
El sonido estático de una aguja surcando un mar de PVC dio paso al rugir de la aglomeración expectante. Séquito furioso que coreaba un himno de batalla, a la luz apagada del resplandor de la noche.
Maullidos salvajes despertaron gritos en la sombra. Del murmullo de la manada se hizo silencio, frente a ellos tambores de un lejano continente y electricidad estática gimiendo de placer.
Se abalanzó a la turba como la voz de los muertos, señalando al aire, exigiendo delirio. Garganta ronca susurrando un sortilegio, si la paz es la guerra no quiere silencio.
Cantaron batallas en épico momento, repetidas mil veces en su envoltorio de plástico. La luna pálida encendió las velas y mi alma hechizada se fue en un lamento a la morada de Morfeo, donde habitan los sueños.
Fue entonces cuando el afilado brazo de los recuerdos sonoros volvió sin más a su asiento.




