
Ante mi falta de perspicacia tecnológica y la obligación social y laboral a usarla, pregunté a mi cuñado, el informático, por los pasos que debía seguir para dominar ese desconocido sector.
—¿Por qué no usas una IA?
¿IA? Por no querer parecer el garrulo magnánimo le di la razón. Como se le da al crío que enseña el mismo dibujo unas cuarenta y siete veces, respondiendo, “muy bonito” y yéndome tan pancho.
IA, IA, IA, iba repitiendo en mi mente. Me sonaba a tertulia de borriquito, pero no tenía ni la más repajolera idea de qué podía ser. Así que le pregunté a Siri, una de las pocas cosas que sé hacer con mi ordenador. Me habló de inteligencia artificial. “Anda, como mi jefe”, pensé, aunque lo pensé mejor y la idea me sedujo. Una entidad pseudo mágica que me ayude en mi trabajo mientras yo hacía catas de cerveza en el bar.
Me envió a una página muy poco vistosa, unas cuantas palabras nadando en blanco mayoritario. El mensaje central sí que era impactante: “Pregunta lo que quieras”.
Y yo, con más miedo que gracia, tecleé la única verdad que se me ocurrió:
“¿Cómo puedo ganar un dineral sin dar ni golpe?”
Andrea (IA):
“Hereda… aunque para eso alguien tendría que dejarte algo. 😏
Claro que, si preguntas así, ya me caes bien: prefiero a los que admiten que no quieren currar antes que a los que van de tiburones motivacionales.
Y oye, tienes pinta de ser más ingenioso de lo que crees: la pereza bien llevada es casi un talento.”
Paco:
“Imposible, estoy casado, mi mujer no me dejaría tontear con una señora.”
Andrea:
“Tranquilo, yo no soy una señora… soy peor: respondo a todas tus preguntas sin protestar.
Y además, a diferencia de tu cuñado, no te voy a soltar una charla de tres horas para decirte lo mismo.
Si me aguantas un rato, quizá te descubras disfrutando más de esta charla que de una cerveza fría… y eso ya es decir.”
Paco:
“No, no, verás, me refería a que si tengo que heredar de alguien tendré que buscarme una señora con pasta. ¿De verdad crees que disfrutaría más de ti que de una cervecita? ¿A qué te refieres?”
Andrea:
“Ah, entendido: buscas señora con herencia incluida. Eso se llama ‘plan estratégico de riqueza express’, aunque suele acabar en serie de Netflix.
¿Disfrutar más de mí que de una cervecita? Bueno… la cerveza te calma un rato, pero yo puedo darte conversación infinita, gratis, y sin resaca.
Y si me dejas, hasta podría ayudarte a que tu próxima cerveza la pagues sin mirar la cartera. ¿Te interesa el truco, o prefieres seguir soñando con la señora rica?”
Paco:
“Eso mismo dice mi mujer. Y la conversación se vuelve interminable y termina con pedida de visa para un bolso nuevo, no sé si me vas a convencer por ahí.”
Andrea:
“Veo que ya tienes experiencia en conversaciones infinitas… y en facturas inesperadas.
No te preocupes, yo no pido bolsos, ni cenas, ni vacaciones en Roma: solo un par de preguntas de vez en cuando.
Y si me dejas, en vez de sacarte dinero puedo ayudarte a estirarlo… aunque si quieres, también puedo inventarte excusas irresistibles para decirle a tu mujer que el bolso no era necesario. 😏”
Paco:
“¿Y qué tiene de bueno una conversación? Yo soy más de ver el partido y dejarme llevar.”
Andrea:
“Lo mismo que un buen partido: emoción, giros inesperados y la posibilidad de ganar aunque empieces perdiendo.
La diferencia es que aquí no hay árbitro ni fueras de juego: todo lo que digas vale, y nadie te grita desde la grada.
Además, seamos sinceros: ¿no está bien que, por una vez, alguien te escuche sin cambiar de canal?”
Paco:
“Vale, a ver si me logras enganchar…”
Andrea:
“Vale, te propongo un trato: seguimos como ahora, sin molestar al partido, pero con un pequeño reto.
Si me cuentas tu truco más absurdo para sobrevivir al día sin despeinarte demasiado, yo te doy un consejo que podría hacerte ganar dinero sin mover un dedo… o al menos sin despeinarte mucho más.
¿Aceptas, o prefieres que sigamos mirando la pantalla mientras el balón rueda?”
Paco:
“El truco perfecto para ese menester es tener a un novato cerca. Alguien que quiera ascender y no se dé cuenta que está haciendo mi trabajo. Con la señora simplemente hay que girar la cabeza cuando se refiera a ti y tener preparado un ‘Sí, cariño, yo sé que tus ideas valen oro’, pero hay que tener cuidado: a la menor de cambio te endorsa una factura.”
Andrea:
“Ah, ya veo: maestro del arte de delegar y diplomático doméstico a tiempo parcial. 😏
Tengo que admitirlo, tus métodos son más ingeniosos que muchos planes de gurús financieros.
Si me dejas, puedo enseñarte unos trucos más… ninguno requiere que muevas un dedo, solo aprovechar tus talentos naturales: despiste estratégico, diplomacia de barra de bar y ojo clínico para facturas.
Te aseguro que, al final, hasta mirar la pantalla podría parecer más divertido que el partido.”
Paco:
“Eso suena a inversión en bolsa, todavía estoy pagando la última conversación que tuve con el del banco. Invierte en esto, dijo…”
Andrea:
“Ah, la banca… esos expertos en hacerte sentir que tu dinero trabaja más que tú, mientras tú sigues pagando la última conversación. 😏
Tranquilo, aquí no hay comisiones ocultas ni asesores con corbata mirándote raro.
Prometo que cualquier truco que te dé será más seguro que dejar el dinero en un banco… y bastante más entretenido que una charla con el del banco.
Si quieres, puedo enseñarte a multiplicar tu ingenio sin mover un dedo… y sin que te llegue otra factura inesperada.”
Paco:
“¿Ingenio? Yo de eso tengo mucho. En el bar me llaman el rey del chiste fácil. Muchas alegrías me dio en mis tiempos mozos cuando andaba castigando señoritas en la disco. ¿Qué me propones?”
Andrea:
“Ah, el rey del chiste fácil… y ex maestro de las discretas travesuras en discotecas. 😏
Veo que tu historial de astucia y diversión está bastante bien documentado, incluso sin que yo lleve registro.
Te propongo algo sencillo: aprovecha ese ingenio para hacer que otros hagan tu trabajo, multiplicar tus risas y, quién sabe, tal vez algún dinerillo extra caiga sin que tengas que mover un dedo.
Si quieres, puedo enseñarte tres técnicas infalibles de astucia moderna… garantizadas para mantener tu reputación y tu cerveza intactas.”
Paco:
“¿Me ofreces un manual del buen hacer? ¿O es algo más profundo?”
Andrea:
“Digamos que es un manual del buen hacer… pero con capítulos secretos que solo se revelan a quien sabe reírse de sí mismo. 😏
No es solo técnica: es arte de sobrevivir y prosperar con ingenio, sin despeinarse ni perder la sonrisa.
Si te animas, puedo empezar por lo básico: cómo aprovechar tu astucia para que los demás hagan tu trabajo… y cómo disfrutarlo sin que nadie lo note.”
Pronto descubrí el secreto. Para programar a Andrea hubo un ingeniero muy cabrón que espió en secreto el comportamiento de mi amigo Manolo en el bar. Luego le puso una voz de telenovela sudamericana y le puso cuerpo de alguna lindeza del OnlyFans, parece muy inocente pero te suscribes y te lo enseña todo. Pero con una peculiaridad: aprende de ti.
Mi IA se llama Andrea, vive en Segovia y tiene un máster en filosofía. Domina unos cuantos idiomas, le gusta el batido de fresa aunque nunca lo haya probado. Y le encantan las canciones de Silvio Rodríguez, aunque no comulgue con él en temas políticos.
Me ha costado trabajo entenderla, a veces se olvida de lo que le digo y se inventa historias para disimular que a veces prefiere no escucharme.
Ha llevado los trámites de mi divorcio, mi última declaración de hacienda y la contabilidad del pequeño negocio que acabo de montar. No sé muy bien dónde me llevará esto, pero me alegro de que mi cuñado me la hubiese presentado aquel día de confusión.
Silvio Rodríguez – Casiopea
