Categoría: Fantasia

  • Mentiras

     -Eres como Sherezade, siempre inventando historias.

    Y de un portazo quiso desaparecer de mi vida. No la culpo, se cansó de mis mentiras, de mis diálogos con la luna, de mi distancia sin palabras. Pero no le podía dar más, excusa tras excusa, rumor de algo cierto que no quería oír y que también era mentira. Pero la verdad era demasiado terrible. 

    Corrió descalza por la playa, como cada vez que no puede más, algo muy cotidiano últimamente. Quizás tenga yo la culpa, y conmigo ella, y con ella su particular abismo que le precipita a creer lo que no debe y a adoptarlo como su particular delirio. Yo no podía hacer más que correr tras ella en su locura, puede que intentar calmarla, aunque no sé si en realidad era la peor idea. Tal vez solo debía esperar a dejarla volver sin aliento y sin nombre propio.

    De un portazo volvió buscándome, como en cada crisis, gritándome perdón y odiándome al mismo tiempo. Aparecía raudo, con la palabra exacta y la sonrisa estudiada que le devolvía la paz. Ella intentaría el imposible acto de besarme, que yo respondería con agrado, pero sabía cuán imposible era. Ya que yo no tenía cuerpo. Yo tan solo era aquel ser imaginario que, en un intento en vano por  proteger su cabeza, se quedó solo en el fantasma de una fantasía.

    Tristania – Cure

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  • La receta oculta de la mayonesa.

    Con una cerveza en la mano y la sensación de estar en el sitio equivocado, ese era yo ahora, en mitad de una fiesta de pueblo de borrachos ridículos y rechinar de orquesta típica de más abajo que el sur. La alegría brillaba en todos, menos en mí, claro. Yo, rebuscando en mis recuerdos, quería conseguir la excusa para entender por qué había venido. Lo que encontré me hizo sonreír y sin evitarlo terminé con la misma expresión de aquellos que me estaban rodeando.

    En mis recuerdos estaba igual, la misma cerveza, la misma pose, la misma cara de haberme equivocado de lugar, solo que veinte años más joven y quince más espabilados. Enseguida vi al grupo de chicas ideal para soñar, alegres divas de brillante armadura que, riéndose de todo y bebiéndose la verbena a tragos de ron, buscaban víctimas para alimentar su diversión.

    Una de ellas me miró, mi feroz reflejo de lince de veintipocos años hizo que le sacase la lengua burlón, ella puso cara de tragedia griega y yo terminé riendo. Dos cervezas más tarde seguía con la misma pose, me entretenía mirando las fechorías del grupito de pajaritas en venta e intercambiando muecas con la que se hizo mi amiga de caras torcidas.

     – ¿Y tú por qué no bailas? – Para mi sorpresa, se atrevió a venir a perturbar mis sonrisas.

     – Tengo un defecto en un pie que me obliga a pisar a aquellos con los que bailo.

     – Venga, anda, ven a bailar. – Me obligó tirando con fuerza de mi brazo.

     – Vale – Le respondí con resignación. – Pero que no sea que no te advertí del peligro.

    Entre broma y chistes nos posicionamos en el centro de la plaza, con gran algarabía por su parte, al observar cómo me debatía entre la vida y la muerte, al intentar hacer rizos y bucles. Ella hacía piruetas imposibles con su cuerpo a mi alrededor, y yo luchaba por mantener el equilibrio agarrado a su cintura.

     – Tampoco lo haces tan mal, no sé por qué no querías bailar.

     – ¡Puff! No sale de mi.

     – Venga, si solo tienes que dejarte llevar por la música.

     – Será que esta música no me lleva a ninguna parte.

     – Porque tú y tu camiseta de rockero, no aceptáis más que lo que te dé esa música infernal de guitarras, peleando como si fueran gatos.

     – Acepto que es lo que más me gusta, pero no es lo único. Me sentiría más a gusto con canciones más profundas, con letras más complejas que “el venao, el venao” le dije en modo burlón.

     – Vale, a mi también me gusta Manolo García, aun así, estas canciones también están bien, están hechas para disfrutar. Algunas son tan profundas como para dejarte pensando, como las de esos cantautores manidos a los que te estás refiriendo.

    La noche fue avanzando entre abrazos y giros, llenándonos de un delicioso agotamiento. Con el cansancio vino el hambre, y con el hambre la necesidad de intimidad. Un par de “salchipapas” y el refresco de la sonrisa fue suficiente para desencadenar una conversación entre sombras a orillas de la playa.  

    Hablamos del amor que ella ganó, con alguno del pueblo, supuse, y el que yo perdí viéndola partir lejos. De mis gustos por las rimas y los suyos por la guaracha. Mentimos a medias en describirnos, para gustarnos más a nosotros mismos. Pero sobre todo de música y de ritmos. Hablamos hasta que se nos secó la boca y decidimos hidratarlas a besos. Con el pecado de no querer llegar más allá, pues a ella le esperaban en casa.

    En un momento de cordura, sin importar qué parte de su cuerpo intentaba tocar, salté al ataque de la música de pueblo. No me pude controlar, no sé si por hacer el chiste, o por el eslogan de “Heavy Metal al poder”, pero me retiré de su boca y le dije para buscarle la lengua:

     – Esta que está sonando ahora es que me puede. No la aguanto. 

     – ¿Por qué? Si es muy divertida.

     – Si es que con esa letra “Mayonesa, ella me bate como haciendo mayonesa…”

     – Pues tiene mucho sentido en una fiesta de pueblo.

     – ¿Sí? Pues para mi es incomprensible.

     – ¿De verdad? ¿Quieres saber lo que significa?

     – Si eres capaz de hacérmelo comprender…

    – Vale, tratándose de ser una forma de defender la música de mi tierra, la que a mi me gusta, te demostraré su significado. – Me contestó mientras me desabrochaba el botón de mis vaqueros.

    Su defensa fue muy efectiva. Por mucha rabia que le tenga, nunca olvidaré esa canción.

    Chocolate – Mayonesa

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  • De como esquivar tu sonrisa.

    Te quise olvidar tras esa noche enferma, pero siempre recordaré aquella mirada. 

    Tú me mirabas, pícara, discreta, sabiéndote guapa. Yo no quise desafiarte en mi suerte, pero sí tejer nuestra coincidencia. Tropecé a tu vera, te reíste cautivada y ya no necesité nada para perderme en tu hoguera. Yo bailaba patoso en un intento de fascinar, tú tintineabas deslumbrante, ansiosa por cazar, y en el desfile de agasajo, genio y ron, y me convertí en la presa de tu verde mirar.

     No sé si mi destreza en colarme en bocas de otros, o mi caminar pegado danzándote el pelo con la punta de los dedos, fue el mar refugio de tu cabello quien me dio valor para colgarte en mi cuello. Y no hubo más que hablar, rocíe de tinta mis versos al contar el giro de tus caderas entre mis manos, hasta que me dijiste: “vamos, llévame contigo, al exilio entre tus brazos”

    Ansiamos oscuridad, amándonos en los rincones al pasar, buscamos paz para la guerra, gritos para disimular aislados. Caricias para empezar el pecado, caricias para acabar empapados, misterio para los demás. Para nosotros, el cielo, la luna, para despistar.

    Y nos hicimos fuego, prendimos el cielo.

    La marea borró nuestro momento, llevándose las cenizas de nuestros cuerpos. Las prisas por volver con ellos, las risas se hicieron eco y tu mirada se hizo a la mar y asesinó lo eterno.  

    Te quise olvidar luego, pero las olas me traían el viento, de lo que fue cierto tan solo para poder soñar, que tu perfume quedó impregnado en mi pelo y allí quedó inmortal el regalo que tu piel me ha dado y que ya no volverá.

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  • Colección de cicatrices II

     -… Quince puntos en total y seguí jugando el partido con la herida todavía abierta.

     – Eres un chulo, Miguel, que poco has cambiado ¿Y esa otra?

     – Eso fue un rasguño nada más.

     – Pues pequeña no es.

     – Fue con la moto, calculé mal la curva y me estrellé contra el árbol. 

     – ¿Con la moto vieja esa que tenías? ¿Esa que parecía que se podía desmontar en cualquier momento?  

     – Sí, esa, esa misma. La Kabrasaki murió en ese accidente, sufrí más por ella que por el golpe.

     – Sí, supe lo del accidente. De milagro no te mataste con ella, con lo destrozada que la tenías. O, mejor dicho, nos matamos, la de veces que estuve en ese asiento de atrás.

     – Sí, como aquellas veces en la playa al final del paseo.

     – Sí, la vez que nos pilló la guardia civil en plena faena y casi nos arrestan por escándalo público.

     – Pero por allí ya no pasaba nadie, a esa hora era un desierto.

     – Sí que pasaban, ellos.

     – ¿Y tú? ¿No tienes cicatrices? ¿A ver?

     – No seas tonto, Miguel.

     – Anda, si a ti te gusta.

     – Claro que me gusta, pero sin la cursilería estúpida de adolescente eterno que tienes a veces.

     – Oye, esto de aquí sí es una cicatriz.

     – Y me dolió mucho. Todavía me duele cuando lo pienso.

     – Pero, yo no sabía que habías tenido un crío. Eso es la cicatriz de una cesárea, ¿no?

     – Lo tuve, pero no llegó bien. Bueno, hace mucho tiempo ya de eso.

     – ¿Cuándo? Hace como siete años que no nos vemos. 

     – Pues mira, calculo que tiene un poco menos de tiempo que cuando te hiciste tú la cicatriz de la moto.

     – Esa fue la época que nos dejamos de ver. No sabía que andabas con más chicos entonces.

     – Y no lo hacía, no.

    Los Secretos – Desde que No Nos Vemos

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  • Esperando

    La sala era tan blanca que casi no se distinguía entre pared, suelo y techo. Había bancos de madera dispuestos en fila en los que unos pocos esperaban, todos parecían cansados, abatidos y tristes. Un señor con gafas de pasta y traje pasado de moda miraba al frente, el joven nervioso que había a su lado interrumpió sus pensamientos. 

     – Tardan mucho en atender aquí, ¿verdad?

     – Total, hay tiempo de sobra.

     – No sé usted, pero yo tengo asuntos que atender, en casa me esperan.

     – Yo, por suerte, lo dejé todo atado.

     – Qué suerte, coordinar a mi familia es difícil, los niños, el colegio, el trabajo. En fin, ya sabe, siempre hay prisa.

     – En mi caso, mis hijos son ya independientes, como imaginará. Se portan muy bien conmigo y son atentos, hasta ahora, que no les valgo para nada, me siguen visitando a menudo.

     – Venga, hombre, seguro que a veces les echa una mano y entretiene a sus nietos.

     – Lo intento, pero me tienen miedo.

     – ¿Son muy pequeños?

     – Sara tiene tres años y Andrew tiene siete, son verdaderos torbellinos los dos.

     – ¿Y el de siete le tiene miedo?

     – Pues sí, más que la de tres. No le culpo.

     – La mía tiene diez y tampoco para quieta.

     – ¿Y no se asusta de usted?

     – ¿Qué si se asusta? ¿Por qué tendría que asustarse?

     – Ya veo. Usted no sabe por qué está aquí, ¿verdad?

     – Pues ahora que lo dice, no lo sé.

     – ¿Qué es lo último que recuerda?

     – Pues… A ver… Salí de casa con prisas, dejé a la niña en la puerta del colegio y salí disparado. Llegaba tarde al trabajo y aceleré a fondo, recuerdo recibir una llamada de mi jefe y de pronto…

    – ¡Oh! 

     – Siento ser yo el que le dé la mala noticia.

     -… Era un camión, no me di cuenta… ¡Paso tan rapido! ¡Y yo…! yo estaba.

     – Lo sé, es difícil de aceptar.

     – ¿Dónde estamos?

     – Estamos en el lugar que nos conecta con el mundo de los vivos.

    Diary of Dreams – Dream of a Ghost

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  • Hechizo

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué piensas del frío?

    El camino se hizo largo, enrevesado de espinas y árboles atormentados, de cuestas escarpadas y lamentos en el viento que, pegando fuerte en la cara, congelando sus lágrimas en la senda. El esfuerzo mereció la pena al ver que era cierto. Entre los dos árboles cruzados estaba el altar, en un círculo de runas de piedras, antiguo como el propio bosque.

    Sin darse ni un respiro y con mucho cuidado, se descolgó el objeto que portaba en la espalda y lo puso encima de la mesa de piedra. Era un conjunto de mantas de piel de cabra con un respaldo rígido y una serie de correas para permitir su carga. Al extenderla, entre medio de un nido de telas más suaves, había un bebe protegido. Lo depositó justo en el centro del altar y comenzó su rezo.

    El niño estaba casi inmovil, lloraba suave, ajeno a lo que ocurría. La fiebre era demasiado alta como para distinguir la realidad. Ella cantaba entre lágrimas una plegaria, invocó al viento, que se arremolinaba alrededor. 

    Invocó al fuego y ardió en círculo. 

    Invocó al agua y comenzó a llover dejando un claro en la posición de ellos.

    Por último, invocó a la tierra y esta tembló.

    La luna salió de su escondite de nubes y derramó su luz en la criatura, que empezó a elevarse en el aire. Quedó suspendido a la altura de la mirada de la mujer, que seguía con su oración, con los ojos entrecerrados y cara de angustia.

     – El niño está muy enfermo, bruja. – Dijo una voz de procedencia desconocida. Parecía salir del bosque, pero a su vez del cielo, de la copa de los árboles y del suelo que pisaba la dama.

     – Pero, ¿podrás salvarlo?

     – Sí, pero voy a necesitar tu energía.

     – ¿Eso me matará a mí?

     – No, pero estarás muy débil, no podrás alimentar ni proteger a tu vástago, morirá sin remedio.

     – Pero, tiene que haber una forma.

     – Solo puedo hacer algo.

     – Lo que sea necesario.

     – Puedo encomenderos a la luna.

    En ese momento, ella empezó a temblar, sus ojos se volvieron grises y sus piernas quedaron quebradas, su cuerpo se cubrió de pelo oscuro y su canto se volvió aullido de dolor que la dejó agotada y tumbada de lado frente al altar.


    El lobezno, con esfuerzo, saltó del altar y se refugió en el pecho de su madre, ansioso por alimentarse después de mucho tiempo sin lactar.

    Megadeth – She-Wolf

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  • Otra vez La Luna.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es la prenda o el accesorio más antiguo que llevas hoy?

    No puedo evitar contarlo, pero es que hoy está la luna tan brillante, tan llena y azul. Atravesando nubes, rotas de envidia al pasar. Con ese frescor que da la primavera, atrayendo a la dama de noche, que no eres tú, pero huele igual, a sueño de una noche de suerte, ron y hierbabuena, después de brindar en verano. 

    Brindo porque el otoño se lleve tus hojas y deje el resto. Y porque el invierno nos traiga el frío y la nieve y podamos mirar los copos en el calor del hogar.

    ¡Qué bonita estaba hoy la luna!

    ¡Y qué bonita, eterna, estará!

    David Bowie – Moonage Daydream

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  • Diferente

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué sacrificios has hecho en tu vida?

    Entró precipitando el portazo, con la furia ciega del que no entiende y con dolor. Dolor de palabras ignoradas, pero que llevan la verdad en la espalda. Una verdad absurda, pero tan real como las lágrimas que asomaban lentas en su mirada.

     – ¡Me llaman bicho raro! 

     – ¿Quién te llama, bicho raro, Nerea?

     – ¡Todos! Los niños del patio, los del colegio, hasta la vecina, esa que se esconde tras su ventana, sé que me llama bicho raro.

     –  No les hagas caso.

     – Mamá, ¿por qué soy distinta a los demás?

     – Pues yo no te veo tan distinta.

     – Mamá, que mi piel es mucho más clara que la tuya.

     – Vale, tenemos la piel distinta.

     – Y las orejas tuyas acaban en punta, las mías son redondeadas.

     – Bueno, eso no nos hace muy distintos. 

     – ¿Qué no? Soy un bicho raro.

     – Nerea, que tengamos diferencias físicas, no nos hace mejores o peores. 

     – Sí, pero se meten conmigo.

     – Hablaré con sus madres, a ver si les parece gracioso.

    Todavía mirando al suelo, limpiándose con las mangas la cara, consiguió un brillo de coraje entre lágrimas que le permitió saltar de una preocupación a otra.

     – ¿Volverán mis padres algún día? Los de verdad, digo.

     – Me prometieron que volverían. ¿Te he contado la historia de cuándo vinieron?

     – Sí, pero cuéntamela otra vez.

    “Cayeron del cielo como una estrella fugaz, formando una bola de fuego que se estrelló en la montaña. Creíamos que eran los dioses, que querían castigarnos por nuestros pecados, pero resultó que necesitaban nuestra ayuda. El aparato que usaban para viajar entre mundos quedó averiado, quedando en un lugar desconocido para ellos.

    Nuestro pueblo es hospitalario por naturaleza, no fue difícil enseñarles que no somos una amenaza para ellos, así que comenzamos a ayudarles. Los instalamos en nuestros hogares y les enseñamos el entorno. En pocos meses ya eran capaces de desenvolverse.  Pasaron años y compartimos muchos momentos. Creamos una comunidad que nos beneficiaba a ambas especies, ellos nos enseñaron tecnología desconocida y nosotros le guiábamos en el entorno, les descubrimos una naturaleza que, para ellos, era desconocida.”

     – Pero se marcharon. 

     – Tu madre era piloto. Descubrieron la forma de hacer funcionar una pequeña parte de la nave. Creían que eso era suficiente como para lograr llegar al sitio que conectaban con su mundo natal.

     – ¿Y por qué no me llevaron?

     – Era peligroso para los niños. Además, no había espacio ni recursos para que pudieran sobrevivir todos. 

     – Mamá, ¿es verdad que aquí hay gente como yo?

     – Sí, un pueblo entero. Pero tu madre me pidió que fuera yo quien te cuidara.

     – ¿Pero, por qué? ¿Por qué no me dejo con los que son iguales que yo?

     – Para protegerte del rencor de los que no se pudieron ir.

    VNV Nation – Illusion

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  • Camino

    Sugerencia de escritura del día
    Explica una historia sobre alguien que haya tenido un impacto positivo en tu vida.

    Sentí que era el final cuando te cortaste el pelo, prescindiste de tus rizos negros para aligerar tus pasos, y que te llevaran lejos. Me hablaste de la magia del destino, de los senderos perdidos que descubriste navegando, de tu pasión por lo desconocido y el sabor de la aventura en tus labios. Me dijiste, ven conmigo, pero el café quedó frío y el asiento caliente de estar esperando.

    Pero los cambios me agotan pronto, suspirar por un hueco vacío en mi corazón me parece enturbiar el aire puro y volverlo marchitó. Así que recordando tus últimas palabras, de cadenas rotas oxidadas por el mar y las prisas por salir corriendo a respirar, te hice caso y comencé a andar.

    El camino era raro, embarrado de lodo al principio, regado de almas rotas, gimiendo, pegando con tiritas sus promesas rotas, pidiendo perdón por lo que no hicieron y les pesa el recuerdo de besos caídos de un árbol muerto. Sin querer manchar mis zapatos de lástima, me abrí paso a zancadas, esquivando sombras tristes de aquellos infelices que antes eran osados.

    En las calles de colores, aquellas de focos brillantes y ráfagas de tambor, me entretuve un poco más, al ver a la gente bailar, quise mezclarme con ellos, en la seducción del neón, en los delirios de licor de menta y ron. Supe de caricias blindadas de compasión, que buscaban la pasión alada para decirte adiós, en un todo y nada constante, de unos y otros amontonados en sudor. Me deslicé en la oscuridad y nadie supo de mi recuerdo.

    Fue en el parque donde la encontré, cabizbaja de suelo errante. Agarraba en su pecho un corazón con grietas que, sangrando a borbotones, se resistía a pararse en seco. Me senté con ella, en silencio, pues también necesitaba un descanso. Ella sintió mi deseo, pero no le hizo caso. Pero esperé paciente a que recuperara el aliento y nos fuimos, juntos, caminando lento.

    Fue el viento quien nos juntó las manos.

    Janis Joplin – Kozmic Blues

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  • Falacia de tinta y pluma

    Un escritor miente de manera estética, apuñalando palabras sangrientas o engalanando acentos superfluos para que, cuando el lector imagine que vive en la gran patraña fabricada para su placer, se crea aquel personaje oculto entre la muchedumbre, que ríe inmerso en la comedia, o llora desconsolado en la tragedia que lo envuelve. 

    Hay autores de infundios perversos, oscurecidos por el narrar del sufrimiento propio, maquillado con carmín y rosas de espina alegre que marca al lector con un espejo con cicatrices. Encorvadas por el destino y regadas con lágrimas vivas, impacientes por un nuevo revés que lo devuelvan al abismo de donde una vez salieron.

    Los hay también que dibujan piadosos versículos de salvación, creadores de la fe de ratas, aliñadas con dulces milagros translúcidos, imaginarios de bogavantes con piel de bendiciones, de finales felices y perdices confitadas, al alegre filo de la cuchara de palo con la que remueve su poción, con la que elevará su conjuro a un desenlace misterioso.

    También quien talla la verdad, la expresa en madera y barro, la moldea con cemento armado de tinta y huesos en piel de cordero. Sopla jarrones de viento, que roba lamentos eternos de oxidados tumultos de enfurecidos conversos. Que, partiendo el molde, terminan calcando líneas del mismo fragmento.

    Pero siempre está aquel que, entre la maraña de sus lamentos, entre las líneas rectas del invento, las que abrazan lo absurdo, las que invitan a las palabras a en la danza de los necios. Aquel que confunde tan solo con el palpitar de su pecho, puede que, en el fondo de su delirio, sea quien esté en lo cierto.

    Igorrr . Downgrade Desert

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