
No cabía un alma en la plaza mayor de Almendralejos de la Viña, estaba a punto de empezar, todos vestían con sus mejores galas. Todos menos los participantes de la prueba, claro, ellos llevaban sus monos de cuero marrón y su pañoleta roja atada al cuello, que es lo que les identificaba como participantes. Allí estaban la dama y el caballero que habían obtenido el puesto de rey y reina de las fiestas que, como manda la tradición, debían dar el pistoletazo de salida.
El estruendo fue feroz, fue el comienzo de la búsqueda del puercoespín, que como novedades este año había chicas participando y volvía a estar vetado el uso de palos y piedras como acto de liberarse de los demás concursantes.
La carrera por llegar al prado fue de lo más limpia, destacó la salida del joven número 12, quien fue seguido muy de cerca por la chica con el número 9 en la espalda. Ella saltó a los pies del contrincante, que quedó tumbado en el sueño al caer sobre una roca. En pocos minutos estaban buscando los rastros del animal, los demás participantes.
Como todos saben en el pueblo, el puercoespín es rociado con un fluido pastoso de color rojo intenso, y al soltar al animal va dejando el rastro que le llevará a los competidores a saber su escondite. Y ya el número 4 había dado indicios de haberlo encontrado. El chaval marcado con el 1 se había dado cuenta y le arrojó en la cabeza un tronco enorme que había en el camino, dejándolo noqueado, y quedando número 1 descalificado por la normativa de palos y piedras. El juez le disparó el dardo tranquilizante de costumbre en esta actividad, quedando fuera de combate.
Curiosamente, del interior del tronco lanzado anteriormente salió el preciado roedor. Número tres y número 12 estaban ahí para verlo, y corrieron a agarrarlo. El escurridizo animal decidió huir entre los matorrales más próximos mientras los dos participantes chocaban y se enlazaban en una pelea en la que terminaron rodando por el suelo. Acto que aprovechó la chica numerada con el 6, que empezó a palpar entre la maleza, descubriendo el paradero del bicho al clavarse en la mano varias de sus púas.
Eso no fue suficiente para amedrentar a la número 6, agarró como pudo a la criatura con pinchos y se la llevó como trofeo hasta que la número diez logró arrebatársela con un poco de dolor al pincharse y la ayuda de un rodillazo en la barriga que dejó a la número seis bastante perjudicada.
Número diez con el puercoespín en los brazos, estaba llegando al lugar donde debía entregarlo para ganar la competición: la iglesia de Nuestra Señora de la Almendra, patrona de Almendralejos de la Viña. Ya la participante, con su trofeo con pinchos entre los brazos, cruzaba la plaza cuando apareció el número 13 detrás del manzano y de un certero puñetazo en la nariz, le hizo perder el equilibrio y caer por el puente. No sin antes perder el preciado animal con púas que quedó clavado en un brazo de 13, corrió con todas sus fuerzas hasta dentro del templo y empezó a golpear al cura con el puercoespín, tal y como manda la tradición, dejando al animal sin las pocas púas que le quedaba y al párroco sin conocimiento.
Días después, cuando ya todos andaban recuperados, se celebró la boda del participante ganador del evento y de la reina de las fiestas, tal y como era la tradición. La novia lloraba desconsolada, no se sabe bien si de la alegría o por no haber ganado el galán que ella quería. Pero la tradición manda, en este caso, con una prohibición por normativa de solicitar el divorcio, hasta haber cumplido la mayoría de edad el primer hijo de los tres que deben concebir.
Lamb of God – Reclamation








