
Los métodos de Padre eran fríos, calculados y sobre todo inexorables. Yo lo entendía, no lo compartía. Pero así son las normas. Tristes normas de convivencias en un mundo lleno de carencias. Así que decidí acceder.
Ahí estaba él, en la puerta, esperando a entrar. Guapo, avispado, con esa mirada de inocencia de niño que espera en secreto a que Papa Noel entre cargado de regalos.
Hace dos años que Padre me lo asignó. Mi cuerpo me lo pedía, la soledad también. Le conocía profundamente. Había estudiado cada segundo de su existencia. Lo había desnudado en cuerpo y alma. Eso sí, desde la distancia, en la sombra. Ahora debía entrar y dominar mis miedos.
– Oye, yo… No… No sé si estoy preparado para esto. -Me dijo al entrar, revolviendo los demonios que me atormentaban. Los que se alimentaban de mis dudas.
– ¿Y si damos un paseo? Así te enseño la ciudad.
La brisa de la mañana fue liberándome de la desidia. Parece mentira lo poderoso que podía ser unos rayos de sol, buscando mi piel, en una cárcel de hormigón y cemento. El efecto en él, supongo que fue parecido, pues empezamos a hablar; de nosotros, de nuestra vida, algo que ya conocíamos, sí, pero no habíamos tratado en persona. Y ocurrió algo que no esperaba. Me sentí acompañada por ese desconocido que hoy se presentó por primera vez en mi vida ante mi puerta.
Sonreía mucho, su mirada era alegre, más allá de los fríos videos y fotos que compartíamos, de las comparaciones e informes que no dejaban traspasar la calidez de una mañana como la de hoy. Eso echaba de menos.
– Creía que iba a ser más difícil. Pero ahora al menos estoy seguro de que me caes bien.- Me comentó él animado por la charla.
– Sí, pero creo que no nos conocemos.- Hablaron mis dudas.
– Padre me fue enviando todo sobre ti, es extraño, pero te conozco bien.
– Conoces lo que Padre sabe de mí. Lo que ve, y lo que digo. Pero no conoces lo que no digo.
– Pero Padre es…
– … Es una máquina.- Había miedo en su mirada, Quizá había alguna absurda ley quebrantada por mis palabras. No había grandes castigos, solo difíciles soluciones.- Padre es una máquina creada por humanos. También tiene fallos.
– Bueno, tenemos una semana para decidir. A mí me gustas, respeto tus dudas. Tomate tu tiempo.
– A mí también me gustas. Eso creo. Solo que no creo que sea la forma. Necesito libertad, en esto y quizás en todo. En todo lo que tiene que ver con mi vida.
– Creo que por hoy ya he tenido demasiadas emociones ¿Nos vemos mañana?
Me di la vuelta, confusa, frustrada. Todas las personas que conozco hacen esto de forma automática, se someten, obedecen los consejos, se emparejan y viven felices el resto de sus vidas. ¿O no es así?
Fue entonces cuando lo vi, estaba allí, frente a mí, ya había visto ese cartel otras veces y me parecía una estupidez. Pero ahora no. De repente sentí necesidad de compartir algo más con él. Titubeé un largo segundo y le llamé;
– ¡Espera!- Él caminaba lento, cabizbajo, nadando entre las dudas que habíamos sembrado y las que nos habían impuesto. La sorpresa fue quien le hizo volver.
– Quiero enseñarte algo, Pero antes ven aquí. Necesito algo de ti.
Le abracé, fuerte, sin esperarlo, al principio el dejo los brazos flotando en la duda, pronto apretó fuerte fundiendo sus labios con los míos, en un largo instante, infinito, que no se quería acabar. Lo que ocurriera después será definitivo.
Forme parte de la colonización extra-planetaria. Disponible plaza para emplazamientos coloniales en Kepler y Teengarden b. pulse aquí para más información.
