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  • Cruzando

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál el mayor riesgo que te gustaría correr, pero no te atreves?

    Con un suave chapoteo anunció su llegada, no hizo falta saludos, tome asiento, abone el pasaje y comenzó a remar. El ocaso nos invadió en silencio y así continuamos un buen rato, hasta que el aburrimiento me hizo buscar una conversación.

     – ¿Mucho trabajo?

     – Siempre lo hay.

     – Ya, me imagino.

    Llevaba un abrigo grueso que terminaba en capucha y con la oscuridad del lugar como ayuda no lograba distinguir la cara, pero sí su voz, muy ambigua, aun así, aunque le creía hombre por la fortaleza al remar, si me dicen que era una mujer tampoco me hubiera extrañado. Andaría también aburrido, pues empezó con una pregunta. La más obvia.

     – ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué estás aquí?

     – Pues había conocido esa noche una chica maravillosa, tras unas copas y unos bailes empezamos a hablar, las palabras se convirtieron en besos y los besos en ganas de intimidad.

     – Normalmente, la gente que pasa por aquí no lo hace por amor.

     – Me imagino, pero la pasión a veces te lleva al abismo. Ella me dijo que podíamos ir a su casa, pero que no podía estar mucho tiempo, no podía amanecer allí. Y yo, que tras la última copa pasaba una etapa de todo me da igual, acepté la propuesta.

     – Alcohol y carretera, mala combinación.

     – Verdad es, pero su casa estaba a dos calles, fuimos andando. Una vez dentro nos desnudamos como dos desesperados y empezamos a probar la resistencia del sofá. Terminamos en la cama lo que habíamos empezado en el salón y al poco tiempo ocurrió lo que no tendría que haber pasado.

     – ¿Qué fue?

     – Que nos quedamos dormidos. Se escuchó la puerta de la entrada y ella me despertó a gritos de que era su marido y que iba a matar.

     – ¿Fue muy violento?

     – No, si creo que ni me vio. Me escondí en el balcón y pude salir porque él entró en el baño, salí corriendo, resbalé por las escaleras y quedé inconsciente.

     – ¿Y no murió?

     – Mi muerte ocurrió luego, en el hospital me inyectaron un calmante que al parecer me hizo reacción y bueno, todo lo demás ya lo conoces.

     – Al menos murió feliz.

     – Sí, no me quejo. 

    The Doors – Break On Through (To The Other Side)

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  • Ofrenda al mar

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál el mayor riesgo que te gustaría correr, pero no te atreves?

    Huellas en la playa, es todo lo que pude saber de ella, se perdían en la orilla y eran barridas por la marea, que ahora subía, intrépida, asesinando los rastros. 

    Poco antes paseaba cabizbajo, con mi mente torturada por algo que no hubo y se fue.

    El olor a mar invocaba el rubor de mis lágrimas. Y sin pensarlo demasiado, me deshice de mi ropa y me lancé con rabia a la mar. A luchar con la salada espuma en busca de exorcizar mis fantasmas, en un combate a muerte con los elementos, que allá donde el horizonte se volvió sangre, conseguí perder sin remedio. Muriendo. O creyéndome perecer.

    Ella estaba allí, sentí sus labios, mientras despertaba sorprendido, calientes como el sol que golpeaba mi cara, delicados como el adiós de la luna en el ocaso. Desconcertado, la vi volver al mar, desnuda, sin miedo. Mientras me incorporaba confuso, amando el mar con todo mi ser, olvidando el motivo de mi tormento.

    Tras las huellas ya no había nada.

    Solo silencio.

    Alguien cantó a lo lejos, algo triste, un lamento. Una voz dulce, como la miel que quedaba en mis labios.

    Esa fue la primera vez que besé a una sirena.

    La Habitación Roja – Posidonia

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