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  • Algún día de verano.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es tu festivo preferido? ¿Por qué?

    El verano me regaló tu nombre y el invierno me lo hizo olvidar. Sabor a licor, de frío norte, buscando el cálido contacto de una caricia. Azul penetrante en mar en calma, susurrabas de camino la canción que te enseñé en la alcoba. Fue tan breve que olvidarás mi rostro, tan intenso que compartiremos el dolor de las hojas de otoño al caer, heridas al suelo. Pensaré en tu extraño “te quiero”, en el silencioso abismo del adiós.

    El verano me regaló tu nombre, otra vez.

    Doble Pletina – Música Para Cerrar las Discotecas.

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  • Lunares negros

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es tu festivo preferido? ¿Por qué?

    Recuerdo aquel día nublado y triste, hace tanto tiempo que me sabe borroso ya, en la primavera de mis primeros versos, marcado en la memoria del calendario, rodeado en el rojo de los besos más tiernos. Pasé un rato escondido de rabia, pero supiste encontrarme. Tu cabello en ese instante, fue el sol que brillaba dorado, desafiando el gris despertar de la lluvia de otoño. Y me dejaron solo, solo la luz azul de tus ojos, no había más a mi alrededor. Tu sonrisa, el mar y un “te quiero” con un adiós en medio.

    Me hablaste del calor de los vientos de levante, de la alegría a palmas de primaveras bajo el olivo, de las lágrimas que saltaron por volver a vestir lunares, del perfume de azahar que a tu cuello se agarra, salvaje. Quise creer pasear por el río contigo de la mano, burlar la curva de los girasoles, agarrando tu cintura, alrededor de faroles y caballos, danzando a ritmo de una guitarra. 

    El abrazo no quería terminar solo, me quemaste los labios con tu dedo y el adiós murió en deseo.

    Sr. Chinarro – Gitana

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  • El día de las Leyes Sagradas

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es tu festivo preferido? ¿Por qué?

    – ¡Por Dios, qué pereza!

     – Papá, tienes que ir.

     – En fin, no me esperes para cenar, que esto se va a alargar.

    Jose Carlos era un tipo normal en casi todos los sentidos, con un piso en un barrio cerca de Murcia. Una adorable familia, Eleonora, su mujer, dos hijos Carlitos y María y el perro Wally un dálmata al que se le habían caído las manchas de preocupación. Adoraba ver comedias, los días de lluvia y compartir almuerzo con su familia los domingos. 

    Pero este domingo tenía otros planes, aparte de electricista a punto de jubilarse, José Carlos era el Dios supremo de Eleonoro, un mundo que estaba situado en el trastero, al lado de la lavadora y cuyo nombre fue puesto como homenaje a su mujer. Hoy celebran un festivo en su honor, como todos los años tenía que asistir.

    Hubo un tiempo en el que los habitantes de ese mundo, comúnmente llamados gamusinos, estaban en constante guerra, y Jose Carlos, preso de la furia, se presentó en Eleonoro dispuesto a exterminarlos a todos con su poder del rayo, al ver la magnitud de su poder  imploraron clemencia, el Ser Supremo disparaba truenos y centellas arrasando la superficie del planeta. Pero Él era un dios misericordioso y les propuso un pacto. Escribió una serie de leyes en la hoja de una palmera, implementando la lógica televisiva, tomando a Gila como referencia. Así impuso sus normas sagradas y los gamusinos tenían el deber de cumplirlas. Por ley divina. Para conmemorar el pacto, todos los 25 de febrero se celebraba el día de las leyes sagradas.

    Era una festividad mundial, todos se reunían, había eventos públicos y todos los gamusinos esperaban ver en el cielo el gran ojo de su redentor y escuchar la famosa frase que le caracterizaba: “Portaos bien, que os estoy vigilando.” Varios actos conmemorativos inundaban las plazas de las ciudades, El ritual de bienvenida por la mañana celebrado por el pontífice del lugar, la procesión de “los inmensos dolores de cabeza que me hacéis pasar”, símbolo de la preocupación del Señor Dios Jose Carlos en su infinito amor por el pueblo gamusino. Antes del mediodía, la toma del vermut con aceituna consagrada. Y por fin, a media tarde, la ascensión divina en cuerpo y alma en la Plaza de la Santa Palmera, lugar donde fueron escritas las Leyes del Pacto de La Alianza José Carliana.

    Descendió lentamente de entre las nubes, desde el centro de un rayo de sol, como suelen hacer los dioses. Sus adeptos estaban congregados alrededor del monte, habían venido en peregrinación desde todas partes del mundo. Federico, el sumo pontífice, estaba arrodillado frente al trono que habían construido tras la palmera sagrada. 

     – Bendecido seáis todos los que estáis aquí reunidos, fieles a mi misericordiosa misiva, palabras sagradas que se debe cumplir por los siglos de los siglos. – Dijo José Carlos, llegando desde los cielos a su ornamentado trono.

     – Palabra de José Carlos – Dijo el pontífice.

     – ¡Amén! —gritaron todos.

     – Podéis empezar a festejar.

     – Señor, este año tenemos una petición.

     – Claro, sí, como siempre, a ver, ¿qué queréis? ¿Más lluvia? ¿Cosechas abundantes?

     – No, no, Señor, eso por ahora va bien. Tiene que ver con el fútbol.

     – ¿El fútbol? ¿En qué sentido? Yo permito el deporte, no puedo beneficiar a ningún equipo, que gane el mejor, ¿no?

     – Lo que queremos es ver el fútbol de los ángeles, el que practicáis en el cielo.

     – ¿Cómo?

     – Le explico, cómo sabe nosotros hemos avanzado tecnológicamente, hemos creado un gran telescopio para conocer que hay más allá del cielo.

     – Vale, ¿y qué tiene que ver eso con el fútbol?

     – Pues que con el telescopio hemos podido ver lo que hacen los ángeles, y es jugar al fútbol.

     – Me tenéis descolocado.

     – Sí, hay un equipo que se llama Atlético de Madrid, otro, Barcelona…

    – ¿Coño, y como veis eso?

    – Pues con el telescopio, lo emitimos en directo, pero es que ocurre no sé qué fenómeno astrológico que nos tapa a veces la visión, y no sabemos qué hacer. Creo que el sábado hay final y nadie quiere perdérselo.

     – No os preocupéis, en mi infinita bondad me ocuparé de las interferencias.

    Tras una tarde de fiesta y celebraciones, con unos fervientes seguidores especialmente alegres, Jose Carlos, cansado de tantas bendiciones, decidió despedirse y ascender a los cielos, no antes sin despedirse con unos salmos. Llego a casa y eran casi las once, su mujer le esperaba ansiosa de recibir noticias de los gamusinos.

     – ¿Qué tal te fue este año, José?

     – Buen, bien, han avanzado mucho. Una cosa, antes de que se me olvide, habrá que dejar abierta la puerta del trastero los días que haya partido o nos veremos obligados a ponerles una tele en el trastero.

    Faun – Walpurgisnacht
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