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  • Reformular palabras con letras perdidas

    Sugerencia de escritura del día
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    Cierto día, dibujando nubes en mi cuaderno viejo, descubrí con espanto que había vocales que, como presos de pánico en una cárcel de situaciones incómodas, estaban huyendo de mí.

    Me di cuenta de la desaparición de la a cuando, al expresar alma, apareció en su lugar el éter, que con su efluvio desordenado me invitó a la calma. Yo, carente de la comprensión de la letra en fuga, quise entender que era el colmo, condenado el significado de la paz, convirtiéndola en la lid de un ejército sin batalla.

    Se me atragantó la vocal, cuando quise amar y solo supe querer, cuando al caminar solo pensaba en volver y cuando un rato después, la presencia de la desaparición de mi amiga sonora, se convirtió en tartamudeo sordo, no solo por no ser capaz de pronunciar, tan solo poder enmudecer, sino que además, la mar se convirtió en lamer y en vez de llorar, al no poder usar mis lágrimas, solo me quedó querer perder y esconder las palabras.

    Fue en un grito que supo a sorpresa cuando, de repente, en un atisbo de cordura, encontré a la letra que se había quedado muda. El miedo de la rima fácil que, con mi ingenio también perdido, y mis ganas de recuperar el tiempo, que en la juventud tanto gastaba, la había hecho esconderse en el paladar, justo en su curva, simulando ser la d de duna.

    Fue más fácil de encontrar la erre que se quedó entre mis dientes, Cuya ausencia me obligó a hablar en chino cantones, o la y griega, que vino sola, expresando afirmativos sajones, o cuando se extinguió la equis, que todavía no sé si existe o es tal vez, el amor de una madre en la alegría imberbe del día de antes de la noche de reyes.

    Love of Lesbian – Planeador

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  • Novicia

    Sugerencia de escritura del día
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     – ¡Oh!, estará encantado con esta tarta de… ¿De qué dijiste que era, cariño?

     – De fruta de la pasión.

     – Muy apropiado, entra, ya están en pleno ritual.- 

    La anfitriona de la casa le acompañó en la entrada del enorme caserón y se dirigieron al sótano. Reinaba un ambiente solemne a la vez que festivo, Todos engalanados con togas lustrosas de color negro o rojo con ribetes dorados en las solapas.

     – ¡Chicos! Esta es Dana, la vecina, viene a participar, mirad que trae de ofrenda, un pastel de… ¿De qué me habías dicho?

    Todos la saludaron desde sus puestos, se escuchó cuchicheos y alguna que otra risa, pero enseguida se silenció el ambiente. Le asignaron un sitio cercano al círculo, de vistas preferente, al lado de la anfitriona, le dieron la toga blanca de iniciada que se puso enseguida encima del vestido.

    El sacerdote, con toga roja y ornamentada, empezó con un cántico en un extraño lenguaje que sonaba monótono y gutural.

     – Ahora empieza lo bueno – Iba comentando la anfitriona – Por cierto, me llamo Agnes.

    Una potente llamarada salió del centro del círculo, de color rojo vivo que iba tomando aspecto de persona, tras terminar el sacerdote la tonada, en una humeante explosión de humo del círculo apareció un señor con barba perfilada, vestido de traje y americano color burdeos, miro alrededor y saludo con la mano. El sacerdote fue a su encuentro, intercambiaron algunas palabras en el extraño idioma.

     – En cuanto acabe el protocolo de seguridad podremos ir a saludarlo- Comentó Agnes a Dana emocionada.

    Tras una corta ceremonia, un último y breve cántico en el que todos entonaron dicha oración al más estilo coro eclesiástico, el pontífice procedió al borrado de parte del círculo, liberando al señor del conjunto burdeos. Todos se acercaron, le estrechaba la mano y saludaban efusivamente, algunos hasta se abrazaban a él. Agnes, que ya estaba hablando animadamente con el invocado, le hizo señas a Dana, para que acudiese, y así hizo ella.

     – Me han dicho que eres nueva en la congregación – Le dijo el evocado personaje que, con cara de pícaro y el aspecto latino de Antonio Banderas, la miraba con interés

     – Sí, y como buena acolita le traigo este pastel como ofrenda.

     – Tiene un aspecto delicioso. Menos mal que no se trata otra vez de sangre de virgen o algún animal muerto. Ofrendas inútiles con las que no sé qué hacer. Con esto tendré desayuno para mañana. Por si nadie le ha dicho quien soy me llamo Lucifer – 

     – Mucho gusto – Le dijo Dana a punto de ofrecerle la mano en acto de saludo, pero el demonio se adelantó y le dio dos besos, uno en cada mejilla haciendo ruborizar a la dama.

     – Bienvenida a la orden.- Le dijo alejándose entre la gente que lo reclamaba con ímpetu.

     – A que es guapo – Le susurró Agnes.

     – Extrañamente seductor – 

     – No es por nada que el Lucero del Alba lleva su nombre.

     – ¿Venus?

     – Si

     – Pues muy femenino no es.

     – No, pero sabe tratar a las féminas. ¿De qué me dijiste que era la tarta?

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