Categoría: La última Palabra

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    La última palabra

    Episodio II: El sueño del huérfano

    Ocurrió en un callejón a últimos de marzo. Entre contenedores, una perra y sus tres cachorros se guarecían del viento.

    Él siempre tenía el mismo sueño: caminaba erguido, hablaba con palabras extrañas, tenía un hijo al que amaba. Al despertar, seguía siendo un cachorro famélico, pero aquel recuerdo lo llenaba de nostalgia.

    Pasaban los días entre juegos y hambre. Comían lo que encontraban en los cubos, y por las noches se acurrucaban unos contra otros. El frío era un enemigo más.

    Una madrugada la madre desapareció y no volvió. El hermano enfermó de tristeza y murió al poco. La hermana se fugó con un vagabundo. Él se quedó solo, esperando el verano.

    Hasta que lo vio. Un niño que pasaba cada tarde, con la sonrisa abierta. El cachorro, feliz, movía la cola y lo saludaba. El niño empezó a dejarle trozos de pan. Y al fin, una tarde, suplicó en casa:

    —Mamá, por favor, es tan bonito.
    —No, hijo, crecerá demasiado.


    —Te harás cargo tú de él.

    Quién podría negarle un perro a un huérfano.

    Y así el cachorro encontró un hogar. Así el sueño que lo visitaba cada noche se hizo realidad: el niño con el que soñaba se convirtió en familia.

    Explosions In The Sky – Your Hand In Mine

    En cada historia, un alma perdida —sea perro, niño o mendigo— revela que incluso en la penumbra de un callejón puede brotar un sueño.

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    Episodio I – Sentencia en el callejón

    —¿Cómo ocurrió?
    —Pero usted ya lo sabe.
    —Sí, quiero escucharlo. A veces las palabras son otro tipo de verdad.
    —Bien, se lo explicaré.

    Llevábamos tiempo siguiéndolo. Salía de la joyería y siempre acababa tomando un atajo por el callejón. Allí lo esperábamos esa noche.

    Yo llevaba la navaja. Los otros, armas falsas: una pistola de juguete y un cuchillo de cocina. Él se percató de nuestra presencia y aceleró el paso. Yo lo llamé:
    —Eh, colega.

    No respondió. Caminaba cada vez más rápido. Por un momento pensé en abandonar, pero recordé mis deudas. Apreté el paso, lo alcancé y lo empujé. Me miró de frente:

    —No sé lo que pretendes. Soy un trabajador. No gano mucho y no voy a ceder ante matones.

    Trabajador, decía. El dueño de la joyería, explotador de los suyos, traficante de piezas robadas. Aquel miserable nos lo debía.

    Intenté arrebatarle la bolsa. Retrocedió y dijo:
    —Chaval, te estás equivocando.

    Los otros lo rodearon. Yo saqué la navaja. Entonces él abrió la chaqueta y vi el revólver. Mis compañeros huyeron al instante. Yo me quedé paralizado. Hice un movimiento torpe. Un gesto extraño bajo su americana negra. El disparo tronó.

    —Por eso estás aquí, ¿verdad?
    —Sí.
    —¿Tenías deudas?
    —Sí.
    —¿Y por eso atracaste a ese hombre?
    —Sí.

    —¿Qué deudas eran?
    —Debía dinero a quienes me trajeron del otro lado. Los que me hicieron cruzar el estrecho.

    —¿Cómo esperaban que las pagaras?
    —Al principio vendiendo baratijas y algo mas… a turistas. Después, me pusieron en la puerta de un colegio. No quise hacerlo.

    —¿Te obligaron?
    —No. Pero me dieron un plazo. Mi familia como aval. No quiero ni pensar qué les habrán hecho.

    —Has tenido una vida dura, pero tus actos te condenan. No irás al paraíso. Te propongo un pacto. Un pequeño castigo.
    —¿Cuál será?
    —Nacer de nuevo.

    Bohren & Der Club Of Gore – Prowler

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