
A Commodore lo adopté allá por el 88, esa época en que recién salimos del blanco y negro, 64 como cariñosamente se presentaba. Con sus 8 bits y sus 64K era muy espabilado para su edad. En el parque, era el más rápido, el que mejor cantaba y el más silencioso al esconderse. ZX Spectrum, que siempre iba con un radiocasete de doble pletina escuchando heavy metal y Amstrad, con sus gafas de sol tintadas de verde, se metían siempre con él, le llamaban bicho cuadrado y se jactaban de tener más videojuegos. Es que 64 era muy serio para su época.
Años más tarde, adopté a Amiga, la hermana de 64, muy lista y ágil, que vestía siempre a la última moda. Éramos felices los tres hasta que Amiga se echó de novio a 386, lleno de pegatinas e implantes, era un clónico sin nombre que pasaba el día colgado en el sofá. Se dedicaban a quemar DVD que luego vendían en el mercado negro para poder conseguir expansiones.
Pentium llego a mi vida con un pantallazo azul y empezó a coquetear con extraños sistemas operativos que se administraba directamente por USB, le afectaba en el sector de arranque y le producía bipolaridad. Pasaba varios días sin poder arrancar bien, vomitando código y con un profundo mal humor. Tuvo un enfrentamiento con un servidor IBM que le costó el despiece.
Macintosh vino a casa presumiendo de potencia y estilo. Era imparable, super-conectado, triunfaba en la red. Aunque de gustos caros y delicado de paladar. Con un potente síndrome workahocolico severo que lo hace trabajar hasta desmayarse, que ocurre varias veces por semana, se resiste como un jabato a pedir una jubilación ya tardía.
Estoy esperando ansioso que mi próxima adopción sea algún tipo de aparato híbrido, compacto, ultra conectable, multifuncional, ecológico, manufacturado de manera ética y si puede ser quirúrgicamente implantable. No pido mucho más, solo que sea barato y que me dure al menos diez años. Lo normal.
En un rincón donde guardo mis trastos más preciados, todavía tengo intacto a 64, con su lector de casetes y sus enormes teclas marrones, esperando paciente a que le cargue aquel juego que siempre quiso ejecutar.