Categoría: Ciencia Ficción

  • Salto

     Tras guardar su equipaje de mano en el compartimento superior, la joven tomó asiento, saludó con un gesto a su compañero de butaca, suspiró profundamente y se quedó con la mirada fija hacia el respaldo que tenía enfrente.

     – Es tu primer salto, ¿verdad? – Le dijo aquel desconocido que compartía asiento con ella. Un señor de unos cuarenta años, unas entradas prominentes en el pelo y cara de cansado.

     – Sí. – Respondió ella como si de un suspiro se tratase.

     – Olvídate de lo que te han contado, cada cual lo vive a su manera, no es tan terrible

     – Pues yo estoy muerta de miedo.

     – No te preocupes, yo ya he hecho varios y no me ha pasado nada. Saldremos en breve y todo será muy rápido.

    En ese momento, la luz interior bajaba de intensidad, por megafonía, se invitaba a los pasajeros a ocupar sus asientos y recordaban que los dispositivos transmisores de datos debían estar desconectados. Un zumbido blanco recorría las paredes, en ese momento notó que empezaban a moverse.

     – Tranquila, no vas a notar ninguna sacudida, ni vibraciones, ni golpes. Vamos a desplazarnos durante unos minutos sin más sensaciones que esta.

    La ventanilla mostraba un paisaje inmóvil, el mismo que había contemplado tanto tiempo en la estación de tránsito, una bella esfera azul que lo abarcaba todo y miles de estrellas alrededor. Pasarían treinta minutos cuando la megafonía se puso otra vez en marcha.

     – Señores pasajeros, vamos a cruzar el portal del salto, deben mantener los cinturones de seguridad puestos en todo momento…

     – Ahora viene lo bueno -Dijo el compañero de sitio—. Relájate, no pasará nada.

    El tirón fue tan fuerte que sintió que todo era tragado por un gran desagüe espacial, dejándola sola, flotando en el espacio. Veía la tierra de fondo, alejándose. Delante, miles de estrellas se aproximaban, dejando una lenta estela borrosa que empezaba a llenar de blanco toda la oscuridad del cielo.

    Tomó aire con todas sus fuerzas y abrió los ojos, no recordaba haberlos cerrado. El señor del asiento de al lado le sonrió.

     – ¿Estás bien?

     – Es extraño, estoy mareada. Parecía que me había quedado afuera y estaba flotando en el espacio.

     – Los científicos no saben por qué ocurre y lo achacan a alucinaciones, pero algunos dicen que el alma no comprende que el cuerpo se desplace tan rápido y se queda en el sitio hasta poder reaccionar.

     – Pues es una sensación aterradora.

     – Normal, mira por la ventanilla, solo por esto merece la pena lo que has pasado.

    Un resplandor brillante de color rosa abarcaba todo el cielo, nunca imagino tener tan cerca la nebulosa de Orión en todo su esplendor. La estación orbital les estaban esperando frente a ellos.

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  • Primer contacto

    Esta história empieza aquí

    La sala oscureció, todos estaban sentados, entre murmullos que iban acallando ante la mirada atenta del anfitrión de la reunión. Entre los asistentes había científicos con sus batas blancas, militares de uniforme condecorado y gruesas estrellas en la manga y cargos políticos con su indumentaria de etiqueta.

    Llegó el silencio y empezó la proyección. 

    En la pantalla apareció una especie de chimpancé sin pelo, con ojos de color violeta y vestido con americana negra, y empezó a relatar una historia.

    Hola amigos, soy Anfûr Kleimöàsêahg, pero me pueden llamar Anf. Voy a contaros un breve resumen de la historia de nuestra especie. Nacimos en el cuarto planeta de un sistema situado en la galaxia que ustedes llaman Andrómeda. Es un poco más grande que el de ustedes y estamos más lejos de nuestra estrella, que es de clase G pero de un blanco azulado, muy bonita en las tardes de verano. No la veis porque la hemos ocultado, hemos creado una esfera Dyson alrededor de ella y eso hace que casi no emita radiación al exterior. 

    Nuestras especies, según hemos investigado, se parecen mucho, aunque la evolución nos haya tratado de manera distinta, el resultado es que somos tan guapos como ustedes. La clasificación de nuestra flora y fauna, aunque ligeramente diferente, tienen muchas similitudes, tenemos el equivalente a insectos, peces, aves, reptiles y mamíferos, a los que nosotros pertenecemos. Aunque hay sutiles diferencias, ya habrá tiempo para explicarlas.

    Nuestra civilización es más antigua que la de ustedes, por lo que, como ya habrán intuido, nuestro grado de desarrollo es más elevado. Somos de tipo II según la escala de Kardashev y ya tenemos experiencia en el contacto con otras civilizaciones. Así que este mensaje pretende ser una tarjeta de visita nuestra, con la intención de comenzar un primer contacto. 

    Comprendo que este tipo de asuntos sean un poco difíciles de asimilar y comprendemos que necesiten su tiempo para hacerlo. Así que, para cualquier consulta, aclaración o para comenzar el proceso de contacto, por favor, pulsen el siguiente vínculo.

    El silencio se resistía a abandonar la sala, todos tenían la mirada fija a la pantalla. Hasta que alguien, el más condecorado de los uniformes militares, se decidió a hablar.

     – ¿Qué broma es esta? ¿Es una coña, no?

     – Hemos recibido este mensaje desde unas coordenadas bien definidas en la galaxia Andrómeda, no nos consta manera de que pueda ser un bulo.

     – Qué va, ¡alguien está de guasa y se está riendo de nosotros!

     – No tenemos la tecnología para emitir ese tipo de señal ¿Quién va a querer gastar una cantidad indecente de energía para…?

     – ¡Qué vergüenza! Que os dejéis tomar el pelo por cualquier zumbado, seguro que esto tiene que ver con Elon Musk y su promoción de X.

    Todos los asistentes fueron abandonando la sala entre reproches y caras de indignación. La sala quedó vacía y triste, como la expresión del astrónomo que lideraba la reunión. 

    Coldplay – Adventure Of A Lifetime

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  • Al galope

    Evaristus suspiraba apoyado sobre el cuello de su montura, con la mirada fija en el horizonte y su mente en aventuras imaginarias más allá de estas tierras que pisaba. Espacios abiertos a batallas de espada y escudo, repletos de criaturas fantásticas, guardianas del presidio de bellas doncellas, que no dudarían en agradecer fervorosamente sus puestas en libertad, todas ellas y a la vez.

     – Señorito, si a las enseñanzas no anda atento, su padre se va a enojar.

     – De qué me sirve saber de diezmos e impuestos si yo lo que ansío es luchar.

     – El Conde se va a cabrear.

     – Siento que no esté contento, pero lo mío es pelear.

     – No lo conoce enfadado.

     – Yo no lo quiero a mi lado y me voy a escapar.

     – Señorito, vuelva, se lo ruego.

     – Lo siento, ya me he ido.

    Raudo, con su corcel derrapando por las laderas del camino, nuestro joven caballero escapó de la rutina. Galopó toda la mañana y parte de la tarde, y su corcel decidió aminorar el ritmo pese al constante azuzar de su jinete. Empezaba a caer el sol cuando el caballo paró. Nuestro protagonista le gritó enojado y su montura, con expresión de ofensa, le propinó un mordisco en la nariz.

     – Bestia inmunda, jamelgo desconsiderado, como osas mancillarme la tez.

     – Hijijiji – Contestó el corcel, mientras se fugaba aliviado.

     – Eso vete de una vez, total, me las arreglo bien si él.

    Por suerte para el caballero, tras no mucho caminar, encontró en el camino un sitio para descansar. Hambriento y cansado, Evaristus entró en lo que parecía ser una posada. Todas las mesas estaban ocupadas por gente que reían y brindaban, por lo que optó por asomarse a la barra, una corpulenta camarera con un corto vestido oriental, muy transparente para.

     – Buenas tardes, joven dama, ¿este es buen sitio para yantar y dormir?

     – Nuestra carne es buena, nuestro vino un elixir, pero aunque tengamos cama, no es descanso lo que se busca por aquí.

     – Yo busco cama y cordero.

     – Siempre que tengas dinero.

     – Solo llevo una moneda, salí corriendo y no llevo más.

     – O bien te enseño una teta o como mucho comer acelgas.

     – Entonces para dormir nada.

     – En el granero tienes paja.

     – este no es un sitio decente.

     – ¿Y ahora te das cuenta? ¡Qué impertinente!

    Nuestro joven héroe, cabizbajo y con cara de pesar, se dirigió a la puerta dispuesto a dormir en la intemperie, cuando entró un señor bien acicalado que reconoció en el acto.

     – ¿Padre? ¿Qué hacéis en este burdel?

     – ¿Evaristus? ¿Tú no te escapaste ayer?

     – Venga hijo, vete a casa. No ves que te echamos de menos.

     – Después de tanta travesía, ni de coña me vuelvo.

     – Pero si estás aquí al lado.

     – Llevo todo el día galopando.

     – Al castillo llegamos paseando.

     – Pero ¿Y todo lo que he cabalgado?

     – En círculo habrá sido.

     – Pues estoy jodido.

     – Más bien perdido. Sigues recto, la primera a la izquierda, y ahí tienes el castillo. Si vas de prisa, tardarás unos diez minutos. ¡So pardillo! Te acompañaría, pero aquí me retiene un asuntillo.

    Hawkwind – Assault & Battery

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  • ¿Hay alguien ahí?

     – Mira Bob

     – ¿Qué es eso Beb?

     – Es un mensaje desde el Brazo de Orión. Desde un sector que no tiene mucha actividad.

     – ¿Y qué quieren?

     – No sé, es un lenguaje muy extraño. Te lo envío.

     – La verdad, qué raro, parece un lenguaje muy primitivo. ¿Qué soporte usan para la comunicación?

     – Ondas de radio.

     – ¿Estarán pidiendo auxilio? Usar ondas de radio parece un método desesperado, para que todo el mundo los vea. ¿Los has investigado?

     – Sí, claro. Estos tipos están en un sistema planetario de ocho planetas, muy estable. Viven en el tercer planeta. Que, aunque está un poco sucio, todavía no agoniza. No son capaces de expandirse a otros lugares, ni tienen rutas comerciales con otras especies.

     – ¿Cómo son? ¿Desagradables de ver? ¿Muy agresivos? 

     – Son homínidos, como la gran mayoría, su planeta está lleno de encanto, lugares paradisiacos y una temperatura ideal. Hay conflictos entre ellos, pero suelen mostrarse cordiales, son interesados y muy fáciles de manipular.

     – ¿Sabes para qué me parecen interesantes, Bob?

     – No Beb ¿para qué?

     – Sería un buen planeta para dedicarlo al turismo. Contacta con ellos antes de que lo hagan otros, averigua qué es lo que necesitan y vamos a convencerlos para convertir su planeta en un lugar de vacaciones low cost. 

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  • Miedo

    Fue un rayo de sol quien la despertó. Inmersa en un mundo donde el grotesco ser que la perseguía, una sombra sin escrúpulo armado con un rifle y acompañado por fieros mastines, querían darle caza. Arañando la tierra a su paso, sorteando retorcidos árboles.

    Ella y su miedo eran uno, la sombra de la mirilla le hacía evitar el claro de luna llena, esconderse en la profundidad, en silencio, temblando. Pero el tronar cercano a sus pies descalzos la hizo correr, atravesar la arboleda, tropezar con las ramas, volar hacia el suelo y volver a trotar de nuevo, lamentándose en su huida.

    Serendipia de penumbra bajo los arbustos que ocultaron sus fatigados ojos, que atentos al movimiento, pudo con el peso de sus párpados y escapó en sueños.

    El sol acaricia su rostro, exorcizando las sombras, llenando de vida su mirada asustada. Su vestido roto le recordó una pesadilla en el filo del olvido.

    The Rasmus – In The Shadows

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  • Sombra

    “Pasos, se escuchaban pasos. ¿O era solo que mi imaginación me estaba torturando? También son ocurrencias ponerme a pasear a estas horas. En este pueblo, por la noche, la penumbra de las esquinas parece ocultar seres de otro mundo, las pesadillas de pequeño hechas realidad.”

    “¡Ay, Davinia! ¡Si estuvieras no pasaría esto! Ignacio, el psicólogo, que tiene tanta paciencia como tú, me dice que haga deporte, que para dormir bien necesito quemar energía, sí, Davi, como los niños, a mi edad quiere que corra. Yo le digo que no me pienso torcer un pie brincando por ahí. Pues entonces camina, me dice, caminar si puedes. Y eso es lo que hago, Davinia, caminando a las dos de la mañana por las huertas.”

    “El frío es terrible, andar por el borde de la carretera no es buena idea, pero no hay más sitio que transitar, Davi. Veo la maleza moverse, ruidos entre los arbustos y sombras que pasan de un lugar a otro que me mantienen alerta. Parecen espectros, que me persiguen, quizás me quieran llevar a tu lado. Davi, estoy aterrado. Pero en casa es peor, en casa me engulle la soledad y es más cruel que el miedo.”

    “Una cosa es mi fantasía y otra muy distinta es el sonido que transcurre tras la vegetación, Davi, no sé si me habré vuelto ya majareta, pero creo que hay alguien ahí atrás que me está persiguiendo.”

     – ¿Quién anda por ahí?

    “De pronto se hizo el silencio, Davinia. Sí, ya sé, se me está yendo la cabeza. Tendría que haber escuchado a Guillermo, que los paseos fueran a lo largo del día, que la oscuridad no es buena compañera. Pero ahí, en ese arbusto, se está moviendo algo.”

     – ¡No se acerque! ¡Tengo un bastón y no dudaré en usarlo!

    “¿Qué es eso que sale de las sombras? Es pequeño, Davi. Si es una amenaza pequeña, le podré hacer frente, creo yo. ¿Pero qué torbellino es ese? ¡Mira, Davi! ¡Es un gatito! Claro que no se ve, si es negro como la noche, solo se le ven los ojos, brillando de tristeza en la oscuridad.»

     – Ven acá, muchacho, ¿qué haces aquí solito? 

    “¿Has visto qué bonito es? Es pequeño y juguetón. ¿Me lo podré llevar? Por aquí no vive nadie, creo que está tan perdido como yo. A él le falta su mamá y a mí me faltas tú, Davinia. Creo que nos haremos compañía. Fíjate lo que me estaba atormentando esta noche. Lo llamaré Sombra.”

     – Ven conmigo, Sombra, que tendrás hambre.

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  • ¡Vete!

     – Venga, cariño, ya es tarde, tienes que irte.

    La luz se hizo tenue y el reloj urgente. Su ropa no ayudaba a escapar, demasiado desorden en la cabeza y en el dormitorio. 

    En el espejo una cana, en la cara una arruga. El tiempo pasa y no nos damos cuenta. Tal vez al reloj de arena no le importe la dirección del viento. 

     – Date prisa, te tienes que ir.

     – No quiero irme.

     -Tienes que hacerlo, es muy tarde.

     – Pero no quiero.

     – Ya lo hemos hablado, debe ser así. Vete.

    Agachó la cabeza y abrió la puerta. Los últimos rayos de sol escapaban del cielo mientras él, con la cabeza apoyada en la entrada, pensaba qué hacer con su noche. La luna llena apareció, llenando de luz la humedad del ambiente. Un gruñido gutural se escuchó al otro lado de la puerta. El miedo le explicó que era hora de irse.

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  • Chalalala

    De madrugada, Marta sonrió, y escapó de la brillante aglomeración de risas enlatadas en cuartos menguantes. Recorrió solitaria el sendero verde que llevaba al parque, los pajarillos la seguían y se posaban cansados en su pelo. Eran colibríes de colores, los había verdes, amarillos y azul eléctrico. Todos entonaban esa canción.

     -Chalalala chalalala.

    Tras recorrer parte de la senda, se encontró con un búho enorme, que le miraba con sus enormes ojos, atento, contemplando, extasiado al son de la brisa, recreándose con el lento movimiento de la joven al pasar.  Un cuervo negro, de pico amarillo y sombrero de copa viejo, abrió su pico torcido y le dijo.

     -Marta, qué buena estás.

     – Chalalala.

    Un perezoso con alas de libélula que, revoloteando a su alrededor mientras hablaba en francés, fue quien le sacó de dudas. Aquella pastilla azul no aliviaba la migraña, más bien desordenaba la realidad. 

     – Excusez-moi, mademoiselle, que faites-vous ici ?

     – Chalalala, chalalala.

    Marta corrió sin saber bien de qué escapar. Corrió hacia el río de peces de color rojo intenso, que sonaban como el claxon de un Ford viejo, esquivó una manada de pandas vestidos con camisetas de propaganda y le gruñían en mandarín. Saltó sobre un tronco de un árbol viejo derrumbado para no toparse con una pareja de bulldogs con destellos azules, que le miraban de reojo sin inmutar la pose.

      – Chalalala.

    Sus pasos pensaban, su ritmo se calmó y su cuerpo quiso posarse, descubrió que en el camino también había bancos a los lados, eligió uno y desfalleció en él sin remedio. Una grulla se acercó, con discreción, en movimientos lentos y largos, llevaba gabardina marrón y le dijo. 

     – Marta, ¿Qué haces aquí? –

     – Chalalala, chalalala.

     – ¿Lourdes? ¿Eres tú?

    La grulla tenía la cara de Lourdes, con un pico recto que se fue disolviendo en boca. El bosque latía en su cabeza, pronto empezó a ver personas pasar. Los colibríes revoloteaban entre ellos.

     – Chalalala.

     – Marta, ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?

     – No, Lourdes, no sé que me pasa, estoy muy mareada.

     – Ven, que te llevo a casa.

    Los colibríes se quedaron ahí, en el banco, volando alrededor, convirtiéndose en moscas y luego en fragmentos de las luces de los locales cercanos, que derramaban su música festiva alrededor de la zona y se veía en reflejos. Marta los vio irse lejos, mientras la realidad se la llevaba en coche hasta un lugar seguro.

    Arctic Monkeys – The Hellcat Spangled Shalalala

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  • Saqueo

    Destrozando la única nube de humo que había entera en el cielo, entraron en el área de batalla Billy Joe y Roastbeef, su gorrino alado. Hicieron algunas cabriolas en el aire y aterrizaron en campo abierto, donde miles de cadáveres frescos aguardaban a ser saqueados. 

    Mientras el cerdo daba rienda suelta a su voraz apetito, desgarrando miembros de las fallecidas alimañas, Billy buscaba en las mochilas de sus destrozados jinetes. Palpando entre sus bolsillos, uno de los caídos abrió los ojos y clavó la mirada sobre su desvalijador. Con gran esfuerzo le dijo.

     -Ayúdame.

    Se trataba de una mujer joven, guapa, de no ser por la sangre que le cubría el rostro. El uniforme estaba hecho jirones y en la barriga se le veía una fea herida a punto de infectarse. Billy Joe sacó su daga instintivamente y se retiró amenazante.

     -No, no te voy a hacer daño, solo ayúdame a salir y te dejaré con tu saqueo.

    El joven, con el arma en la mano, analizó la situación, cortó las riendas y el arnés que ataban a la dama a su montura y se retiró para dejarla salir. Tambaleando por mantenerse de pie y con cara asustada, le dijo a Billy Joe.

     – Me siento rara, no me duele nada.

     Él, sin hacerle mucho caso, siguió revolviendo bolsas y desparramando su contenido por el suelo.

     – No siento nada. ¿Qué me está pasando? ¡Ayúdame!

    Con una mirada de desinterés, el saqueador, recogiendo los restos del botín y metiéndolos en las alforjas que portaba el cerdo, le dijo.

     – No puedo hacer nada, ya estás muerta.

    De un salto, montó a su gorrino alado que, con un feroz gruñido, alzó el vuelo, hizo un rizo en el aire y desapareció entre las brumas de la noche.

    Lacuna Coil – Swamped

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  • Kraken

    El velero navegaba con brío sobre el viento de una estrella, surcando un sistema planetario, en busca de algún tesoro a la deriva de alguna civilización extinta. 

    En su puesto, el vigía, sobre su tonel de pantallas fluoradas en un verde brillante, le inquietó una mancha que se movía sobre la marea de señales. Hizo su medición de rigor y gritó a pleno pulmón.

      – ¡Atención, Kraken!

    El capitán saltó de su sillón en el puente de mando y comunicó presto sus instrucciones.

     -Paren las máquinas, rápido, apaguen energía, tenemos que quedarnos a oscuras.

     – A la orden, mi capitán.

    El monstruo, una bestia negra de varios kilómetros de longitud, chispeaba energía oscura allá a lo lejos. Algo le llamó la atención, abrió sus enormes ojos amarillos y empezó a ondular sus tentáculos. Tomando la dirección adecuada  expulsó un chorro de antimateria que le hizo avanzar veloz por el espacio.

     – ¿Nos ha visto? – preguntó el comandante de la nave al vigía.

     – Sí, mi capitán.

     – Timonel, vire a babor, aproveche la inercia y prepárese para una maniobra evasiva.

     – Comprendido, mi capitán.

    La criatura estaba a poca distancia de la embarcación. Sus tentáculos se estremecían mientras coordinaba su velocidad con la del velero. Su impulso constante hizo rozar la popa de la embarcación. Un enorme y brillante ojo, que abarcaba todo el campo visual, apareció en la escotilla del capitán.

     – Rápido, desplieguen las velas. 

     – Pero capitán, nos va a destrozar, nos va a ver.

     – Despliegue las velas, marinero, es una orden.

     – Sí, mi capitán. 

    El trapo se abrió rápidamente y, enojado, se hinchó haciendo galopar al navío de repente. El calamar gigantesco, que esperaba un sutil movimiento, reaccionó acercándose aún más a la rápida embarcación.

     – ¡Corten la vela!

     – ¿Qué?

     – Qué despegues esa vela de esta nave, si no queréis morir devorados por ese bicho, capullos ¿Qué no entendéis?

    De un chasquido, la vela salió disparada rumbo al espacio profundo. El Kraken, agitando sus tentáculos velozmente, fue tras su presa, dejando residuos de materia oscura centelleante tras de sí.

     – Bien, timonel, diríjase a la estela, recojan toda la materia oscura que pueda. Preparen motores de curvatura antes de que esa criatura se dé cuenta del engaño y vuelva a por nosotros.  

     – A la orden, mi capitán.

    Mago de Oz – La Costa del Silencio

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