
Unas palabras en negro que se desdibujan en blanco.
Y yo, buscándome en sueños, en recuerdos pasados.
En una ardua conversación sobre el papel y mis fantasmas.
Entre el eco de las teclas, adentrándome en el documento, quise ver cómo…
El sol de la mañana. Despertando frágil, derramando su calor a sorbos de mar…
—No. Esto ya lo he escrito. Mejor comenzar de nuevo.
La luna nueva carecía de brillo hoy…
—Sí, un tanto ridículo: brillo donde no hay…
Aquel adiós duró un eterno segundo de desdicha…
—¿Y qué más? Vuelta a lo mismo. Quizás enfocado de otra forma…
Ella sonrió con la tristeza de un adiós…
—Buff… no. Mejor vamos a otra cosa.
¿De qué te avergüenzas?
—¿Yo?
“Sí, tú. ¿Acaso hay alguien más?”
—Que yo sepa, estoy solo. Aquí, buscando qué escribir.
“Claro. Y la primera frase tiene que ser perfecta para que el texto fluya, ¿no?”
—Creo que por fin ha ocurrido.
“¿Qué ha ocurrido? ¿Tu frase perfecta? Yo no leo nada.”
—¡No, no! Lo que ha ocurrido es que se ha roto mi mente. Estoy hablando con el procesador de texto.
“Un momento… ¿de verdad crees que estás hablando con una máquina?”
—¿Qué si no?
“Siempre se ha dicho que los escritores tienen las conversaciones consigo mismos sobre el papel, ¿no crees?”
—Claro. Sería una buena cita. Algo así como: «Escribir es sentarse frente al espejo y dejar que la tinta diga lo que el alma no se atreve. Una conversación infinita entre el yo que recuerda y el yo que inventa».
“¿Lo ves? No es tan difícil. Venga, arranca ya.”
—¿Entonces qué eres? ¿Mi subconsciente?
“En todo caso, tu inconsciente.”
—¿…Inconsciente…?
“¿Tú? Totalmente.”
—¿Por qué dices eso?
“¿Te acuerdas del email que leíste hace un rato, ese que decía que habías ganado un premio?”
—Sí, claro. Seguí el vínculo y no había nada.
“Bueno, pues en verdad sí había. Estaba yo esperando a ver quién picaba. Llevo un rato buscando en tu ordenador algo valioso. Pero como no encontraba nada y me aburría… empecé a contestar tus textos.”
Lori Meyers – Mi realidad

















