Categoría: Recuerdos

  • Verdes

    Silueta de brillo de luna, ritual de verano en batalla contra las olas del mar, de espuma salpicada de rostros alegres buscando y yo que no encontraba hasta que me crucé con tu aroma rozando mi piel y perdí la intención de acechar la marea y enloquecí por probar el sabor de mar que empapaba tus labios.

    Verdes eran, brillando con el  23 de junio reflejado en ellos, el mismo de la hoguera con la que nos calentábamos, que no hacía falta, tenías ese efecto en mí. Mojados en un conjuro de amor eterno, entre risas de aire helado, me ofreciste una parcela en tu toalla y yo a ti el espíritu fatuo que quemó tu garganta, relajó tu inquieta mente e hizo brillar tu mirada.

    Tu tarareabas aquella horrible canción, yo palpitando cada vez que me acercaba a tu oído, tintineo hilarante de mis chistes malos, botella cansada de tanto trago, yo soñaba beber de tu boca tu añorabas sentir mis brazos, aquelarre a saltos alrededor del fuego, excusa perfecta para agarrar tu mano y derribarnos los dos a orillas de la lumbre, asándonos a fuego lento, a caricias escondidas a lo lejos.

    Tú me contaste del frío con el sol a lo lejos, pidiendo un abrazo, yo no dudé un segundo en abordar tu piel y comer de tus besos. Mientras moría la noche en la playa y nos quedamos solos cosiéndonos a caricias, olvidándonos del resto. 

    Me tengo que ir, estropeó el momento de querer seguir sintiendo algo más que afecto. Y me quedé sin tu voz, sin el sabor de tu piel, sin la promesa de un ya vuelvo. Al humo de la mañana solo encontré el viento, que se llevó el hechizo de tu verde mirada y la transformó en recuerdo. 

    Blasfemando tu canción volviendo a casa, te vi de lejos huir de la mano de un caballero andante motorizado, de brillante armadura Armani y de besos profanados.

    Rod Hot Chili Peppers – Under the Bridger
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  • Del Latido de mi Corazón.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Alguna vez te han operado? ¿De qué?

    Tras sentir la ausencia de tus caricias, enfermé sin remedio, la mente se me quedó ausente y las lágrimas ensuciaban mi cara, turbias y saladas, como si quisieran lavarme las penas a lametones de vaca. Andaba lento, con los pies arrastrados, dejando un surco en la arena donde sonaban melodías de olvido y de ganas de verte. 

    Me acordé de un amigo, que entiende los síntomas del alma, que me dijo que si algún día sentía que mi mente se había ido lejos y los huesos de mi cuerpo, se amontonaban hundidos, en un rincón de la casa, solo había una cura, había que extirpar el corazón. Con un bisturí de verdades tardías y unas pinzas de celos de los rayos de sol en tu piel, extraje a latidos ese órgano exhausto de altibajos, lo guardé en alcohol barato y lo olvidé en la repisa de mis deseos sin cumplir.

    Al principio era raro, en el hueco anidaron los gorriones, notaban el pisar de sus patas sustituyendo latidos y dejaba un rastro de plumas allá donde me quedaba pensando. Los niños se asustaban cuando me acercaba, al verme pálido y con ojeras y las señoras del barrio cuchicheaban a mis espaldas, al pasar caminando desganado, vestido con pupilas contraídas y sonrisa seca de alegría. 

    Con el tiempo, una mirada buscando, se encontró con la mía perdida, y quiso calentar mis frías manos con su pasión olvidada y el recuerdo de la mía. Pasamos días aislados, saboreando recuerdos y maquillando cicatrices de garras de gato herido. Por fin comprendió del vacío silencioso que ocultaba mis suspiros. Con un escalpelo de tímido afecto y húmedos besos, me regaló un fragmento de su corazón congelado y me lo cosió al pecho diciéndome un te quiero.

    Huyó con prisas al amanecer, con la promesa de un mañana de risas y cama caliente de madrugada, dejó las huellas de sus manos en mi espalda y las ventanas empañadas de su aroma, pero me dejo latiendo fuerte y repartiendo sonrisa ancha allá por donde camino.

    Accept – Metal Heart
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  • Salmorejo.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué comida te transporta inmediatamente a tu infancia?

    Eva pelaba pensativa los enormes y rojos tomates con los que estaba preparando la cena, mientras manipulaba ceremoniosa los ingredientes, pensaba en las mañanas de verano en su pueblo natal, jugando en la cocina mientras su abuela preparaba la comida. El aroma a azahar desde la ventana, de aceite de oliva y pan de mollete del desayuno. El sol, nuestro sol de La Tierra, iluminándolo todo, permitiendo a una niña jugar en el patio, a la sombra del alcornoque. Donde estaba el columpio en el que soñaba llegar hasta la luna y cruzar la galaxia.

    En este mundo la cosecha se daba bien, no solo tomates, los olivos hicieron posible un primer prensado de oro verde, de calidad imposible y olor a serranía andaluza. Troceando el ajo le vino la imagen de su familia, todos juntos, reunidos en el salón entre risas y cantos de almuerzos interminables de Julio y siesta con sabor a vacaciones. 

    Una lágrima de recuerdo encontrado logró sazonar la cuchara en la que había probado el delicioso salmorejo que había preparado que hoy le sabía a antaño, a la niña que un día fue y a las expertas manos de su abuela que convertía el calor del verano en una perfecta cena.

    Enrique Morente y Lagartija Nick – Pequeño Vals Vienes
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  • La Sombra de la Farola

    Sugerencia de escritura del día
    Escribe sobre tu primer amor.

    Ella me dijo, a la luz de la sombra que dejaba la luna en una farola, que el primero es el que más te marca, que con ese beso vas a medir todos los demás. Tras fundir mis labios con los suyos y alimentarme de su pasión hasta asesinar la noche, le dije que estaba equivocada, que desde ahora, el sabor que quería paladear toda mi vida es el de ella, y que si no fuera posible, en cada aliento que me perdiera, en cada caricia que me quede atrapado iba a estar impreso su nombre. 

    Y así fue, nuestro beso terminó en un suspiro, en un pestañear de ojos cerrados de tanto deseo, en lágrimas de varios días y soledad en los portales. De rabia de recuerdo ajeno midiendo los bancos del parque. Del alcohol de mis venas, ojos cerrados y todo girando a su vera.

    En mi soledad encontré caricias en las luces de neón, en el ruido de la oscuridad y en la tristeza de otros ángeles, que, varados en la arena, agitaban sus alas llenas de alquitrán intentando remontar su vuelo. Pero mis labios estaban secuestrados por aquellas palabras, y cada perfume que aspiraba, tenía el sabor del recuerdo, de que a la sombra de aquella farola nunca supiste que tu beso era el primero.

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  • 1998

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué es lo más antiguo que sigues utilizando hoy?

    Abrazados, exhaustos, con el alma henchida y la piel erizada por el momento, los dos escuchaban la melodía que llenaba la habitación. El humo flotaba en la oscuridad, rota por el reflejo de la luna llena, que curiosa, se asomaba por la ventana.

     – ¿Cuántas han sido?

     – ¿Qué?

     – Que con cuantas has estado.

     – ¡Buff!

     – ¿Muchas?

     – Recuerdo el nombre de cinco.

     – ¿Y las que no recuerdas el nombre?

     – Alguna más.

     – ¿Y a mí? ¿Me vas a recordar?

     – A ti te recordaré por esta canción.

    Scorpions – Hollday
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  • Si no persigues tus sueños, te seguirán tus pesadillas

    Sugerencia de escritura del día
    Si todo el mundo tuviera un lema, ¿cuál sería el tuyo?

    Esta noche, saboreando momentos, a la espera de que el mar de los sueños alzara su marea sobre mí, me sorprendí rememorando una antigua sintonía, que en su tiempo, me hizo abrir mi particular caja de Pandora.

    Tiempos de pasiones vomitadas sobre un micrófono nuevo, roto por mi oscura voz, hecha de mañanas de tierra mojada, donde caminaba descalzo sin miedo a herirme, de tantos cristales rotos, de botellas con mensaje, arrojadas con rabia. Algunas rotas por mí y otras por quienes me acompañaban en esas noches alegres, confusas, de exceso y arena de playa. 

    Allí estabas tú, tejiendo telarañas con tus labios rojos, carmín desgastado por el roce. Allí estaba yo, equilibrista sonámbulo, en hilo de nailon de caña de pescar, cambiando de caricias como tú de color de uñas, esas que cicatrizaron en mi espalda, de las que ya no era alérgico, pero sí estaban presentes, afiladas, porque tú eras resistente al olvido y yo no me acordaba.

    Te encontré tras noches de insomnio por no querer verme ni en sueños. Preciosamente enferma, de pasarela de brillos de flashes, con la parca delante, expectante, inquieta de ansias de tenerte en su alcoba. Tan dulce y tan asustada, tan feroz en la batalla, que te rendiste de miedo al  prometer que tú tendrías mi bálsamo para extirpar tu preciada pesadilla. Huiste al precipicio y ahora te asomas, a veces, a contemplar lo que rompen las olas. 

    Te conocí por tu voz, la que más se escuchaba, la que quería ir antes, por encima, más alta. Coleccionabas pasiones robadas y dejabas sobras de corazones rotos, en pequeños frascos de perfume y los tirabas a cansados buitres, para engordar sus egos. Solías sonreír a tus víctimas mientras devorabas su pasado, también te largaste lejos, a donde tus perros te guiaron, buscando cazar otras presas, en busca de piel curtida.

    Tímida luz desolada, pequeño imperio disuelto en la calima, desastre sonoro de aroma a ron viejo de La Habana, con limón y menta y burbujas de soda. A esos tribales que tanto odiaba, a antiguas melodías de ancianos, que morían cantando para jóvenes ebrios por ser amados. Yo quería estar tiempo después, siempre en el mañana, contigo aprendí que el ayer siempre gana. Todo se repite, todo gira y gira y no descansa,  hasta que me quede sin fuerzas para repetir otra hazaña. Y morí de hambre de cariño al verte.

    Poco quedó tras la tormenta, hoy son recuerdos locos, de fotografías que no fueron reveladas, siempre me quedó esperanzas, en esa caja, encerradas. 

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  • Esa música tan de moda

    Esa música tan de moda

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué te aburre?

    —¡Baja ya ese ruido!

    —Si, ya está bajito.

    —¡Que bajes eso o sale el móvil por la ventana!

    De pronto me di cuenta de que mis padres, cuando yo era adolescente, me gritaban exactamente lo mismo. Pero… ¿por qué no soporto la música de mis hijos si escucho Slayer o Sepultura?

    Mis padres escuchaban música, creo que más por inercia que por gusto. Antonio Machín sonaba a todas horas: Dos gardenias para ti, eternas gardenias que retumbaban en mi cabeza una y otra vez.

    Luego llegaron los cuarenta principales. Al principio me satisfizo: Bob Dylan como número uno, bueno, no estaba mal… habrá que estudiar inglés, eso sí. Rocío Jurado me parecía un misterio; letras incomprensibles para un niño de 8 años, una pena tan profunda que parecía pesar sobre sus hombros.

    Cuando descubrí a los Beatles, fue gloria para mis oídos. Disfrutaba con Paul y John tanto que terminé rayando los discos preciados de mi tío.

    En la escuela me llamaban “carroza” por escuchar música antigua, así que busqué algo moderno: Ozzy Osbourne en Back at the Moon. No confundir con Bertín, que también pertenecía a la época.

    Tras varias búsquedas frustrantes, y siguiendo ciertas pistas entre los surcos de los vinilos, invocé al mismísimo diablo. Claro que no estaba dispuesto a venderle mi alma por tan poco:

    —¿Y qué me puedes ofrecer si no es mi alma?
    —Todo mi apoyo incondicional a la música que te represente.
    —¿Acceso a discos?
    —Tres al mes y entradas a conciertos cada dos años, pero tendrás que predicar el camino de la bestia.
    —¿Dónde firmo?
    —Hágase un corte por aquí.

    Después de eso, empecé a recibir visitas de mi azufrado amigo con material inédito y espectacular, y mi colección creció. Yo me convertí en un fiel divulgador de su palabra y obra.

    Pero a mediados de los 90, algo cambió. El Rock Gótico perdió popularidad y comenzó a llegar música que no me llenaba igual: ritmos electrónicos simples, voces alteradas, melodías que recordaban vagamente a mi aborrecido señor Antonio Machín. Y más tarde… reggaetón.

    Curioso, pregunté a mi amigo con cuernos:

    —¿Qué cambio es este? —le dije, enseñándole un CD de Don Omar.
    —Bueno —respondió—, es la música que me representa ahora.
    —Pero no habla de ti, no ensalza tu filosofía.
    —Los tiempos han cambiado. Ahora la gente joven prefiere divertirse. Esta música habla de enfrentamientos, celos y engaños.
    —Pero el rock y sus variantes tienen solera de culto.
    —Sí, y siguen representándome… solo que mi público ahora pide más variedad.

    Fue entonces cuando rompí mi contrato con el diablo y decidí buscar mi propia música. Desde entonces prefiero grupos independientes, como Love of Lesbian. ¿Entiendes, hija?

    —Papá, déjame de comerme el coco y ábrete una cuenta de TikTok.

    Iron Maiden – The number of the Beast

    “Entre vinilos y TikToks, siempre habrá un diablo dispuesto a darte pistas.”

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  • Viejas Botas

    Viejas Botas

    Sugerencia de escritura del día
    Dinos algo acerca de tu par de zapatos preferido y adónde te han llevado.

    Mis gastadas botas, manchadas de polvo y de nube, caminan hasta el horizonte en su lento arrastre de envejecidas suelas. Perdiendo el cemento, procrastinando el paso del tiempo, camino para nunca llegar despierto. Cruzando cordilleras y valles en las eternas tierras que forman la piel de Hipnos.

    El paisaje me contempla, avezado de crear sendas en el viento, de navegar en el canto del mirlo mientras caza un lamento. Recreando en mi mente instantes y momentos que la pluma perdida de algún ave con prisa dejó olvidada en su vuelo, en algún momento dibujará grafemas de tinta sobre lienzo de pliego.

    Mis cansadas botas escriben secretos, bordados con la fina hebra que hilan tus sueños. 

    Shireen – UMAI
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  • 64

    64

    Sugerencia de escritura del día
    Escribe sobre tu primer ordenador.

    A Commodore lo adopté allá por el 88, esa época en que recién salimos del blanco y negro, 64 como cariñosamente se presentaba. Con sus 8 bits y sus 64K era muy espabilado para su edad. En el parque, era el más rápido, el que mejor cantaba y el más silencioso al esconderse. ZX Spectrum, que siempre iba con un radiocasete de doble pletina escuchando heavy metal y Amstrad, con sus gafas de sol tintadas de verde, se metían siempre con él, le llamaban bicho cuadrado y se jactaban de tener más videojuegos. Es que 64 era muy serio para su época. 

    Años más tarde, adopté a Amiga, la hermana de 64, muy lista y ágil, que vestía siempre a la última moda. Éramos felices los tres hasta que Amiga se echó de novio a 386, lleno de pegatinas e implantes, era un clónico sin nombre que pasaba el día colgado en el sofá. Se dedicaban a quemar DVD que luego vendían en el mercado negro para poder conseguir expansiones.

    Pentium llego a mi vida con un pantallazo azul y empezó a coquetear con extraños sistemas operativos que se administraba directamente por USB, le afectaba en el sector de arranque y le producía bipolaridad. Pasaba varios días sin poder arrancar bien, vomitando código y con un profundo mal humor. Tuvo un enfrentamiento con un servidor IBM que le costó el despiece. 

    Macintosh vino a casa presumiendo de potencia y estilo. Era imparable, super-conectado, triunfaba en la red. Aunque de gustos caros y delicado de paladar. Con un potente síndrome workahocolico severo que lo hace trabajar hasta desmayarse, que ocurre varias veces por semana, se resiste como un jabato a pedir una jubilación ya tardía.

    Estoy esperando ansioso que mi próxima adopción sea algún tipo de aparato híbrido, compacto, ultra conectable, multifuncional, ecológico, manufacturado de manera ética y si puede ser quirúrgicamente implantable. No pido mucho más, solo que sea barato y que me dure al menos diez años. Lo normal.

    En un rincón donde guardo mis trastos más preciados, todavía tengo intacto a 64, con su lector de casetes y sus enormes teclas marrones, esperando paciente a que le cargue aquel juego que siempre quiso ejecutar.

    Radiohead – Paranoid Android
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  • El Silmarillion

    El Silmarillion

    ¿Qué libros te gustaría leer?

    Este libro de Tolkien es una pieza indispensable de mi biblioteca. Ejemplar de tapa dura, ancho y robusto, es capaz de sujetar a los demás libros.

    En innumerables ocasiones he intentado leerlo. Imposible misión que no llega más allá de la página 73, mi cabeza es absorbida por un enorme galimatías de personajes y hechos que me arrastra sin piedad al mayor de los más profundos sueños. Es entonces cuando tengo que lidiar con los Valar, maiar y con hordas de elfos y enanos hasta despertarme sobresaltado.

    Hay muchas obras malditas en la historia de la literatura y yo tengo la mía propia en la estantería, mirándome, con una sonrisa entre las hojas en un, no te atreverás nunca más. Algún día, al limpiarle el polvo, lo abriré y lo leeré con saña. Entre tanto me entretendré con Canción de Hielo y Fuego que tiene banda sonora de Sauron.

    Saurom – Se Acerca el Invierno
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