Categoría: pesadillas

  • Yo en el espejo

    Yo en el espejo

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es el reto más difícil al que tendrás que enfrentarte de aquí a seis meses?

    El fresco aire de primavera perfumaba la pradera, un eterno río de luz anaranjada adormilaba el día. Ella paseaba descalza, alegre e inconsciente mientras la oscuridad se adentraba sigilosa.

    El camino era de piedra y se desdibujaba por los laterales, un espejo redondo, flotando cuál colibrí en busca de néctar le esperaba en el centro del sendero. Curiosa, se paró a admirar su bella figura, su resplandeciente reflejo se tornó gris. Ella sonrió a la imagen del espejo, pero sus sonrisas no eran idénticas, tras el cristal la joven dejaba entreabrir su boca dejando unos brillantes y afilados dientes.

    Asustada, avanzo por la senda como una rápida gacela, siguiendo el retorcido recorrido de piedras que, cada vez, se volvían más frías, y que de manera irremediable le hizo adentrarse en un oscuro bosque de nudosos robles que sonreían maquiavélicos a su llegada.

    Adentrándose en el bosque, donde ya no había casi rastro de piedras en el sendero, era más bien una acotación de cortezas de árbol muertos. El ambiente pesado y maloliente hacían adivinar la presencia de unas ciénagas. Fue cuando comprendió que tras ella había una figura desmañada, que como una sombra la perseguía de lejos.

    Sus manchados pies se hundían en el barrizal del camino, tornado lenta y pesada la marcha. Su perseguidor, en cambio, torpe y desgarbado, aunque rápido, daba zancadas de varios metros para caerse al siguiente paso, remontando en segundos para dar otra zancada.

    Sin aliento, se apoyó en un retorcido árbol para observar a su perseguidor acercarse. Siempre lo había sabido, ahora lo podía confirmar, su otro yo del espejo estaba parada, frente a ella, enseñando los relucientes y afilados dientes en una mueca parecida a una sonrisa.

    Quería fundirse con el árbol, estar hecha de su corteza, pero lo más que podía hacer es apretar su espalda contra él. Una voz, en el fondo del tronco, le decía;

    -No temas, solo tienes que despertar.

    Pero su yo malvada se acercaba implacable.

    -Solo tienes que despertar- Sonaba en el interior, esta vez de ella.

    – Tienes que querer despertar — La voz se volvía muy aguda hasta transformarse en el sonido de un timbre.

    – Riiiiiiing-

    El fresco aire de la mañana, con la caricia del aroma de café, consiguió en su mente el efecto amnésico del despertar apresurado de salto de la cama con el reloj, regañando con su manecilla más larga el poco tiempo que le queda.

    Caminando descalza por su habitación, se percató de que sus pies estaban llenos de barro y su memoria no ayudaba a alcanzar una respuesta.

    Chelsea Wolfe – Whispers in the Echo Chamber
    Anuncios
  • La ley de Morfeo

    La ley de Morfeo

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Has infringido la ley alguna vez de manera intencionada?

    Soy el oscuro tremor, y en la noche sacudo tu lecho, rasgando la cortina del más plácido y profundo deliquio, ponzoña silenciosa en busca del grito de espesa turba. Desparramando tu exaltado aliento, hacia el abismo tenebroso, te expulso de la esfera de Hipnos a caer a mi cruel deseo de relámpagos exaltados que debilitan tu aliento.

    Soy el que perturbo tu descanso arañando con mis garras todas las leyes de Morfeo. Creando delirio a mi paso, soy quien secuestro la paz, sin descanso, en tu descanso maltrecho, por la huella de mi envenenado beso, tu alma suplicará por los pecados que inducen a tu conciencia, mi presencia, envenenando el efímero momento de sosiego, hasta que supliques al ocaso que te mantenga despierto.

    Phobetor es mi nombre, en la pesadilla habito, mi placer es tu tormento.

    Marilyn Manson – This Is Halloween
    Anuncios
  • Cazador de Sombras

    Cazador de Sombras

    Propuesta de escritura de Bloganuary
    ¿Qué es lo que más te gusta hacer en tu tiempo libre?

    – Buenas noches, por favor, una copa de ese vino azul tan bueno que tienes.

    – Buenas noches cazador, aquí tienes, ¡bien frío! ¿Qué le trae por aquí?

    – Pues un hambre atroz.

    – Vale, mando a preparar lo de siempre ¿Qué tal ha ido la caza?

    – Pues alguna historia tengo para contar.

    – Soy todo oídos.

    La Sombra es ese lugar donde se ocultan los execrables entes que habitan en las pesadillas y en esa casa había muchas. Una vieja cabaña de agrietada madera con retorcidas formas, oscurecida por el peso de la condena que soportaba. Era ese lugar donde los sueños se convierten en pesadillas.

    Y ahí estaba yo, conjurando mi fiel espada a la sagrada causa de expulsar abominaciones. Rufián, mi cadejo, me marcó bien el camino a la sombría morada. Tenía el rastro de tres monstruos.

    – Perdón, cazador, ¿qué es un cadejo?

    – Los cadejos son perros espectrales que algún brujo desgraciado ha hechizado para quien sabe qué condenado objetivo. Encadenarlos forman parte del proceso. Cuando ya no los necesitan los abandonan y se les ven los pobres por ahí, arrastrando tristemente sus cadenas.

    – ¡Qué cabrones!

    – Así encontré a Rufián, asustado y aturdido, y aun así me echo una mano con un diabólico engendro, desde entonces es mi fiel rastreador. Hasta que encuentre la manera de quitarle la maldición. ¿Me pones otro vino?

    – Por supuesto.

    La puerta de la condenada casa abrió con el lamento agónico de los que han sido torturados. Dentro, oscuridad, desorden, muebles rotos, raídos por el tiempo, llenos de polvo y telarañas. El movimiento de una sombra condujo mi espada detrás de la cochambrosa cortina del fondo de la sala, rompiendo el silencio con un brutal alarido y la garganta de la primera criatura que se desplomó arrancando la cortina. Quedaban dos más. Este fue fácil, Los demás no lo serán.

    La segunda criatura era fea, un repugnante amasijo de carne y venas redondo al que le salían dos largas patas y dos brazos que terminaban en garras. En el centro una sonriente boca de dientes afilados y fétido aliento, que saltaba y se agitaba al fondo del pasillo. No era muy alto, me llegaba a poco más de la cintura, así que de un salto conseguí ponerme encima, no sin antes darme un golpe con el techo. Agarre sus pestilentes brazos con todas mis fuerzas mientras el horrible monstruo se daba golpes con las paredes intentando desprenderse de mí. Pero yo lo tenía bien sujeto. Mi espada hizo el resto. Clavé la hoja hasta llegar a la empuñadura, fue suficiente para que dejase de moverse y descansara en paz.

    Por mi experiencia, el último siempre es el peor y este no iba a ser una excepción. Subí las escaleras y en el segundo piso, tras la puerta abierta de una de las habitaciones, estaba ella. No he encontrado nunca una criatura tan bella como aquel súcubo. Bello cuerpo de mujer con cara angelical y un suave brillo rojizo en su penetrante mirada, olor a noche y madreselva y su voz… En un canto de sirena me dijo; – Cazador, ¿me vienes a exterminar?

    – Y no te pudiste resistir

    El cazador saco algo de su bolsa de viajes que puso encima del mostrador.  Una cabeza cortada

    – Conozco bien a los súcubos para dejarme dominar por sus encantos

    – Bella sí que era. En fin, Aquí llega tu comida.

    – Ya era hora, ¡que hambre!

    – Este trabajo tuyo es muy peligroso.

    – No es un trabajo, puesto que no me pagan. Tal vez es una afición.

    – Yo prefiero coleccionar sueños.

    – A mí me gusta más la acción.

    Nox Arcana – Lost in the Darkness

    (Esta historia continua aquí)

    Anuncios
  • La ciudad en mi ciudad

    La ciudad en mi ciudad

    Propuesta de escritura de Bloganuary
    Nombra un lugar famoso o una ciudad que esté cerca de tu casa y que todavía no hayas visitado.

    La ciudad escondida está aquí, en mi propia ciudad y nunca fui porque nadie quiere ir.

    Allí nunca llega la luz, pero sí los colores. El calor pardo de la calima, el frío azul de la escarcha de mantas negras acartonadas. La gris soledad, de cabellos quebrados por el fermento, de risas pasadas, de miradas rojas por el paso del tiempo.

    Allí no llega el brillo azulado, el fervor óptico de las disputas de miradas, pero sí el encanto ciego de niños manchados, que sueñan con ser eternos entre mariposas de barro.

    No llega el peso del valor codificado, ni el amor con corbata del banquero. Pero si alguna vez llega un abrazo en el viento, calma rugidos de estómagos rotos, reflejos de luz de cielo abierto.

    Espacio de ruido de cobre, de gritos, de lamento. De la muerte con aguja de antiguos nuevos. El hogar de la madre que, aunque no puede, exhibe risa de castañuelas, todos juntos, contentos, de que el mal si es a tu lado es solo un momento.

    En tu ciudad también hay otra ciudad, aunque tú no te des cuenta. Aunque no quieras mirar.

    Marea y Fito – Pan duro
    Anuncios