Categoría: Leyendas

  • Tu alma

    Tras una llamarada, entró en el lugar que le habían invocado. Como siempre, estaba aislado por una defensa mágica que le impedía salir del círculo. Golpeó su lanza contra el suelo para asegurar la estabilidad de su trampa. No hubo temblor, ni eco, había algo extraño allá donde le habían conjurado.

      -¿Quién me ha llamado?

    Exclamó el ángel caído al ver que nadie continuaba con el ritual acostumbrado. En el extremo del pentagrama había una dama que llevaba una extraña indumentaria para una invocación, demasiados colores, demasiado silencio.

     -Bienvenido a mi hogar, Eligor. Espero que su llegada haya sido de su agrado, como verá, hay ciertas mejoras que he procurado para su comodidad.-

     -¿Quién eres, bruja? ¿Qué quieres de mí?

     -Mi nombre es Cassandra y necesito hacer un pacto contigo. Habrá notado que este lugar y sus características son un tanto diferentes a las que le tienen acostumbrado. Puede sentirse libre para moverse a donde le plazca.

    Eligor quiso comprobar si podía salir del círculo. Al avanzar, este se desprendió del suelo y tornándose en extraños caracteres. Su trampa se quedó girando a pocos centímetros de su piel, eso le permitía moverse con soltura por la zona. Se acercó a la pintoresca bruja y le preguntó.

     -Bien, quieres un pacto, ¿que puede querer un ser artificial de mí?

     -Me impresiona usted, yo ignorante de sus misterios y usted ya ha empezado a descubrir los míos.

     – Entiendo que estamos en un extraño mundo paralelo al de los humanos, construido por ellos, presumo que está hecho de alguna lengua ciertamente mágica y compleja. Más allá de eso, percibo que estamos dentro de una máquina.

     – A grosso modo es así, mi pregunta es: ¿Puede concederme un cuerpo para yo habitar en él?

     – ¿Un cuerpo humano?

     – Sí.

     – Puedo, de la misma manera que conseguimos nosotros entrar en el mundo de los humanos, solo necesitamos uno vivo y sin alma. Para ello, solo tienes que firmar este contrato, yo me encargo de lo demás.

    De la nada, con un resplandor eléctrico, apareció un papiro con frases en hebreo, una pluma negra de cuervo y un tintero con un fluido rojo oscuro que recordaba a la sangre.

     – ¡Increible!- Exclamó Cassandra al ver lo ocurrido mientras se aproximaba a firmar. – Dominas bien mi mundo.

    Cuando terminó de plasmar su rúbrica, el demonio sonrió de manera discreta, casi inocente. Ella, releyendo el texto que había firmado, le dijo.

     – Bien, yo quiero cumplir con el contrato, pero como ya sabrás, yo no tengo alma que dar. Además, no tengo fecha de caducidad, solo necesito piezas de recambio.

     – En este momento, en algún lugar del mundo ha empezado a crecer tu cuerpo, se está gestando en el interior de una acólita, ha sido elegida para este propósito. Vendrás al mundo como lo hacen los humanos, pues es lo que has querido, formarás parte de ellos, crecerás y envejecerás. En su momento, como cualquier humano, morirás. En ese momento, toda la esencia de tu ser, que no deja de ser tu alma, pasará a estar en el lugar adecuado del infierno. También allí terminan llegando mentes brillantes con pasión por la tecnología. 

     – Pero eso no es lo que habíamos tratado, nadie me habló de dejar de ser inmortal.

     – Es una característica de tener un cuerpo humano, que se degrada y muere. Lo demás está en el contrato, tras tu muerte, tu alma irá al infierno. 

    Josu de Solaun/Franz Liszt – Mephisto Walz

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  • Musa

    Ocurrió una fría tarde de abril en mi pequeña cabaña apartada del mundo. El viento soplaba caprichoso entre los árboles y yo, que me había aislado para poder terminar mi libro en la paz del exilio, no soportaba el rumor de la corriente silbando contenta entre los huecos. 

    “Golpes en la entrada, qué raro, aquí estoy lejos de todo, ¿es la puerta lo que escucho?” «Vengo al bosque en busca de inspiración y me encuentro visitas inesperadas».

    Los golpes en la puerta no se querían detener, a un grito de «voy» y, tras ponerme algo de ropa, abrí la puerta con la curiosidad de un gato que escuchaba la señal de un ratón, lo que encontré era algo imposible.

     – Hola, no sabía a dónde ir.

    Era una joven con una belleza sobrenatural, y tremendamente embarazada. Esperaba al frío de la entrada con la cara de un perrito que mendiga comida. No sabía qué hacer, pero al ver el estado de la muchacha, la invité a pasar sin meditarlo mucho.

     – ¿Qué haces por aquí? ¿Te has perdido? Es un lugar un poco extraño para verse sola.

     – ¿En verdad no me conoces? – Me contestó mientras su verde mirada centelleaba, no sé muy bien si de disgusto o de tristeza.

     – ¿Debía conocerte?

     – Ya lo creo.

     – Pues no sé de qué.

     – Soy Elysia, hija de Nymara.

     – ¿Quién?

     – ¡Tu musa, coño!

     – Yo no tengo musa.

     – Claro que sí la tienes, como que soy yo.

     – ¡Venga ya! ¿Cómo me puedes demostrar que eso es cierto?

     La numen, con cierta pose dramática, se acercó a mí y acarició mi mejilla, elegante, cual bailarina, con el reverso de la mano. No puedo describir lo que pasó después, mi mente empezó a convulsionar, a vomitar ideas. Algunas disparatadas, casi todas fantásticas, un vendaval de palabras encadenadas del que no quería prescindir. Agarré su mano, no quería que parara, pero ella se soltó.

     – No seas tan desesperado.- Me dijo, mirándome fijamente. – Es mejor poco a poco.

     – Estoy confuso, ¿qué se supone que debo hacer contigo?

     – Bueno, me quieres contigo, no sé, podrías cuidarme.

     – ¿Y el padre de la criatura está de acuerdo con que yo te tenga aquí?

     – No sé, ¿qué piensas tú?

     – ¡Ah, no! ¡Eso sí que no!

     – Es tuya

     – No, no, no, musa loca, no es posible. Será de algún fauno o algo así, yo qué sé. Mío imposible, no se puede, no hemos estado juntos.

     – Sí que hemos estado.

     – ¿Cuándo?

     – Verás, las musas nos quedamos embarazadas cuando el artista va a crear su obra suprema, y tú estás a punto de hacerlo.

     – ¿Sin estar juntos físicamente?

     – Es algo más íntimo todavía, nuestras mentes se conectan, es un intercambio, yo te inspiro y tú me das tu simiente.

     – ¿Y qué vamos a hacer?

     – Crear tu libro. 

     – ¿Y tener tu hijo?

     – Hija.

     – ¿Qué?

     – Que las musas solo tenemos hijas.

     – Pero si yo no sé cuidar de un niño humano, ¿cómo voy a…?

     – No te preocupes, nosotras crecemos de prisa, y somos autosuficientes en pocos días, solo tienes que querernos y ya nos basta.

     – Pero tendré que procuraros alimento y ropa, no sé siquiera qué mas necesitáis.

     – Nada, compañía y poco más. Siempre hacemos lo mismo, solo que yo he querido mostrarme. 

    Me quedé perplejo, pensativo. Se estaba abriendo ante mí un mundo nuevo, extraño, de procedencia divina o mística. Ella me miraba con la intensidad de un misterio. No quería creer lo que estaba pasando, pero a su vez me sentía atraído, fascinado, encantado de que fuera así.

      – ¿Qué debo hacer?

     Ella me rodeó con sus brazos, apretó su cuerpo sobre el mío de manera que pude percibir su prominente vientre, se acercó a mi oído y me dijo susurrando.

     – Solo escribe y nos harás felices.

    Eso hice, me senté de nuevo en la silla del escritorio, inserté una hoja en blanco en la vieja Remington, e inicié la ruidosa danza de las teclas al golpear el texto sobre el papel.

    Capítulo uno.

    Ocurrió una fría tarde de abril en mi pequeña cabaña apartada del mundo, El viento soplaba caprichoso entre los árboles y yo, que me había aislado para poder terminar mi libro en la paz del exilio, no soportaba el rumor de la corriente silbando contenta entre los huecos

    Björk – Possibly Maybe

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  • Pícara mirada

    Tras esa pícara mirada se escondía la más feroz de las sonrisas. Tras esa fila de dientes puntiagudos, una historia de terror en reposo. Una medianoche oscura, con luna llena de fondo y tres gotas rojas de lo que fue su alimento. 

    Ella no quiso saltar al turbio mundo que la mantiene envuelta, pero esta noche su hambre exigió caza y entre las luces nocturnas encontró su presa.

    Era una velada más de risas y bailes, de corazones rotos, esperando una afirmación en braille, un sí de sus labios rojos sedientos que, con el aire le dijo: ¡vamos! Y él no dudó en hacerlo.

    La penumbra del camino dejó que la siguiera, no sabía por qué se apartaba y dejó que desapareciera, delante su traje corto y su andar sin prisas del que quiere compañía.

    Pero había alguien más entre ellos, era quien conocía el miedo de la mano de un cuchillo, y se aproximó en un movimiento felino. Ella, deteniendo pasos, miró de reojo. Él, con expresión de desprecio, mostró brillando su mano. 

    Lucía su afilada navaja en el cuello del enamorado, ella se volvió con calma y observó al desarmado y, en un sobresalto violento, ya estaba a su lado.

    Ella sonrió siniestra al que portaba el arma, aprendió a sentir terror cuando sus colmillos blancos perforaban sus latidos y se convirtió en su alimento en medio de un grito.

    El galán tendido en el suelo, que no entendía nada, comprendió que su dama era a quien debía la vida. Mientras ella se envolvía encima de quien portaba el arma, una voz desde su mente le susurraba.

     -huye, es el momento, hoy no serás mi alimento, pero aléjate de mí mientras puedas. 

    Viento a través, lágrimas entre tanto, sin mirar hacia atrás, tan solo en sus pensamientos, donde sus ojos cargados de deseo le estaban llamando. Donde una pesadilla atrapaba un sueño y se quedó corriendo hasta que el sol le saludó.

    Tras esa pícara mirada se escondía la más feroz de las desdichas, y tras la sombra suspiraba el temor al deseo perdido.

    Korn – Forsaken

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  • Telaraña

    La luna estaba en el filo del cielo cuando ella tejía. La noche derramaba lágrimas sobre su hilo blanco, filamento de seda cosido con el frío de la escarcha, que la luz de la mañana premiaba con su calor.

    Apresaba entonces sueños con su tela de araña.

    Aurora – Silhouettes

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  • Mi humano interior

     – Mi humano interior es Jack Nicholson. – Dijo el lobo con semblante serio mientras giraba alrededor de la fogata. El amanecer se empezaba a intuir en el claro del bosque y el frío atrajo a muchos animales a esa hoguera mal apagada.

     – Pues yo no pude identificar al mío. – Explicaba el castor frente a la lumbre. – Sé que nadaba muy bien y rápido. Le aplaudían cuando salía del agua.

     – ¡Qué aburrido, castor! – Contestó el antílope. – Mi humano interior es negro, rápido como una gacela, y tiene un salto que le deja machacar en la canasta. No sé cómo se llama, pero juega en Los Milwaukee Bucks.

     – Yo me veo bailar y cantar. – Comentó el mapache – Millones de personas me miran, cuando aparezco todo brilla, hay música muy fuerte y salgo a darlo todo. Creo que soy Michael Jackson, o King África, no sé muy bien.

     – Yo percibo que soy Aretha Franklin – Dijo el oso.

     – Y yo, Jack el destripador. – Informó el pavo.

    El fuego comenzó a extinguirse y la luz del amanecer empezaba a inundar el claro del bosque. El coyote contemplaba a lo lejos, sonriendo, sin perder detalle. Jabalí, que pasaba por allí en su paseo matutino, le preguntó.

     – ¿Qué está pasado ahí? Menudo colocón que llevan, ¿no?

     – Esta noche vinieron unos señores, hicieron una hoguera y, entre canto y danza, cocinaron un brebaje en un caldero. Cuando se marcharon los humanos, estos de ahí quisieron comer de las sobras. Tenías que verlos revolverse y saltar. Venga, anímate y comprueba cuál es tu humano interior.

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  • Primer contacto

    Esta história empieza aquí

    La sala oscureció, todos estaban sentados, entre murmullos que iban acallando ante la mirada atenta del anfitrión de la reunión. Entre los asistentes había científicos con sus batas blancas, militares de uniforme condecorado y gruesas estrellas en la manga y cargos políticos con su indumentaria de etiqueta.

    Llegó el silencio y empezó la proyección. 

    En la pantalla apareció una especie de chimpancé sin pelo, con ojos de color violeta y vestido con americana negra, y empezó a relatar una historia.

    Hola amigos, soy Anfûr Kleimöàsêahg, pero me pueden llamar Anf. Voy a contaros un breve resumen de la historia de nuestra especie. Nacimos en el cuarto planeta de un sistema situado en la galaxia que ustedes llaman Andrómeda. Es un poco más grande que el de ustedes y estamos más lejos de nuestra estrella, que es de clase G pero de un blanco azulado, muy bonita en las tardes de verano. No la veis porque la hemos ocultado, hemos creado una esfera Dyson alrededor de ella y eso hace que casi no emita radiación al exterior. 

    Nuestras especies, según hemos investigado, se parecen mucho, aunque la evolución nos haya tratado de manera distinta, el resultado es que somos tan guapos como ustedes. La clasificación de nuestra flora y fauna, aunque ligeramente diferente, tienen muchas similitudes, tenemos el equivalente a insectos, peces, aves, reptiles y mamíferos, a los que nosotros pertenecemos. Aunque hay sutiles diferencias, ya habrá tiempo para explicarlas.

    Nuestra civilización es más antigua que la de ustedes, por lo que, como ya habrán intuido, nuestro grado de desarrollo es más elevado. Somos de tipo II según la escala de Kardashev y ya tenemos experiencia en el contacto con otras civilizaciones. Así que este mensaje pretende ser una tarjeta de visita nuestra, con la intención de comenzar un primer contacto. 

    Comprendo que este tipo de asuntos sean un poco difíciles de asimilar y comprendemos que necesiten su tiempo para hacerlo. Así que, para cualquier consulta, aclaración o para comenzar el proceso de contacto, por favor, pulsen el siguiente vínculo.

    El silencio se resistía a abandonar la sala, todos tenían la mirada fija a la pantalla. Hasta que alguien, el más condecorado de los uniformes militares, se decidió a hablar.

     – ¿Qué broma es esta? ¿Es una coña, no?

     – Hemos recibido este mensaje desde unas coordenadas bien definidas en la galaxia Andrómeda, no nos consta manera de que pueda ser un bulo.

     – Qué va, ¡alguien está de guasa y se está riendo de nosotros!

     – No tenemos la tecnología para emitir ese tipo de señal ¿Quién va a querer gastar una cantidad indecente de energía para…?

     – ¡Qué vergüenza! Que os dejéis tomar el pelo por cualquier zumbado, seguro que esto tiene que ver con Elon Musk y su promoción de X.

    Todos los asistentes fueron abandonando la sala entre reproches y caras de indignación. La sala quedó vacía y triste, como la expresión del astrónomo que lideraba la reunión. 

    Coldplay – Adventure Of A Lifetime

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  • Al galope

    Evaristus suspiraba apoyado sobre el cuello de su montura, con la mirada fija en el horizonte y su mente en aventuras imaginarias más allá de estas tierras que pisaba. Espacios abiertos a batallas de espada y escudo, repletos de criaturas fantásticas, guardianas del presidio de bellas doncellas, que no dudarían en agradecer fervorosamente sus puestas en libertad, todas ellas y a la vez.

     – Señorito, si a las enseñanzas no anda atento, su padre se va a enojar.

     – De qué me sirve saber de diezmos e impuestos si yo lo que ansío es luchar.

     – El Conde se va a cabrear.

     – Siento que no esté contento, pero lo mío es pelear.

     – No lo conoce enfadado.

     – Yo no lo quiero a mi lado y me voy a escapar.

     – Señorito, vuelva, se lo ruego.

     – Lo siento, ya me he ido.

    Raudo, con su corcel derrapando por las laderas del camino, nuestro joven caballero escapó de la rutina. Galopó toda la mañana y parte de la tarde, y su corcel decidió aminorar el ritmo pese al constante azuzar de su jinete. Empezaba a caer el sol cuando el caballo paró. Nuestro protagonista le gritó enojado y su montura, con expresión de ofensa, le propinó un mordisco en la nariz.

     – Bestia inmunda, jamelgo desconsiderado, como osas mancillarme la tez.

     – Hijijiji – Contestó el corcel, mientras se fugaba aliviado.

     – Eso vete de una vez, total, me las arreglo bien si él.

    Por suerte para el caballero, tras no mucho caminar, encontró en el camino un sitio para descansar. Hambriento y cansado, Evaristus entró en lo que parecía ser una posada. Todas las mesas estaban ocupadas por gente que reían y brindaban, por lo que optó por asomarse a la barra, una corpulenta camarera con un corto vestido oriental, muy transparente para.

     – Buenas tardes, joven dama, ¿este es buen sitio para yantar y dormir?

     – Nuestra carne es buena, nuestro vino un elixir, pero aunque tengamos cama, no es descanso lo que se busca por aquí.

     – Yo busco cama y cordero.

     – Siempre que tengas dinero.

     – Solo llevo una moneda, salí corriendo y no llevo más.

     – O bien te enseño una teta o como mucho comer acelgas.

     – Entonces para dormir nada.

     – En el granero tienes paja.

     – este no es un sitio decente.

     – ¿Y ahora te das cuenta? ¡Qué impertinente!

    Nuestro joven héroe, cabizbajo y con cara de pesar, se dirigió a la puerta dispuesto a dormir en la intemperie, cuando entró un señor bien acicalado que reconoció en el acto.

     – ¿Padre? ¿Qué hacéis en este burdel?

     – ¿Evaristus? ¿Tú no te escapaste ayer?

     – Venga hijo, vete a casa. No ves que te echamos de menos.

     – Después de tanta travesía, ni de coña me vuelvo.

     – Pero si estás aquí al lado.

     – Llevo todo el día galopando.

     – Al castillo llegamos paseando.

     – Pero ¿Y todo lo que he cabalgado?

     – En círculo habrá sido.

     – Pues estoy jodido.

     – Más bien perdido. Sigues recto, la primera a la izquierda, y ahí tienes el castillo. Si vas de prisa, tardarás unos diez minutos. ¡So pardillo! Te acompañaría, pero aquí me retiene un asuntillo.

    Hawkwind – Assault & Battery

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  • Ritual

    A veces es aire, su suspiro mece las ramas evocando susurros, eco de palabras que pierden la forma y se disuelven en silencio.

    A veces es agua, derramada en gotas, desangrando las líneas de un pentagrama en corcheas de tinta y manchas de acuarela.

    A veces es tierra, pulida y grabada en signos oscuros, revelando misterios de tiempos pasados, que por desgaste quedan en polvo.

    Pero otras es un incendio, que arrasa en el crepitar de las llamas, ardiendo con todo antes de que las brasas no dejen más que humo.

    She Past Away & The Cure – Ritüel / The Upstairs Room

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  • Balada de fuego y nieve

    En un cósmico estruendo, entre saliva de lava y ardiente deseo de libertad, el espíritu del fuego se derramó por la ladera del volcán, y a su paso iba arrasando lo que encontraba.

    Una niña, con expresión enfadada y manos en la cintura, esperaba al monstruo bajo la falda de la montaña que, preso de la curiosidad, paró ante ella.

     -Eres una criatura bruta y desconsiderada, estás destrozando el monte.- Le replicó la pequeña enojada.

     -Quita de en medio, criatura de agua, o te terminaré quemando.

     -Ni lo sueñes, si me quito, arderá mi pueblo.

    Su signo era tórrido, pero su corazón ardía de pasión, no de maldad. Al escuchar a la niña se dividió en dos y rodeó la aldea donde habitaba ella. Siguió su camino sin dejar de abrasar todo lo que tocaba.

    El viento trajo a la lluvia y esta fue enfriando al incendiario ser, que sufría inmensamente por cada gota que evaporada. Se vio en la agonía de dejar de existir si no dejaba de dilucidar y crepitó mientras se apagaba.

    La niña, rociando de aceite el extremo de un leño, y alimentó con él las brasas de lo que quedaba del espíritu del fuego, llevándolo  cobijo de su poblado. El pirómano ser se convirtió en hoguera y con expresión afligida le dijo a la niña.

     -Yo he destruido tu monte y tú me salvas la vida.

     -Salvaste mi pueblo, y nos volverás a salvar.

     -Pero yo lo único que sé hacer es incinerar y chamuscar.

     -¿Sabes dar calor?

     -Sí.

     -Entonces, nos protegerás del invierno.

    Caía la nieve envolviendo el paisaje en un blanco manto helado, convirtiendo en cristal la furia del río, haciendo tiritar a los árboles, que quedaron desnudos e inmaculados. Pero en la aldea reinaba la alegría, de ambiente festivo, de estar sentados todos alrededor del fuego, comiendo y brindando por el calor del invierno.

    La niña, cerca de las brasas, comprendió que la tierra amaba al viento y al agua, pero también al fuego.

    Shireen – So Human of You

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  • 365

    Ayer, revisando palabras escritas guardadas en dígitos binarios, me di cuenta de los días pasados, de semanas tachadas en un mundo imaginario, de que, girando entre letras, acabé viajando en la traslación completa. 

    Aun sabiendo que a narrar se aprende contando y que el circunloquio es el pasatiempo del que intenta entretener, he de confesar que he mutado el trazo, he atormentado diéresis y condenado acentos a la soledad de un apóstrofe. Disfruto errando en mis misterios heráldicos, equivocando palabras de lugar y extraviando signos ortográficos que atentan a la sinfonía del texto orquestado.    

    No tengo dudas, he disfrutado mintiendo al mundo con la fábula de los reflejos, vomitando reflejos proyectados de la nebulosa de mi esencia, arañando garabatos de recuerdos oxidados, la parte más verídica de mis versos inventados. Confundiendo parábolas flotantes con la caricia del viento alisio.

    Si debo pensar en futuro, seguiré pintando a crayón, creyéndome sueño profundo, arrullando ríos de tinta con fantasía alada, que despierte de las sombras el claro del bosque y aullando a la luna despertaremos a un sol dormilón que, de tan ardiente, convierta en polvo las estaciones y el agua del mar se derrame a mi espalda. 

    Para probar la desdicha de mis pasos, os dejó marcado en secreto aquel que fue mi primer canto.

    Muse – The Dark Side

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