Categoría: sueños

  • Mi descanso no es tu descanso

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Los días de descanso te hacen sentirte descansado o improductivo?

     – Por fin es viernes. Ah, que no es viernes. Bueno, sábado. El primer día de descanso, después de una larga semana enredado, rezumando tinta de estampar sellos para alegrar esos documentos tóxicos, que vinculan tu alma a la prisión de la deuda, adornando con garabatos como presentación de mi nombre a la ley de la justificación. Concediendo el derecho, pero también sentenciando el deber. Arañazo de papel de tinta del diablo, con bic como escudo, entono la oración que invoco en tu nombre para poder ejecutar la gran danza de la firma, con membrete de diseño y copyright en vigor. Que exige su tributo entre cifras apretadas y su sacrificio de almas pías e impuras, sin importar su condición, piel o credo. Todo vale si la dádiva es efectuada sobre fondos legales y reglamentarios, por los siglos de los siglos…

     – Sí, vale, lo que usted diga, ¿se va a tomar la última o qué? Cerramos en diez minutos.

    Triangulo de Amor Bizarro – Estrella Solitaria

    Anuncios
  • Un dinerillo

    Sugerencia de escritura del día
    ¿En qué has trabajado?

    Tras su sonrisa tan cordial, su mirada me decía que había algo más. Algo que no sabía explicar. Extraño como su forma de comportarse conmigo. Como todas las mañanas, me la crucé en la entrada de su casa.

     – Hola cariño, que vaya bien en el colegio.

    Y es que la vecina, estaba siempre en la puerta de su casa, la veía allí cuando iba al colegio, cuando volvía, cuando salía a la calle con mis amigos. Incluso aquella noche, cuando me llevaron corriendo a urgencias por aquella intoxicación de chocolate en mal estado, estaba en la puerta de su casa, con aquella sonrisa rara. Inmutable.

    Ayer, al volver del colegio, me paró sonriendo, me ofreció las galletas que acostumbraba a hacer y me dijo.

     – Niño, estoy ordenando el trastero, y me vendría bien dos brazos fuertes para mover unas cajas ¿Te gustaría ganar un dinerillo?

     – No sé, señora, se lo preguntaré a mis padres.

     – ¡Oh, cielo! Seguro que te dicen que sí. Vente esta tarde y te ganarás unos cuantos euros y te dejaré quedar con los trastos que ya no necesite.

    Como quise ser buen vecino y la posibilidad de tener algo de dinero me resultaba atractiva, a las cuatro y media estaba tocando en su puerta. Fue la única vez que no estaba ahí con la sonrisa encendida, esperando a que pasara.

     – Hola, niño, pasa, pasa. Te estaba esperando.

    Nada más entrar me invadió el recuerdo de los días de Navidad, una casa ordenada y decorada, con aroma a cocina antigua, a cebolla refrita con pimientos y especias, para preparar el asado y tarta de manzana de postre.

     – Hola señora, ¿Está esperando visita?

     – Sí, niño, hoy van a visitarme mis antiguas compañeras de… de la facultad. – 

    La vecina me indicó que llevara unas cajas. Estaban amontonadas en la habitación, quería que las fuera llevando al trastero. Y eso hice. Fui llevando trastos de un lado a otro. En una ocasión me asomé a la cocina, muy extraña, con un horno enorme. ¿Querría asar un caballo?

     – Oh, niño, estás trabajando mucho. Ven, descansa un rato, tómate esto. He hecho pastelitos, ¿quieres probarlos?

     – Señora, ¿esto es vino?

     – Vino dulce ¿Qué? En mi tiempo se le daba a los niños, con azúcar, para que crecieran fuertes.

     – Si usted lo dice.

    Yo ya había probado la cerveza y en alguna ocasión el champán en Navidad, además. Mi tío Enrique, a veces, también me daba a probar ese licor de cerezas que tanto le gustaba y tanto ardía al tragar, a escondida de mis padres, claro. Cada tres cajas tocaba uno de los ricos pastelitos de chocolate y una copita de vino dulce. A la hora, estaba tan mareado que me costaba pensar. 

     – Oh, niño, ¿estás cansado? No te preocupes, acuéstate un rato en esa habitación, luego continúas.

     – No hace falta, puedo seguir.

     – ¡Que entres, niño! No me discutas.

    Aquí pasaba algo raro. Entré en la habitación y me acosté en la cama, me sentía mareado pero no tanto como para perder el control. Aunque hice un poco de película,  tambaleándome y dejándome caer a peso sobre la cama. Me sorprendió cuando escuché que cerraba con llave, así que empecé a explorar alrededor.

    Era una habitación pequeña de narices, con rejas en la ventana y un armario empotrado, que abrí encontrando libros escritos a mano, con tapa vieja y símbolos incomprensibles, raros y llenos de aristas. Intenté sin conseguirlo abrir la puerta, así que pensé en llamar la atención de alguna manera.

     – ¡Señora! ¡Me estoy meando! ¡Me meo mucho! ¡Ábrame, por favor! ¡Me voy a mear aquí! – 

     – ¡Ay, niño! Espera, que ya voy.- Dijo mientras se escuchaba caminar por la casa. – Ni se te ocurra ensuciar el cuarto.

    Salí de la habitación tambaleando y simulé querer vomitar por el camino. Me guió al cuarto de baño y me empujó dentro. Abrí el grifo del lavamanos y me dispuse a salir por el ventanuco que había justo al lado de la antigua cisterna del váter. Casi no cabía por allí, pero conseguí acceder al patio interior. 

    La señora preguntaba que si me faltaba mucho desde la puerta del baño, yo ya había recorrido todo el pasillo que daba a la cocina. Si era como la de casa, debía tener salida al exterior. El horno enorme estaba prendido y abierto, había cacerolas burbujeantes y un libro de recetas abierto por la página del centro, con un dibujo de una persona atada de pies y manos con una manzana en la boca. Fue entonces cuando empecé a tener miedo de verdad. Ya no pensaba que la vecina era una señora chiflada, ahora pensaba que era una bruja peligrosa.

    La puerta de la cocina cerrada, como ya había pensado, era de cristal, pensé en usar algo para romperlo. Pero para ganar tiempo tenía que cerrar la cocina. Al aproximarme al pasillo vi un gato negro entrando, era enorme y tenía cara de pocos amigos. Me bufó y se abalanzó sobre mí con fiereza.

    De los videojuegos conseguí reflejos de guepardo, conseguí esquivar al estúpido gato sin esfuerzo, que con el impulso entró en el horno de cabeza y yo cerré la puerta, dejando al felino cociendo dentro entre siniestros maullidos. 

     – ¡Niño maleducado!

    La señora se había dado cuenta de que me había escapado y ahora venía corriendo por el pasillo, cerré la puerta de golpe y tranqué calzando una silla. La vecina golpeaba la puerta con rabia, se escuchaba sus uñas, arañar la madera. Desesperado por escapar, tiré uno de los calderos a la puerta de salida, se rompió el cristal en mil pedazos, sin mucho cuidado logré salir de una pieza y sin heridas graves. Tras de mí, la señora, gritaba como una poseída. Pero no se atrevió a perseguirme mucho trecho fuera de su casa, por suerte.

     – Es por eso, Don Matías, por lo que no pude hacer ayer la tarea.

    Lori Meyers – Punk

    Anuncios
  • Cruzando

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál el mayor riesgo que te gustaría correr, pero no te atreves?

    Con un suave chapoteo anunció su llegada, no hizo falta saludos, tome asiento, abone el pasaje y comenzó a remar. El ocaso nos invadió en silencio y así continuamos un buen rato, hasta que el aburrimiento me hizo buscar una conversación.

     – ¿Mucho trabajo?

     – Siempre lo hay.

     – Ya, me imagino.

    Llevaba un abrigo grueso que terminaba en capucha y con la oscuridad del lugar como ayuda no lograba distinguir la cara, pero sí su voz, muy ambigua, aun así, aunque le creía hombre por la fortaleza al remar, si me dicen que era una mujer tampoco me hubiera extrañado. Andaría también aburrido, pues empezó con una pregunta. La más obvia.

     – ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué estás aquí?

     – Pues había conocido esa noche una chica maravillosa, tras unas copas y unos bailes empezamos a hablar, las palabras se convirtieron en besos y los besos en ganas de intimidad.

     – Normalmente, la gente que pasa por aquí no lo hace por amor.

     – Me imagino, pero la pasión a veces te lleva al abismo. Ella me dijo que podíamos ir a su casa, pero que no podía estar mucho tiempo, no podía amanecer allí. Y yo, que tras la última copa pasaba una etapa de todo me da igual, acepté la propuesta.

     – Alcohol y carretera, mala combinación.

     – Verdad es, pero su casa estaba a dos calles, fuimos andando. Una vez dentro nos desnudamos como dos desesperados y empezamos a probar la resistencia del sofá. Terminamos en la cama lo que habíamos empezado en el salón y al poco tiempo ocurrió lo que no tendría que haber pasado.

     – ¿Qué fue?

     – Que nos quedamos dormidos. Se escuchó la puerta de la entrada y ella me despertó a gritos de que era su marido y que iba a matar.

     – ¿Fue muy violento?

     – No, si creo que ni me vio. Me escondí en el balcón y pude salir porque él entró en el baño, salí corriendo, resbalé por las escaleras y quedé inconsciente.

     – ¿Y no murió?

     – Mi muerte ocurrió luego, en el hospital me inyectaron un calmante que al parecer me hizo reacción y bueno, todo lo demás ya lo conoces.

     – Al menos murió feliz.

     – Sí, no me quejo. 

    The Doors – Break On Through (To The Other Side)

    Anuncios
  • Ofrenda al mar

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál el mayor riesgo que te gustaría correr, pero no te atreves?

    Huellas en la playa, es todo lo que pude saber de ella, se perdían en la orilla y eran barridas por la marea, que ahora subía, intrépida, asesinando los rastros. 

    Poco antes paseaba cabizbajo, con mi mente torturada por algo que no hubo y se fue.

    El olor a mar invocaba el rubor de mis lágrimas. Y sin pensarlo demasiado, me deshice de mi ropa y me lancé con rabia a la mar. A luchar con la salada espuma en busca de exorcizar mis fantasmas, en un combate a muerte con los elementos, que allá donde el horizonte se volvió sangre, conseguí perder sin remedio. Muriendo. O creyéndome perecer.

    Ella estaba allí, sentí sus labios, mientras despertaba sorprendido, calientes como el sol que golpeaba mi cara, delicados como el adiós de la luna en el ocaso. Desconcertado, la vi volver al mar, desnuda, sin miedo. Mientras me incorporaba confuso, amando el mar con todo mi ser, olvidando el motivo de mi tormento.

    Tras las huellas ya no había nada.

    Solo silencio.

    Alguien cantó a lo lejos, algo triste, un lamento. Una voz dulce, como la miel que quedaba en mis labios.

    Esa fue la primera vez que besé a una sirena.

    La Habitación Roja – Posidonia

    Anuncios
  • Influjo de Luna

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cómo definirías a un buen vecino?

    Estaba sentada en el filo del acantilado cuando apareció él, majestuoso, imponente, de ojos brillantes como estrellas al alba, de pelaje espeso y oscuro como las noches de invierno. Se acercó a ella y al ver que no le temía se sentó a su lado. 

     – ¿Vienes a contemplar la luna? – Preguntó la niña

     – Sí, cada luna llena me siento aquí, a agradecerle mi caza.

     – ¿Qué tal ha sido hoy?

     – Pobre, mi manada está hambrienta, pero ha habido suficiente para hoy.

     – ¿Debo temer que me quieras cazar?

     – A los lobos nos dan miedo los humanos, aunque sean cachorros. Uno solo no sois problema, os cazamos fácil. Pero siempre vienen más, con sus artilugios artificiales para matarnos. Sois criaturas terriblemente feroces y crueles.

     – Vosotros también matáis.

     – Lo hacemos para comer.

     – Nosotros también.

     – Nosotros lo hacemos por pura necesidad. 

     – Y nosotros. También necesitamos cazar para comer.

     – ¿Vosotros? Los humanos domesticáis animales, los matáis con facilidad, sin peligro. Ademas os los coméis sin hambre, haciendo una fiesta de las matanzas. Y aun así, os dedicáis a cazar.

     – Pero vosotros también disfrutáis cazando.

     – Disfrutamos cazando, no cazamos para disfrutar.

     – No todos somos así.

     – No lo sé, solo te conozco a ti y a algún humano que se presenta en el bosque con sus perros amaestrados. Yo no te he visto cazar, pero huelo que te alimentas de carne. No te juzgo, pero  permíteme desconfiar.

     – Pero percibes que no puedo hacerte daño, ¿no?

     – Sí, mas no conozco a tu manada.

     – No te harán nada, no los traeré hasta aquí. ¿Volverás la próxima luna llena?

     – Sí, y presiento que me alegraré de verte.

    El gran lobo negro agachó la cabeza frente a la luna, en señal de respeto, y miró un instante a la joven, fijamente a los ojos, y los entrecerró en señal de amistad. Luego desapareció entre los arbustos. Sola se quedó la niña bajo el reflejo de Selene, pensando.

    Janis Joplin – Half Moon

    Anuncios
  • Son mis amigos.

    Sugerencia de escritura del día
    Cuando piensas en la palabra «éxito», cuál es la primera persona que se te viene a la mente y por qué.

    Los tres jóvenes se habían colado en el gimnasio del instituto, sentados con las piernas cruzadas, habían hecho un refugio entre las colchonetas, con un banco de ejercicios frente a ellos, se preparaban nerviosos para culminar sus planes.

     – ¿Lo has conseguido, Rafa? Dime que sí.

    El adolescente, con una leve sonrisa en la cara, depositó su pesada mochila sobre la improvisada mesa, sacó el portátil y lo conectó al enchufe más cercano. Momentos antes, había cogido prestado dicho aparato del aula de informática, aprovechando la falsa alarma de incendios que ellos mismos habían provocado, lo sustrajo mientras el profesor comprobaba la alarma y los niños entraban en pánico.

     – ¡Genial! Ahora tú, Marcos, ¿tienes la contraseña de la WIFI?  

    En el revuelo formado por los alumnos, Marcos, había entrado en secretaría, y con su móvil, había fotografiado las últimas páginas de la libreta de claves que sabían que tenía allí.

     – ¿Cuál es?

     – ¡Yo qué sé! Una de ellas será. Prueba esta.

     Se escuchó la cerradura de la puerta, en segundos, los tres amigos se cubrieron con la polvorienta funda usada para tapar los trastos de gimnasia. Se escucharon pasos alrededor, pero en breve cerraron la puerta. No salieron de su silencioso escondite hasta que escucharon el giro de la cerradura.

     – ¡Joder! Pensaba que nos pillaban.

     – Chicos, que estamos dentro.

     – Ahora te toca a ti, Manu, a ver que sabes hacer.

     – ¡Aprender nenas! – Dijo el joven sacando un viejo pendrive del bolsillo y lo insertó en la ranura del portátil. Abrió la carpeta y apareció un ejecutable con el símbolo pirata de una carabela. Al ejecutarla se abrió la consola de comandos y empezó a salir caracteres – ¿Rafa, te sabes la dirección?

     – ¡Sí! De memoria.

     – Escríbela aquí – El flujo de letras y números había parado, ahora el cursor esperaba.

     – Ya está, ¿pulso enter?

     – ¡Dale!

    Abrió el navegador en una página con un conocido logotipo azul donde había una joven con unas orejas de gato en ropa interior, señalaba un video borroso con un candado en medio.

     – Vale, de ahí no pasa, no se puede ver más. 

    Manu pulsó con el ratón en el video prohibido donde salió una casilla para depositar una contraseña. 

     – Ahora viene lo bueno.

    La casilla empezó a rellenarse sola de asteriscos, se escribían y borraban constantemente hasta que de pronto se abrió un menú.

     – ¡Joder, que entramos!

    En el video, la chica de la portada se sentaba en una silla gamer y apartaba sus minúsculas braguitas dejando ver su sexo totalmente depilado.

     – Esta tía estuvo en el instituto – Dijo Marco con la cara visiblemente colorada – Estaba con mi primo en su clase. 

     – ¡Es mi hermana, estúpido! – Aclaró Rafa.

     – ¡Hostias! ¿Y tu padre le deja hacer estas cosas?

     – No creo que lo sepa, atontado. Ya no vive en casa, se que se fue a Madrid a vivir con su novio. Mis padres piensan que está estudiando una filología asiática.

     – Ah, por eso tiene ese estilo tan hentai.

     – Sí, pero mientras ella menea el culo con desgano, cientos de desesperados como tú pagan una pasta por mirar. Que esto no salga de aquí, chicos.

     – Tranquilo, que aquí respetamos a nuestros Bros.

     – Y a sus hermanas, aunque aparezcan en OnlyFans metiéndose cacharros raros por ahí.

    Nofx – All Dinosaurs Will Die

    Anuncios
  • A Escondidas

    Sugerencia de escritura del día
    Cuéntanos algo que la mayoría de la gente probablemente desconoce de ti.

     – No sé si es buena idea.

    Aster no le dejó terminar la frase y la besó, primero en la boca, luego en el cuello, con suavidad, subiendo poco a poco de intensidad.

     -… No. Para. Nos van a ver… – Dijo Yelena entrecerrando los ojos

     – Tranquila, aquí no hay cámaras.

     – ¿De verdad?

     – Te lo aseguro, si fuera así yo tendría acceso a ellas.

    Lena se dio la vuelta buscando sus labios una vez más, él recorría su cuerpo, acariciaba con sus grandes manos las curvas de sus caderas, ella apretaba su cuerpo en un abrazo, recorriendo su espalda, luchando por arrancarle la ropa con desesperación. Aster, con dulzura, se deshizo de la camiseta de Yelena, quedó flotando alrededor de ellos.

    La ropa se mantenía suspendida en el aire, mientras ellos, ajenos al baile de la órbita de sus prendas de vestir, estaban más ocupados en intentar mantenerse pegados, sin colisionar con las paredes. Las risas de Lena contrastaba con el intento desesperado por mantener un ritmo constante entre el movimiento y evitar salir disparado hacia el lado contrario.

    Lena agarró fuerte con sus piernas el cuerpo de Aster, haciendo golpear su espalda con la pared más próxima, se agarró con las manos de la escalerilla y cabalgó fuerte sobre él, o debajo de él, la falta de gravedad impedía saberlo claramente.

     – ¿Lo habías hecho antes en la estación? – Preguntó Lena entre risas

     – Nunca, pero lo estaba deseando.

    En la pantalla de la sala de mandos del módulo, la imagen de cuerpos flotando llamó profundamente la atención al oficial de guardia.

     – ¡Eh Martínez! ¡Ven a ver esto!

     – ¡No! ¡Por dios! – Martínez se llevó la mano a la frente – Nosotros aquí de guardia y estos follando como locos en el almacén de residuos sólidos.

     – ¡Calla y aprende envidioso! Me debes cincuenta pavos.

     – Pues como toquen esa válvula van a nadar en mierda, literalmente.

     – Te apuesto otros cincuenta a que terminan dándole.

     – ¡Hecho!

    Marilyn Manson – The Speed of Pain

    Anuncios
  • Creadora de mundos

    Sugerencia de escritura del día
    Cuando piensas en la palabra «éxito», cuál es la primera persona que se te viene a la mente y por qué.

    … Y de un soplido, la criatura inventada sobre el lienzo de papel cobró vida. Caminó patosa sobre el plano en blanco mientras aparecían arbustos y helechos, piedras llenas de liquen y ríos de brillante caudal regando juncos y nenúfares. Sus patas de pato sorteaban las piedras del camino con gracia, tenía ojos de búho y orejas de mapache, una sonrisa de felino y antenas de mariposa, su rechoncho cuerpo parecía hecho de algodón que terminaba en una pequeña cola parecida a un pompón

    Cantaba con gracia, trinaba, ululaba y glugluteaba con ritmo y alegría, nadaba muy bien, andaba regular, trepaba los enormes árboles verdes en busca de cocos azules y rojos. Si se enfadaba se tornaba rojo, aunque rosa era su color, con hambre encarnado y amarillo si tenía tos y de colores varios si quería llamarte la atención.

    Caminaba desgarbada la criatura en la vereda de la página, cuando la niña diosa, creadora del mundo, decidió cerrar por hoy su porción de fantasía, guardando rotuladores de colores y lápices resaltadores, se despidió de su creación con un beso volado, cerró el bloc y se dispuso a adentrarse en el mundo de los sueños.

    Pauline en la Playa – Un Bosque

    Anuncios
  • Duel(o/e)

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuándo fue la primera vez que te sentiste adulto de verdad (si es que te ha pasado)?

    Congelado en un rincón, camuflado entre las sombras de la oscura sala, no comprendía nada, quería estar solo, olvidado, escondido en su mente. Tras el cristal su mundo se hacía añicos, él se sentía roto también, pero por dentro, en algún lugar tan profundo que retenía las lágrimas. Puede que sean para otro día, puede que ya nunca más pueda llorar, pero hoy no querían manchar la moqueta de dolor.

     Todos vestían de oscuro, salían y entraban, paraban delante de él y hablaban incoherencias banales, su mirada estaba distante, en tiempos más amables. Se encontraba cerca del calor de la arena, con la playa bajo los pies, escuchando el tronar de las olas rompiendo con violencia sobre las rocas, o el aire de la sierra azotando la cara, desde la ventanilla abierta de aquel antiguo Seat Córdoba con música de Ismael Serrano y aroma a pan crujiente de pueblo con aceite de oliva.

    En aquella aterradora sala a la que no se atrevía entrar, estaba esa persona que reía sus ocurrencias, que cantaba alegre en las vueltas a casa, quien disparaba con el dedo índice en guerras de mentira que acababa con almohadazos traicioneros, quien ayudaba en historia con portes de rey y mirada de inquisidor aguantando la risa con porte marcial. Solo que ahora estaba quieto, apagado, frío, en otro lugar mejor, quizás con Branco y la abuela, quizás en su mundo pintado de acuarela, pero lejos.

    En ese momento, con las lágrimas que se resistieron a salir y la sensación de ahogo que da la incertidumbre, supo que ya no volvería a ser un niño.

    Ismael Serrano – Papá Cuéntame Otra Vez

    Anuncios
  • Monólogo

    Sugerencia de escritura del día
    Qué es lo que intentarías hacer si se te garantizara que no vas a fallar.

    Este fin de semana, en plena conversación de una tarde de cervezas y risas, me di cuenta, mientras la narraba, que mi vida es un monólogo. Sin vestirme de payaso triste y sin querer exagerar como me trata la vida, las veces que tropiezo o los arañazos de mi corazón zurcido, me veo cómico de chiste fácil, relatando el cuento de mi vida, a golpe de micrófono de botella de un cuarto, sobre la barra del bar.

    Pensé que quizás, si escribiera en las servilletas de mesa redonda de cafetería, entre el desayuno de madrugada y el soñar de mediodía, podría ganarme la vida de bufón sin corte, cantando mis hazañas, sentado en el banquillo y pasar así a espectador, de otros llorones de risa fácil y sollozo silencioso, que se sientan identificado con mis rasguños y que me echen dinero en el plato.

    Trate de relatar para los vecinos, a quien pasaba por las calles, pero huían esquivos al empezar a hablarles, me dejaban sin la palabra precisa cuando no había ni comenzado. También intenté apuntar el sonido del claxon entre semáforos, los ladridos de los conductores y describir temeridades sobre el asfalto, recordar mis carreras en el mercado, tras la mejor hortaliza, dejando atrás mercaderes y amos de casa frustrados, con las sobras en el saco, malhumorados gritando. Quise investigar sobre el amor de las plantas y sobre el rezar de las colas de la oficina de cobros de una entidad fiscal. 

    Pero al asomarme en el púlpito y elegir la profecía, me encontré con la voz ausente, ruido blanco en la mente y fobia a las miradas atentas, relamiéndose hambrientas mientras me escondía entre las cortinas. Soñando con descifrar sonrisas de serios entrecejos y rogar la pasión ajena por acariciar el verbo aspirado, que no me acordé de que, mi voz es un disco que salta cuando narra y mi cabeza está vacía cuando las palabras se precipitan al abismo.

    System of a Down – Hypnotize

    Anuncios