
Con cierta emoción y con la mente bien despejada, pulsó el enorme interruptor azul, el de contacto. Tras recostarse, la máquina, con su voz artificial, empezó su diálogo.
– Cargando núcleo.
La pantalla, salpicada de líneas de texto verde, empezó con su rutina. Un leve zumbido mecánico hizo mover ocultos engranajes en la cabecera de la camilla.
– Cargando emisores de flujo
Frente a su mirada, un brillo iridiscente hizo que sus parpados empezaran a pesar.
– Escaneando corteza del hipotálamo
La respiración era dulcemente suave, sus ojos ya cerrados, empezaron a moverse de manera involuntaria.
– Cargando sincronización en perímetro encefálico.
Luciérnagas, millones de ellas surcando su mente, envolviéndolo como una bruma de nube carmesí de cielo cuando le abandona el sol. Abarrotando de repentinas estrellas fugaces sus pensamientos.
– Conectando con módulo canalizador de subconsciencia.
Flotando alto, el firmamento le envuelve, la espiral le engulle, su ser se expande. Sus manos… Su cuerpo brilla. Sus ojos se abren.
– Ejecutando panel de control.
El horizonte equilibra sus sentidos, miles de almas perdidas ríen y lloran, se desvanecen en el tiempo, ansían llenar el sendero de la serendipia asombrosa que tras cruzar la frontera nos inunda de la sensación de efímeros recuerdos tendidos al viento.
– Bienvenido al sueño, señor Morfeo.