
– Siempre he pensado que esto es como un sueño.
– A veces, Jenny, te noto muy rara.
-¿Qué más da? A veces no quiero ser yo.
-Qué profundo te ha quedado, tía.
-Prefiero profundizar en otros aspectos de la vida.
La atmósfera creada era húmeda y densa. Recreaba una noche en la orilla de la playa. Como el proceso era personal, cada uno percibía matices distintos. Para lo que uno era azul para el otro verde. Pero los dos vivían lo mismo.
-Creo que hoy prefiero no filosofar demasiado.
Ella se acercó al joven que andaba sentado desplegando menús virtuales en la hoguera y se sentó encima de él.
-Pero tía, ¿y tu novio?
-Mi novio no está aquí.
-Pero Johnny es mi bro, no le puedo hacer esto. Además, sois otp.
-No le estás haciendo nada, total, esto no es verdad. Aquí no somos reales
Él quiso hablar. Ella pensó que las palabras sobraban. Sus labios ardían, su boca se posó sobre la del sorprendido muchacho de piel bronceada y poca vestimenta.
La chica se levantó y en una corta carrera desde la orilla se zambulló entre las cálidas olas de ese mar inventado por una aplicación. Apareció a unos metros entre la espuma salada. Agitaba provocativa, la parte baja de su bikini, que agarraba en su mano mientras el retroceso del oleaje dejaba imaginar su cuerpo desnudo.
Fue instinto lo que hizo que él, entre risas, la persiguiera a través del oleaje, atrapándola en la orilla y dejándola caer suave en la arena. Acarició su cuerpo, besó su cuello y noto cómo resbalaba su mano, entre aroma de mar y sal hasta posarse entre sus piernas.
Ella se encontró con su mirada, provocando al juego de sus manos en su pecho. Él quiso probar el sabor de su cuello y el latir de su deseo. Rodaron por la orilla, envueltos por el movimiento de sus cuerpos, que se fundieron sin remedio en la danza del fuego.
Fue cuando ella cerró los ojos y su cuerpo se arqueó en un respirar profundo, cuando el cielo se rompió en una frase que anunciaba el fin del juego.
Desconexión inminente, por favor guarden sus archivos.
La luz eléctrica de la habitación le devolvió al mundo real. Volvió a ver sus arrugadas manos, las mismas que ahora desconectaba el dispositivo conectado a su cabeza. Ese que le transportaba al mundo de los sueños.
– ¡Abuela! ¿Otra vez estás usando mi avatar?