
Hace tanto tiempo y aún recuerdo tu cara, aquel moflete enrojecido de aquella bofetada, que pensé que te merecías, pero que aún retumba en mi mente en forma de culpa.
Decir que te echo de menos, de tan lejano, me resulta extraño. Treinta y ocho tendrías, supongo, y un mundo ya construido, que con tu simpatía y mis versos seguro que habríamos edificado juntos.
Tal vez.
No es que fuera perfecta nuestra forma de tratarnos, o quizás sí, y ya no me acuerdo de las tardes de prado, donde la arena te cansaba y yo miraba a otro lado. Éramos la primavera cazando sueños. Tú me ayudabas a quebrar corazones y yo te enseñaba acordes en silencio.
Pero los cristales rotos de la calle se los llevó la nieve en enero. Se marchó la alegre mirada de niño eterno. El vacío cubrió de gris mi pena, justo cuando el silbato de aquel tren que repetías mil veces, se quedó en silencio, en una terrible pausa en el cambio de vías.
Vinieron sonrisas vestidas de lástima, piel dulce de caricias oscuras con aroma de esperanza. También quise salir corriendo y crecer lejos de ti, borrar mis pesadillas. Aunque supe pensar más en mí y destruir mis cadenas, siempre quedaba tras de mí una pequeña sombra que, discreta y en calma, me seguía de cerca.
Un buen día me levanté y se fue la tristeza, se había cansado de mí, de tanto tiempo de espera. El cielo volvió a ser azul y sus días cálidos, las noches, brillantes de estrellas centelleando, lugar para el descanso. Aunque el frío pasó de repente, y empecé a fluir como un río encontrando su corriente, te quedaste en mi mente como aquel ángel que me guarda.
Ozzy Osbourne – Crazy Train








