquier sala, a todos los juegos y a todos los eventos.
– ¿A los conciertos?
– Sí, claro.
– ¡Guau!
– Si eso te impresiona, ahora viene lo bueno. Tendréis acceso a todas las tiendas de ocio, de los locales virtuales, con una pequeña modificación.
– ¿La ropa será gratis?
– Sí, también, y la podréis llevar hasta que se os acabe el tiempo. En ese momento desaparecerá todo lo que hayáis comprado y se os expulsará de la sala.
– Y… es verdad que podemos…
– Sí, en la tienda habrá también alcohol y drogas, el efecto será el mismo que en la vida real, así que id con cuidado.
– Pero si es virtual, las drogas no nos pueden hacer daño real, ¿no?
Bajo la capucha se percibió una discreta sonrisa burlona, hizo una pausa para inhalar otra bocanada de vapor, que expulsó con cierta potencia, dejando a su alrededor una nube con aroma a menta artificial.
– No, físicamente, claro. Pero son drogas y tienen efectos sobre la mente. Si la tomáis y el tiempo se termina, os quedaréis sin el efecto de repente, y eso no lo va a tolerar muy bien vuestro cuerpo. ¡Buen viaje, señoritas!
Portishead – All Mine