-El Forjaz club de Percutada, ese sí que es imbatible.
– Claro, pero después de Los Raptores de Dun Morogh, que les dará una paliza.
– Como la que te voy a dar yo a ti.
– ¡Haya calma!
– ¡Ah, camarero! Dos cerv…
– Sí, dos cervezas enanas.
– No, que sean gigantes como un orco, que hay mucho que celebrar. Hoy es la final de la copa de Forjaz de pelota Percutada
– Cualquiera lo diría con la disputa que tenéis.
– En eso te equivocas, los enanos no discutimos, siempre estamos de acuerdo en todo. Somos una piña.
– Claro, ya lo creo.
– Que sí, que sí, pregúntanos algo, verás cómo estamos de acuerdo.
– A ver, ¿Cuál es el deporte más popular entre los enanos?
– La pelota Percutada (contestan los dos enanos a la vez)
– ¿Y la mejor arma?
– El hacha de dos manos (contestan los dos enanos a la vez)
– Pero ahora os oía discutir.
– Era un debate sin importancia. Las reglas enanas para los debates son muy estrictas.
– ¿Hay reglas?
– Sí, de acero forjado y de medio metro de longitud. Cuando la dialéctica falla, empezamos a golpearnos con las reglas.
– ¿Y quién gana el debate?
– El que la rompa primero en la cabeza del oponente. La regla o la cabeza, las dos valen.
– Imagino que siempre se zanja así vuestros combates de debate, ¿no?
– Pues no, termina siendo el público quien da la razón a uno o a otro.
– Se posicionan ante el que tiene la razón, ¿No?
– Más bien lo pelean. Por eso a los debates hay que ir bien armado, menudas batallas que se han librado en algunos debates. Uno de ellos terminó en guerra civil. Es como consiguió la corona el rey enano actual.
– que en gloria esté.
– ¿Qué le pasó?
-Nada, le gustaban mucho los debates. Mira que ya empieza. ¡Fooooorjaz!
Empezó como una sensación de sueño, ligera, de amorrarse tras la primera copa de vino unas Navidades frente a la lumbre y continuo en el pesar de los párpados en un preoperatorio con focos en la cara y nervios de muerte… Apareció el túnel al que va todo el mundo cuando lo peor va a venir, pero con un curioso rebaño de ovejas eléctricas que volaban alrededor de la esencia del alma que seguía el camino correcto que marcaba hacia la luz. Solo que esta luz era de un azul suave, cielo despejado del amanecer de verano, olor a mar y sonido de pájaros volando. Atravesó el azul destino hecho de gelatina artificial de plástico, y ahí se quedó, de pie, confundido, en un blando suelo del mismo color de la luz que lo abarcaba todo.
Se dio cuenta de que no estaba solo, que había funcionado. Allí estaba ella, sonriente, emocionada, agarrada de su mano. Estuvo ahí todo el tiempo, solo que él no fue capaz de verla hasta ahora.
– Tenemos solo un momento, no quiero arriesgarme mucho más, ¿qué quieres hacer en este minuto?
Alfonso la besó, como si fuera una triste despedida, como si no la fuera a ver nunca más, y mientras saboreaba sus labios por primera vez, sintió cómo se desvanecía, como se apagaba todo.
Ahora estaba sentado en el sillón con el casco de realidad virtual que había construido Sandra para poder tener al menos algún contacto físico, aunque no fuera de verdad.
– Parece que he dormido un día completo.
– Pues solo has estado aquí cinco minutos ¿Te ha gustado?
– Ha sido maravilloso.
– Y tengo buenas noticias.
– ¿Sí? ¿Vamos a poder repetirlo?
– Tengo muchos ajustes que hacer, pero sí.
– ¿Sin riesgos?
– Ahora sé de buena tinta que no va a haber riesgos.
– ¡Que bien! ¿Y eso?
– Acabo de poderte hacerte una copia de seguridad.
– Boris, llegados a este punto, déjame que te diga algo. – La mirada de Antoine estaba hecha de lágrimas flotantes, que se quedaban surcando el aire en busca de una mejilla donde rodar – Ahora que llegó el fin de mi existencia, pido que me perdones si en alguna ocasión me he portado mal contigo. Si he sido muy duro es porque la situación lo requería…-
– Antoine, una cosa…-
– No, Boris, no podemos hacer más, tú entrarás en la cápsula de salvamento, yo tengo que estar aquí para cerrar tu escotilla y expulsar el módulo sin contratiempos, de otro modo morirías despresurizado.
-… Ya, pero es que…
– No te hagas el héroe, yo soy el piloto y moriré con este barco. Prométeme que buscaras a mi mujer y le dirás que la he querido hasta el final.
-… Pero…
– ¡Promételo!
– Sí, claro, pero…
– Ella estará triste y desconsolada. No te pases con ella.
-… Claro, es que…
– Yo sé que está de buen ver y claro… Lo entendería, pero déjale al menos que pase el luto, ¿No?
– … No te preocupes por eso… Es que…
– Lo entiendo, sí, vale. Yo estaré muerto, así que, iros lejos, donde no podáis recordarme…
– Ya está bien Antoine… Sabes que esto es un simulacro, ¿No?
– ¿Eh? ¡Claro! El dramatismo también tiene que ser contemplado. No habría realismo, sí no lo hacemos de ese modo.
– Y sabes que las otras cápsulas de emergencias no tenían ningún problema, ¿no?
– Pero le íbamos a quitar emoción a los de la base, que se aburren.
– Joder Antoine, que tenemos que pasar meses aquí, dramas todos los días, no ¿Eh?
El sudor helado resbalaba en la frente de Kendra. Un leve temblor en las manos era todo lo que necesitaba él, que estaba ahí fuera, sonriendo con su cara de ángel, para comprender que ganaba control. Fallo imperdonable pensaría su abuela.
– Sin confianza no hay pacto. – Su voz era calmada, suave, la melodía del sonido de sus palabras siempre la había cautivado. Qué mejor que las palabras para dominar la mente de una joven tan inexperta.
– Sabes que no me pondré en peligro.
– Llevamos mucho tiempo hablando de esto. Confía en mí.
– No voy a romperlo
– ¡Que lo rompas!
– ¡JAMÁS!
Su grito traspasó la protección del círculo y como una bofetada mal encajada llegó a Acham como onda de choque haciéndolo caer. Quedó en una incómoda postura que a ambos les resultó incomprensiblemente cómica. El demonio se incorporó de un salto, se dirigió a ella mientras con un gesto de manos escupió un conjunto. El círculo se deshizo llevado por un inexistente vendaval, expandiendo cenizas y polvo de tiza blanco en el curso de su destrucción
Con su boca a centímetros de los labios de Kendra, que le mantuvo feroz la mirada en todo momento, él le besó suave la mejilla. Sus miradas quemaban, el desafío de quien arde en deseo prendió el instante. La tensión fue rota por la risa. Los dos, a la vez. No se enfrió el ambiente, sino que cambio de color. Los dos reían como locos en un acto que los hacía cómplices y en cierta forma felices.
– Eres sorprendente Kendra- Le dijo Acham – Pero te queda mucho que aprender todavía.
– ¿Cuándo empezamos?
– Ya has empezado, has arreglado algo que hiciste mal en el pasado.
El sonido estático de una aguja surcando un mar de PVC dio paso al rugir de la aglomeración expectante. Séquito furioso que coreaba un himno de batalla, a la luz apagada del resplandor de la noche.
Maullidos salvajes despertaron gritos en la sombra. Del murmullo de la manada se hizo silencio, frente a ellos tambores de un lejano continente y electricidad estática gimiendo de placer.
Se abalanzó a la turba como la voz de los muertos, señalando al aire, exigiendo delirio. Garganta ronca susurrando un sortilegio, si la paz es la guerra no quiere silencio.
Cantaron batallas en épico momento, repetidas mil veces en su envoltorio de plástico. La luna pálida encendió las velas y mi alma hechizada se fue en un lamento a la morada de Morfeo, donde habitan los sueños.
Fue entonces cuando el afilado brazo de los recuerdos sonoros volvió sin más a su asiento.
-Prefiero profundizar en otros aspectos de la vida.
La atmósfera creada era húmeda y densa. Recreaba una noche en la orilla de la playa. Como el proceso era personal, cada uno percibía matices distintos. Para lo que uno era azul para el otro verde. Pero los dos vivían lo mismo.
-Creo que hoy prefiero no filosofar demasiado.
Ella se acercó al joven que andaba sentado desplegando menús virtuales en la hoguera y se sentó encima de él.
-Pero tía, ¿y tu novio?
-Mi novio no está aquí.
-Pero Johnny es mi bro, no le puedo hacer esto. Además, sois otp.
-No le estás haciendo nada, total, esto no es verdad. Aquí no somos reales
Él quiso hablar. Ella pensó que las palabras sobraban. Sus labios ardían, su boca se posó sobre la del sorprendido muchacho de piel bronceada y poca vestimenta.
La chica se levantó y en una corta carrera desde la orilla se zambulló entre las cálidas olas de ese mar inventado por una aplicación. Apareció a unos metros entre la espuma salada. Agitaba provocativa, la parte baja de su bikini, que agarraba en su mano mientras el retroceso del oleaje dejaba imaginar su cuerpo desnudo.
Fue instinto lo que hizo que él, entre risas, la persiguiera a través del oleaje, atrapándola en la orilla y dejándola caer suave en la arena. Acarició su cuerpo, besó su cuello y noto cómo resbalaba su mano, entre aroma de mar y sal hasta posarse entre sus piernas.
Ella se encontró con su mirada, provocando al juego de sus manos en su pecho. Él quiso probar el sabor de su cuello y el latir de su deseo. Rodaron por la orilla, envueltos por el movimiento de sus cuerpos, que se fundieron sin remedio en la danza del fuego.
Fue cuando ella cerró los ojos y su cuerpo se arqueó en un respirar profundo, cuando el cielo se rompió en una frase que anunciaba el fin del juego.
Desconexión inminente, por favor guarden sus archivos.
La luz eléctrica de la habitación le devolvió al mundo real. Volvió a ver sus arrugadas manos, las mismas que ahora desconectaba el dispositivo conectado a su cabeza. Ese que le transportaba al mundo de los sueños.
¿Lo primero que se me ocurra? Vale, déjenme contarles la bella historia de XaiRamA.
Empecemos.
No os quejéis.
Lo que se me ocurra dijo.
Pfff.
La joven XaiRamA caminaba dispersa a orillas del río, con el pesar de la juventud incrustado hasta el fondo del alma. ¿Sería culpa de ella? ¿Sería culpa de él? Da igual. No era por no intentarlo. Había poca fluidez. No había entendimiento.
Y es que AmiRax, su compañero sentimental, pensaba que sería buen momento para empezar a tener hijos, ella pensaba también igual. Pero no era una decisión que deba ser tomada a la ligera. Había mucho que preparar. Como sabéis, el hecho de querer tener hijos implica un aumento en la familia. Debía haber una preparación.
Se esforzaron mucho en ampliar su humilde morada, AmiRax empezó a vender el excedente de su cosecha en el mercado del pueblo para tener dinero por si hubiera contratiempos. Y por supuesto empezaron a buscar a alguien que quisiera tener descendencia, porque como bien sabéis, tener hijos es cosa de tres.
¿Cómo? ¿Qué no lo sabéis? ¿En qué mundo vivís que no conocéis algo tan básico? Ah, ¿en la tierra? ¿Y qué tipo de reproducción tenéis allí? ¿Sexual? Ya, bueno, aquí también.
Bueno, bueno. Lo explico desde el principio.
XaiRama, era una bella hembra de la especie Xaeliana, vivían en el cuarto planeta del sistema Xiar en la constelación de Hydra, muy cerquita del río. Ese día estaba triste. Bueno, triste, más bien estaba amargada. Su novio, AmiRax, quería meter en casa a un extraño para procrear.
¿Os dije que en su especie para tener hijos necesitaban ser tres? ¿Sí? Y… Queréis detalles, ¿No? Es un poco asqueroso… Vale, vale, lo resumo.
Los Xaelianos necesitan un macho y una hembra, que se deben conocer, enamorarse, tener relaciones y un buen día, uno de ellos decide que quiere tener descendencia. Ocurre que ni él ni ella tienen útero. Para eso existe un tercer género. Ellos lo llaman neutro, o en su lenguaje, axual. Para eso, la hembra tiene un apéndice alargado parecido a una p… vale, vale, no seré explícito. Una vez que la mezcla es insertada en el cuerpo del axual, que no parece ni chico ni chica, es algo así como chique, pero es tremendamente atractivo para los dos géneros. Lo dicho, una vez fecundado, el axual se ocupa de crear el género, la salud y algunas características más de los pequeños, como color de los ojos, tipo de cabello, PH de la piel…
¿Qué cómo lo hace? Con movimiento. Según la danza que desarrolle, serán engendrados, niños, niñas o niñes axuales fuertes, gráciles y sanos. Cada poblado es famoso por el ritmo y el tipo de baile de sus neutros. En el norte son famosos por sus frenéticas melodías heavy metal, son una tribu de feroces guerreros. En el sur tienen melodías zíngaras y un baile parecido a la danza del vientre. Sus moradores son altos y seductores, comerciantes natos con gran talento para la tele-venta.
¿Os imagináis la complicación de tener una familia en esa especie? Bien, volvamos a nuestra pareja.
Ellos pasaron una buena temporada entre verbenas y salas de baile, donde se solían reunir el género neutro para practicar la danza. Pero fue en el mercado del pueblo donde AmiRax conoció a ReneXan, se quedó prendado de ello y lo invitó a casa.
Los primeros días fueron extraños, aunque ReneXan y AmiRax se pasaban el día juntos con el pretexto de conocerse, XaiRamA veía algo en ello que no le gustaba. El chique era simpatique, le encantaba las largas charlas de sobremesa y los paseos a la orilla del río. Hacía unos riquísimos pasteles de guaruba en escabeche y le encantaba la lucha libre. Pero había un gran problema, ninguno de los dos lo había visto bailar.
Los axuales se pasan el día bailando, viven para ello, da igual la preferencia de estilo, ellos bailan. Lo hacen mientras cocinan, en el camino al trabajo, mientras ven la tele. Algunos hasta cuando duermen están bailando. Pues este neutro no tenía danza alguna que exhibir. Hasta XaiRama le invitó a bailar, algo frecuente en el cortejo, ReneXan rechazó la ofrenda alegando vergüenza.
XaiRamA y AmiRax decidieron ponerse serio con el axual, cuando llegó de su matutino paseo por el bosque en busca de setas, se encontró a la pareja mirándole fijamente con cara de pocos amigos.
– ¡Baila! – Le ordenó, XaiRamA
– ¡No! – Les contestó el axial soltando las dos bolsas de setas que todavía llevaba.
– ¡Que bailes! – XaiRamA tenía la feroz expresión de la alimaña que acorrala a su presa.
– No puedo.
– ¿Se puede saber por qué? – AmiRax tenía la expresión de preocupación que produce recibir una carta del ministerio de hacienda.
– Soy arritmique –
– ¿Qué? – Dijo la pareja al unísono.
– Que tengo una enfermedad y no coordino bien el ritmo.
XaiRamA, presa de la angustia, salió corriendo de la casa con lágrimas suicidas a punto de saltar al vacío desde su inquietante mirada. Ahí es donde encontramos a la joven triste y decaida paseando a orillas del río. Por un lado, el axual ya había entrado en el corazón de la pareja y querían que formara parte de sus vidas, por otro temía tener hijos amorfos, enfermos y desabridos.
Nuestra encantadora protagonista, tras haber purgado sus penas con lágrimas y esfuerzo, sorteando caimanes del río, decidió buscar una solución alternativa. Reunió a su familia y empezaron a planear una solución.
Así, que desde este humilde espacio, nuestro encantador trío hace un llamamiento a la buena intención del público existente, cualquier respuesta es válida. ¿Alguien sabe que solución o soluciones pueden aplicar nuestros amigos para poder tener una descendencia digna? O si, por el contrario, este trío está inevitablemente destinado al fracaso.
El cielo rojo pegaba fuerte en mi cabeza, no sé por qué decidieron construir la colonia aquí, en el sitio más caluroso del universo, que permitía, a duras penas, la vida. Poblado por unos pocos seres que parecían lagartijas y unas plantas que funcionarían bien en las escenas de duelos de una película del oeste. Poco más había que ver, salvo los minerales, claro. El Enorme yacimiento de un mineral similar al potasio hacía que este pedazo de roca, asada por una enana roja, sea tan interesante. La creación de antimateria para alimentar motores de curvatura dependía de este mineral.
Llegando al módulo de herramientas la vi pasar, mi sudor no rodó por mí frente a causa del calor. Mi mundo se congeló. Andaba con la musicalidad de un concierto de arpa, venia hacia mí, su pelo acompasaba la melodía de sus pasos y su piel suplicaba la caricia de mi mirada. En un segundo sentí que la besaba, que mis manos se perdían por las curvas de sus caderas, que su aliento llegaba a mis oídos con la súplica de un jadeo. Pero solo era un engaño de Oniros. Sería la mujer perfecta, pero con un inconveniente, no era humana.
Al pasar a mi vera, clavó sus ojos color lila sobre mí, me examinó, desafiante, insolente, esperó a que nuestras miradas se tocaran, para apartarse de repente y echarse a reír, haciendo tintinear el espacio entre los dos mientras se alejaba.
Mi vista fija al infinito fue interrumpida por mi compañero de trabajo que también se estaba riendo cuando me dijo;
-¿Sabías que las mujeres Lyranas pueden leer la mente? A lo que yo le contesté;
-Claro, como que las mujeres de la tierra no lo hacen.