Categoría: pesadillas

  • Otro lugar.

    Sugerencia de escritura del día
    Cuenta alguna anécdota del viaje más lejano que hayas hecho.

    La habitación era blanca e iluminada, similar a cualquier consulta de enfermería, de un centro de salud típico de la seguridad social, pero sin el escritorio.  En la camilla, Miguel, esperaba inquieto, fue voluntario al experimento, que aunque comprendía bien el fin, le habían estado contando los pormenores del procedimiento y prometido una pequeña compensación económica al finalizar. Ahora un señor de unos cincuenta años, de bata blanca, pelo desordenado y voz profunda, que se había presentado como el doctor Ariam Serrot, le preparaba para comenzar.

     – ¿Preparado?

     – Sí.

     – ¿Nervioso?

     – Un poco.

     – Tranquilo, todo está bajo control, estoy pendiente de cualquier anomalía. ¿Comenzamos?

     – Vale.

    El fármaco empezó a fluir, gota a gota, directo a la vía que penetraba en su brazo, en su torrente sanguíneo. Pronto, la sensación de calma química le fue invadiendo su mente, quedando a la merced de las palabras de su interlocutor.

     – Ahora te sientes en paz, sereno, tu mente se abre y tú profundizas en ella, es como entrar en un sueño y le darás forma, ¿qué ves?

     – Veo un pasillo, largo, con un montón de puertas, todas son iguales, de madera clara pero envejecidas.

     – Adéntrate en el pasillo y dime qué ves.

     – Al fondo hay una puerta distinta, es oscura, de madera sucia y nudosa.

     – Es la puerta al subconsciente, ábrela y entra.

     – Detrás hay unas escaleras, entre paredes que parece estar hechas de piedra, como una cueva con peldaños tallados en el suelo.

     – Comience a bajar y me va describiendo lo que ve.

     – Las escaleras van girando en círculo, las paredes son húmedas y rugosas, de tacto frío, hay poca luz y la que hay no sé de donde viene. 

     – ¿Qué sensaciones tiene? ¿Está asustado?

     – Un poco, según bajo empieza a haber una sensación de calor, las paredes están calientes, ya no las puedo tocar sin quemarme. Por fin veo que se termina, hay otra puerta, grande, de madera reforzada en metal, intento abrirla pero no puedo.

     – Pruebe tocando.

     – ¿Cómo?

     – Con los nudillos.

     – Vale, se está abriendo, es muy ruidosa, voy a entrar.

     – Dime que es lo que te encuentras.

     – Es como una mansión antigua, o un castillo, no sé bien, tiene un salón enorme y una escalera redondeada que sube un piso, está todo lleno de polvo y telarañas.

     – Bien, sube por las escaleras y me cuentas que ves – Miguel percibió que la voz de su guía fue cambiando de género en esta última frase.

     – ¿Qué está pasando?

     – Nada, no te preocupes, es algo normal, ¿Estás subiendo? – Dijo la voz que ya era completamente de mujer.

     – Tras las escaleras hay un ascensor, de esos antiguos, de los que hay que quitar unas rejas para entrar.

     – Pues abra las rejas y entre.

     – Tiene paredes verdes metalizadas con un espejo que ocupa la mitad superior, hay dos pulsadores, está iluminado el que pone B, el otro pone treinta y dos.

     – Pulse ese número.

     – Se cierran las puertas y lo noto coger impulso. Está subiendo muy rápido.

     – No se preocupe, no corre peligro.

     – Ya ha parado, parece que hemos subido muy alto. Acabo de abrir y hay otras escaleras hacia arriba, muy parecidas a las que bajamos, solo que las pareces parecen de arcilla húmeda esta vez.

     – Muy bien, suba.

     – las paredes están caliente, pero tengo la sensación que va enfriando según subo. Ahora empieza a haber musgo verdoso, también en el suelo, parece una alfombra.

     – ¿cómo se siente? ¿Tiene miedo?

     – Me siento cansado y hace frío, pero estoy más tranquilo, estoy llegando ya a la puerta, esta vez es más redondeada, parece de metal, como de hierro envejecido.

     – Ábrala y me va contando lo que ve.

     – Un pasillo, con muchas puertas, de madera oscura, parecen de ébano. Me siento muy ligero, me elevo, todo se está disolviendo a mi alrededor.

     – ¿Puede abrir los ojos?

    Tras una respiración muy profunda, Miguel abrió los ojos. Estaba en un lugar con una luz tenue, tendido en una cama. Aunque tenía aspecto de cueva, estaba perfectamente amoblado, las estanterías, sillas, mesas, todo el mobiliario estaba hecho de un material parecido al mimbre, de color gris amarillento. En una especie de butaca de ese mismo material, la mujer que le había estado hablando, su ropa parecía estar confeccionada con hojas de plantas y cosida con raíces.

     – ¿Dónde estoy? ¿Quién es usted?

     – Me llamo María Torres, Bienvenido a mi mundo, es usted el primer ser humano de su era que ha hecho un desplazamiento interdimensional. 

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  • Una menos de siete.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué te hace llorar de felicidad?

    Su cuerpo andaba tumbado, su pelaje blanco, sucio de barro de la orilla del río, nadie lo vio caer, todos lo vieron ahí, tieso como el crujir de una rama seca, con la vida lejos, muy lejos.

    En aquel lugar donde solía maullar, en ese campo de flores de eterna primavera, tenía un agujero preparado y las manos sucias esperando ser lavadas por unas lágrimas que se resistían en brotar.  

    Fue entonces cuando su mente quedó presa de los recuerdos, de saltos, de risas y juegos, de tardes tristes de lluvia abrazada a él, compañía en el sueño, rozar de bigotes temprano, al despertar con un lamento hambriento de cola recta y lomo arqueado. 

    Un leve ronroneo le expulsó del ensueño, estaba en su falda formando un ovillo con su cuerpo, cansado de un largo viaje de vuelta, en ese momento rodó sobre su mejilla toda la tristeza acumulada en forma de alegría.

    Fredo Viola – The Sad Son
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  • A veces…

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cómo te sientes ahora mismo?

    A veces siento en negro, y mi pasión tiñe letras de un oscuro azulado que, mientras desangro mi alma, se tiñe en rojo  los adjetivos o en frases tintas y abrazo al vacío que tanto me inspira. Evoco danzas macabras en tonos pastel y trazos de tiza emborronados, que acaricio mientras caigo en el más absoluto misterio. Y amo así mi juego de arrítmica oratoria silenciosa, en el falso papel de fantasía electrónica.

    A veces la oscuridad se torna en colores, y brillan en metálicos reflejos, compases de estética televisiva, abriéndose en morse, circunloquio de risas melancólicas de un sombrerero a la hora del té. Disfrazando cada palabra en mi carnaval, de campanillas asonantes, de lágrimas de alegría en danza, descalzo, tensando las cuerdas místicas de una guitarra.

    A veces hablo blanco y mis letras se desarman en relieves de piedra, gastados por la marea, mientras runas incoherentes juegan a ser oraciones mágicas, capaces de rotar en creciente, negras y blanca entre corcheas.

    A veces callo y acompaño al viento a contemplar las olas en silencio.

    A veces simplemente sueño.

    Vetusta Morla – Sálvese Quien Pueda
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  • En los límites de la realidad.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué series veías de pequeño?

    De pequeño me obsesionaba sobre todo una serie llamada en los límites de la realidad, en tiempo de los dos rombos, la censura parental estaba a la orden del día, así que para poder ver la serie saltaba por la ventana de mi habitación, recorría toda la terraza común que había en el edificio, para, a través de la  gruesa cortina, poder entrever las imágenes de esa pequeña televisión en blanco y negro que adornaba el salón.

    A veces hacía malabares para poder levantar la persiana, mal meter mi cabeza por el hueco resultante y poder ver el episodio de la semana, cualquiera de los vecinos del edificio de enfrente podía tener el espectáculo de un niño de ocho años, con pijama de Mazinger Z, siendo engullido por la ventana y masticado por una persiana, que se quejaba con los estertores del infante. Lo cierto es que ningún vecino fue lo suficiente bellaco para chivarse sin escrúpulo a mis padres de mis aventuras, eran buena gente y se limitaban a apostar sobre una posible caída y un posterior atropello.

    El sonido no era problema, ya que como mi abuela era más sorda que la estatua de metal mohoso del parque, las conversaciones de la serie podían ser escuchadas sin el menor de los problemas a dos kilómetros a la redonda, consiguiendo ocultar mis constantes peleas con el entorno, para permanecer agarrado a la ventana.

    Una vez, agarrándome como de costumbre a cualquier saliente, tuve la mala suerte de resbalar y caer justo donde estaba el cactus. No sé quién tuvo la maldita idea de poner semejante ente diabólico justo bajo la ventana, un ejemplar mexicano que produce el mismo efecto al pinchar que un habanero restregado en un ojo, por lo que mi grito fue espectacular. El alarido fue tan grande que llegué a despertar a familias enteras en Dinamarca. Obteniendo el auxilio de mi familia, que mientras me extraían pinchos de cierta parte de mi anatomía me iban preguntando cariñosamente “Qué coño hacía allí a esa hora”.

    Al verme atrapado quise contar la pura verdad.

     – Yo estaba en mi habitación cuando un resplandor con un poder anti-gravitatorio empezó a hacerme levitar, y claro, debe ser que perdieron sintonía justo cuando pasaba por aquí, así que caí del cielo. Sí, al puñetero cactus. 

     – Claro, igualito que en el episodio de hoy de los límites de la realidad, ¿no? – Me respondió mi madre.

    En defensa propia les dije que quizás el episodio era en directo y que quién sabe por qué el OVNI me dejó caer, que eso era un misterio más sin resolver. Por si acaso, en el tiempo que estuve injustamente castigado,  le mande una carta con lo ocurrido a Steven Spielberg quien poco después dirigió uno de los episodios para la pantalla grande, el muy sinvergüenza no fue ni para mandarme unas entradas para ir a verla al cine del barrio y desde entonces simpatizo más con George Lucas, aunque también terminó cayéndome mal por poner a Leia con tanta ropa en su última película.

    Filter – One
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  • Vida

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué hábito de tu día a día mejora tu calidad de vida?

    Ocurrió que esa noche quedé sentado en aquel banco, en el parque, triste como diciembre sin Navidad, contemplando mi cuerpo a dos metros de mí, desangrándose. Mi luna era marfil, como la ropa de aquel extraño que se sentó a mi lado, suspiro un lamento y con la profundidad del mar me preguntó;

     -¿Cómo estás?

     -No lo sé, ¿Qué está pasando?

     -Te mueres.

     -¿Y tú vienes a por mí?

     -No, yo solo pasaba por aquí.

     -¿Qué me voy a encontrar ahora?

    Me miró fijamente a los ojos, azules como el mar en calma, viejos como el brillo de las estrellas, y entre susurros me dice;

     -Se trata de elegir, siempre de elegir. 

     -¿Qué? ¿No voy a ver a la gente que perdí?

     -Quizás, no es tan fácil. Tendrás mucho que aprender, y tus decisiones serán importantes.

     -¿Estamos hablando del bien o del mal?

     – Nada de eso, no existe bien sin un poco de maldad. Es más un encontrarte a ti mismo y saber a donde perteneces.

    Canto de sirenas iluminando de azul mi cuerpo tendido en el asfalto, con el coro de los guardianes apartados con violencia entre murmullo de nervios, de prisas por revivir. 

     – ¿Puedo elegir volver a estar vivo?

     – Puedes probar.

    Dolor, por todo mi ser, ese dolor que recuerda lo vivo que estás y lo frágil que es la existencia. La respiración volvió a aparecer, entre convulsiones y sobresaltos. A caminos entre un mundo y el otro, en el ápice de tiempo en el que duró el primer latido, pregunte;

     – ¿Eres un ángel?

     – Lo fui, pero ahora creo en otras cosas.

    Thalarion – Where the Ravens Die
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  • Sombra

    De pronto, la sombra que habitaba bajo mi cama, susurró el suspiro de mi nombre, fue cuando caí en la cuenta de que amar no era materia exclusiva de la pasión humana.

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  • El batracio

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es tu receta favorita?

    La oscuridad reinaba cuando Kumar y Seliara cabalgando raudos a lomos de sus bestias, cruzaron los lindes de la aldea, rumbo a las ciénagas. Una fila de luciérnagas invocadas para la misión, iluminaban la senda pintando un haz de luz de diversos colores eléctricos y emitiendo el silbido característico de una flecha, dando una dirección exacta a seguir. 

    Llegaban los primeros rayos de sol, cuando entraron por el sendero tenebroso que llegaba a su destino, Seliara desmontó a su valgar y le hizo señas a Umar para que también lo hiciera. Las libélulas ya se habían disipado, puede que por el fétido olor que desprende la ciénaga o por la presencia de maldad que flotaba en el ambiente.

     – Baja de una vez, niñato, ¿te quieres hundir en el fango?

     – Mi bestia no pesa mucho, Seli, déjame seguir montado.

     – Que te bajes, niño estúpido, ese chucho sarnoso que montas está tan gordo como tú.

    El joven saltó al camino a regañadientes e hizo un gesto de asco al llenarse los pies del barro del sendero, mientras Seliara preparaba a su montura para seguir un rastro.

     – ¿Qué venimos a buscar, Seli? – Preguntó mientras desataba su montura, que era negra como la noche sin luna, de pelaje espeso y una mirada gris soñadora como la de Umar. Un valgar era un regalo de nacimiento, se entregaba siendo cachorro al recién nacido y se formaba un vínculo irrompible al crecer juntos. Existían comunión con otras especies, orubes, tritones e incluso con un dragón en una aldea lejana, pero ninguna tan íntima como con un valgar.

     – Tenemos que buscar un kappa y llevarlo al poblado.

     – ¿Y qué es eso?

     – Como una rana y un mono al mismo tiempo.

     – ¿Y para qué quieren eso?

     – Ni idea, pero es nuestra caza. ¡Silencio, niñato!

    La bestia que rastreaba se paró en seco, señalando con el hocico un batracio del tamaño de un cordero, que colgaba de la rama de un árbol, ajeno a sus visitantes y de sus intenciones. A un gesto de Seliara, Kumar preparó en silencio su ballesta y apuntó a la cabeza del animal, derribándolo en el acto.

     – Ha sido fácil – alardeó el muchacho mientras caminaba a recoger su trofeo.

     – No tanto, capullo. – La joven observaba como el barro del camino se ondulaba alrededor del kappa,  Kumar que ya estaba rescatando su presa, vio como surgiendo del barro se le abalanzaba una terrible criatura, un gusano tatzel, con unas fauces redondas llena de afilados colmillos, estaba dispuesto al ataque. 

    Seliara disparó dos flechas que se quedaron clavadas en el cuerpo de la criatura, pero que no parecía hacerle ningún daño, justo cuando el horrendo gusano estaba a punto de hundir sus fauces en el joven, su valgar, de una dentellada certera arrancó la cabeza del bicho, que quedó inerte hundiéndose en el lodo.

     – ¡Seli, corre! Antes de que llegue alguna otra alimaña.

     – Si sigues gritando así las vas a atraer a todas, niñato imbécil.

    Pronto estaban de camino a galope, a la luz de las luciérnagas, nuevamente invocadas para guiarles los  pasos, Seliara con su blanco valgar de ojos negros iba delante. Encontraron una aldea con luces y sonidos de fiesta. 

    Saltaron de sus monturas, todos los habitantes del pueblo estaban reunidos en la plaza central, festejaban su llegada.

     – ¿Qué pasa abuela? – Preguntó la joven de la montura blanca.

     – ¿Habéis traído el encargo que os encomendé?

     – Sí, claro, abuela, aquí lo tenemos – Dijo el joven Kumar orgulloso de su cacería – ¿Qué vais a hacer con el batracio?

     – Es el ingrediente secreto para la cena. 

     – ¿Pero qué se celebra? – Quisieron saber los jóvenes cazadores.

     – ¿Todavía no os habéis dado cuenta? Os hemos enviado a una misión peligrosa,  demuestra que tenéis capacidad para ocupar un puesto entre los adultos, esta fiesta es en vuestro honor.

     – ¿Me estás diciendo que nuestra prueba de adulto fue caza a una rana? – Preguntó Kumar un tanto desilusionado.

     – Sí, y confirma que siempre serás un niñato – Le respondió Seliara con una sonrisa burlona.

    Lacuna Coil – Apocalypse
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  • Pequeña vela votiva

    Dios menguante en mi menor, que te escurres mientras rezo, te distraes tornando en polvo, en la oración que te elevo y en mis manos juntas dejas, rastros de tinta de mi olvido. 

    En mi menguante dios, arpegio de silencios suspensivos, allá donde termina la canción.

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  • Cuando la luna brilla

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es tu momento favorito del día?

    Hoy sueño turbio cuando ayer lo hacía en verso y me resbalo en la cama, herido de calor por las mañanas, muero triste los mediodías, buscando letras que hagan murmullo en mi colección de melodías gastadas y en respuesta, consigo noches de neón con caricias perdidas en inviernos polares. Conservaré una sonrisa en formol para que cuando vuelva a mis delirios de andar sobre las nubes, tenga para ser besado. Mientras tanto, mis noches serán vagas, de relatos cortos y sabor intenso a carmín, con esencia de cordura y arpegios eléctricos en el claro de luna.

    The Helio Sequence – Mr Tambourine Man
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  • No significa nada

    Sugerencia de escritura del día
    ¿De dónde proviene tu nombre?

    De nada vale un nombre en brazos de Oniros, es algo inútil, que cuesta pronunciar en el fluido eterno de la materia durmiente, que se deforma en colores inexactos y resbala al llevarlo encima, quedando el distintivo vacío en el bolsillo de la camisa.

    Más valioso son los adjetivos, pero también son mutables, en circunstancias te sientes pequeño, siendo descomunalmente enorme y valiente, agazapado bajo la manta, esperando el paso del espectro, que tan solo quiere su beso de buenas noches porque te echaba de menos.

    Si te distingues por lo que haces debes saber, que aunque queramos llevar nuestros hilos, somos títeres en el mar del hipocampo, que se alimenta de la corteza arrugada, lugar donde se proyecta en diferido, tu temor a los ladridos de aquel perro negro, que solo quiere ser cachorro y agradar a su dueño y la felicidad de la danza, que todo lo olvida entre rotación y armonía, al son de las oraciones místicas relatadas por su guitarra.  

    Si algo te identifica en alas del descanso, la esencia de poesía de tu ser involuntario, del parloteo de ancianas y sus largos cuentos de arrullo, que te hacían permanecer despierto a pesar de su murmullo. De tu corazón cosido por los labios del destino, que llorando se fue a vivir su delirio lejos de tu mundo. Del temor al puño enorme de aquel triste niño desesperado, que cabalgaba envenenando sus venas, con tu dinero secuestrado. 

     La verdadera alquimia de Morfeo es que tú eres su arquitecto, se alimenta de escuchar tus secretos, cuando en tu mente irrumpen, aun cuando los abandones en la repisa de tus deseos más oscuros, de tu templo preso, que tan solo dejándote llevar podrás saborear el fluir de los sueños.

    PJ Harvey – Down By The Water
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