Categoría: Ciencia Ficción

  • Algo en que creer

    Algo en que creer

    —Creo que les mandaron un listado con lo que yo podía comer y lo que no.
    —Claro que sí. Lo que en ningún sitio ponía es que tu alimento debía ser crudo.
    —Perdón, padres de intercambio, pensé que ya lo sabían. No se preocupen, llevo alimento biofilizado por si acaso.
    —Tranquilo, te prepararé una ensalada. Dios mío, qué confusión tan extraña.
    —¿Dijo “Dios mío”? ¿Ustedes también tienen creencias religiosas?
    —¿Ustedes no?
    —Oh, sí. Tenemos al dios Día y a la diosa Noche.
    —Qué interesante, tenéis dos dioses. Aquí solo creemos en uno.
    —En verdad son varios. La diosa Noche tuvo muchos hijos con el dios Día. Hasta que un día pensaron que lo mejor era vivir en reinos separados, por el tema de la superpoblación. El dios Día se quedó en el día y la diosa Noche se quedó en la oscuridad. Ella cuida de sus hijos, que son las estrellas.
    —Nuestro Dios solo tuvo un hijo: Jesucristo.
    —¿Y qué le pasó a la diosa?
    —¿Qué diosa?
    —Si tuvo un hijo tendría que haber una hembra, ¿no?
    —Bueno… lo tuvo con una chica. Se llamaba María.
    —¿Y cuando estuvo con ella vuestro dios no quemó todo vuestro mundo?
    —¿Qué? Nooo. Nuestro Dios no… Además no fue él. Envió a una paloma.
    —¿Fue un pájaro quien fecundó a la humana que dio a luz al hijo de vuestro dios? ¿Cómo era? ¿Tenía pico y plumas?
    —Nooo. Era como nosotros. Tenía barba y pelo largo. No dejan claro cómo fue el proceso. Pero fue algo más bien espiritual.
    —Ah. Es que nuestros dioses son muy… físicos. Dios es el sol. La Diosa es el planeta que orbitamos. Creo que nuestra carrera espacial fue una búsqueda de Dios. Los primeros en llegar se quemaron y hubo un episodio de ateísmo entre los nuestros.
    —Normal. Qué complicado, ¿no? Esperarse encontrar un ser todopoderoso y descubrir que es una bola de fuego.
    —Peor lo tuvo la pobre que esperaba ser fecundada por su dios y se encontró una paloma.
    Espíritu Santo.
    —¿Qué?
    —Que la paloma se llama Espíritu Santo.
    —Pues peor todavía: el fantasma de una paloma.

    El joven extraterrestre de intercambio se quedó pensativo. Sus grandes ojos violetas parpadearon despacio. Su expresión denotaba preocupación.

    —Vuestro proceso reproductivo no tiene que ver con las aves… ¿verdad?

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  • Encuentros en Fa Sostenido

    Encuentros en Fa Sostenido

    Se quitó el casco con desesperación y lo estampó contra la arena multicolor del desierto. Rebotó con una gracia que el no compartía. Un error de cálculo, un número mal puesto, y terminó con un aterrizaje de emergencia en la cara opuesta del planeta. 

    Se dejó caer, vencido, sobre una formación rocosa que parecía hecha a pulso por un dios aburrido. 
    «Dos semanas para que organicen el rescate», pensó mientras trazaba formas en aquella tierra celeste. «Podría ser peor. Por esta zona el calor debería ser insoportable.» 

    Aparecieron entonces dos criaturas extrañas: redondas, con aletas de pez, rodeadas de tentáculos finos y un único ojo enorme como luna llena. Saltaban con ligereza, como si la gravedad fuese una anécdota. 

    Desconfiado, el piloto activó el reconocimiento del entorno en su ordenador de muñeca. Fotografió a la pareja extraterrestre. La respuesta llegó de inmediato: Herbívoros comunes. Nivel de peligro: bajo. 

    Uno abrió la boca y sacó una lengua que era más trompetilla que lengua. Emitió un sonido breve, un fa sostenido perfecto. El otro lo imitó. Al astronauta se le encendió el alma. De niño imaginaba exactamente esto: aliens amigables saludando con música. 

    El segundo improvisó una melodía sencilla: do, si, la, do. Su compañero repitió en una octava superior. 
    —Si, do, re, fa —entonó uno alargando la nota. 
    —Si, fa, mi, do —respondió el otro, encantado. 

    El humano buscó en el bolsillo de su manga. Sacó una pequeña armónica. Los extraterrestres no entendieron nada… hasta que la hizo sonar: 
    Do, re, mi, sol… do, re, mi, soooool. 
    Los dos lo imitaron inmediatamente. 

    Pasaron la tarde componiendo sin saberlo: melodías improvisadas, repeticiones torpes, armonías imposibles. El humano estaba feliz, sintiendo una conexión cósmica con criaturas que no sabían que existían unas horas antes. 

    Cuando el astro rey anunció la noche, se despidió de sus nuevos amigos y volvió a la nave. No quería quedarse al frío. El módulo habitable aún funcionaba: el retiro forzoso podía interpretarse como vacaciones espirituales en un desierto amable. 

    La silueta humana se fue perdiendo en la penumbra. Las criaturas siguieron hablando en su lenguaje de saltos y notas. 

    —Oye, Fiiun… qué criatura más rara. 
    —Y que lo digas, Fiiiin… rarísima. 
    —Eso sí, inteligente era: sabía hablar. 
    —Hablar, decía él. «Arriba, abajo, arriba, acatarradoooo», «Delante, sentado, cielo, avalanchaaa». ¡Sin sentido alguno! 
    —Sí, sí. Y nosotros intentado avisarle de que se estaba tumbando en el liquen ortiga
    —Pues va a pasar la noche rascándose como un poseso. 

    Joe Satriani – Always With Me, Always With You

    Se fue, mientras los curiosos ojos del otro mundo lo miraban sin entender del todo.

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  • Latido cero

    Latido cero

    El primer latido fue débil, minúsculo. Una pequeña chispa sin sentido.
    El segundo sonó a susurro.
    El tercero golpeó las paredes de su pecho, obligando al aire a entrar.

    Abrió los ojos y rezó un momento. Una mirada atenta le sorprendió en su lamento. Respiró hondo, miró al frente y dijo:

    —¿Dónde estamos?

    —En Cassiopeia A, Comandante.

    —Pero… —dijo, intentando encontrar claridad en su mente— nos hemos desviado unos 30 parsecs.

    —Lo sabemos, señor.

    —¿Han despertado al ingeniero de servicio?

    —Sí, comandante. No hay anomalías en los sensores de viento solar. El corrector de gravedad está compensando la deriva.

    —Vale, vale… ¿Despertaron al jefe de ruta? ¿Al oficial de sistemas?

    —Sí, están despiertos, y no hay errores en sus cálculos.

    —Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué me han despertado?

    —Estamos siendo atraídos hacia la supernova muerta.

    El comandante se frotó los ojos. Intentó incorporarse, pero solo logró levantarse un poco.

    —Pásame aquí la imagen, por favor —dijo, señalando el monitor más cercano.

    Lo que vio lo dejó desconcertado. Gesticulando, controló el movimiento de la pantalla, acercando y alejando determinadas zonas hasta que quedó fija en un punto concreto.

    —Sí —dijo la alférez médico encargada del despertar—. Es lo que piensa: es artificial.

    —Es como un enjambre Dixon envolviendo los restos de la estrella. ¿Han estudiado la actividad que pueda tener?

    —Sí. Se escuchan señales de radio, movimientos lumínicos y actividad energética intensa.

    —¿Han intentado contactar?

    —No, se nos han anticipado. Han enviado un mensaje solicitando comunicación, está programada a TCS 124 356 478.

    —O sea que me habéis despertado para recibir la llamada de ET.

    Boards of Canada – Reach for the Dead

    “El sistema de comunicación parpadeó una vez más. La señal no provenía de ellos.”

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  • Clase de literatura universal. Año 2400

    Clase de literatura universal. Año 2400

    “Lección de historia”

    —Hoy recitaremos una de las pocas obras que nos ha dejado el siglo XXI: Libros en blanco.
    —Buag, seño, es muy aburrido.
    —Ya, Jaimito. Pero comprende que después de la guerra poco más se pudo salvar.
    —¿No quedaron más autores, sita?
    —Sí, Raquelita. Quedaron algunos… pero casi ninguno sobrevivió a la censura de la IA Electra. A finales de ese siglo sólo estaba permitido leer lo que cupiese en un TikTok.
    —¿Y de siglos pasados?
    —Solo quedó El Lazarillo de Tormes y Cincuenta sombras de Grey. Que, a propósito, entran en el examen. ¿Sabéis algo de DeOniros, creador del verso?
    —Sí, sita. Que murió en la más absoluta pobreza, al final de la guerra.
    —Exacto, Cristinita. ¿Quién sabe algo más?
    —Lo devoraron los cerdos salvajes.
    —Julito, eso es solo un mito. Según los indicios, vivió hasta los noventa años. Trabajaba recortando filamentos membranosos para las máquinas. Parece que siguió publicando de forma clandestina.
    —¡Qué va, sita! Dicen que tonteaba con una de ellas, y que esta le dejaba escribir si le ajustaba bien los circuitos.
    —¿Quién te dijo eso, Cristinita?
    —Mi papá.
    —Hay que reconocer que tras la guerra quedó destruida gran parte de la civilización… y de la gran red, donde habitaban las máquinas, no quedó nada.
    —¿Y fue ahí donde se extinguió la raza humana?
    —No, Nicolasito. Ellos se extinguieron luego, cuando les dio por experimentar con la genética.
    —Ya decía yo que no hacían nada bueno. Quedaron mutados y esterilizados.
    —Vale, Jaimito, pero gracias a eso existimos nosotros. Por favor, Julito, deja de perseguirte la cola.
    —Perdón, seño.

    Pink Floyd – Welcome to the Machine

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  • Viaje astral

    Viaje astral

    Ahí estaba ella: pálida, inmóvil, objeto dormido en el tiempo, esperando vida bajo un corazón que aún latía.

    Nadie nos prepara para esto. Pero es el único modo.

    Todo comienza con un disparo sin materia. La máquina arranca la mente de su envoltura carnal y la lanza al espacio. La canaliza por densos conductos invisibles, arrastrándola hacia su destino, lejos, cruzando el infinito.

    Arrastrarás el frío inmenso hacia el nuevo cuerpo que yace ignorando su destino. Y palpitarás con su sangre, llenándolo todo. Penetrando por la médula espinal hasta el cerebro. Allí se encenderá la noción del tiempo, y cortarás el vínculo antiguo que terminará pereciendo.

    Te sentirás viva de nuevo.
    Pero también habrás muerto.


    Proyecto Astral – Protocolo Nº 17

    Nivel de acceso: restringido. Difusión no autorizada.

    Objetivo:
    Desacoplar la conciencia de su huésped biológico y transferirla a un recipiente alternativo.

    Procedimiento:

    1. Estimulación neuroeléctrica inicial (0,7 segundos).
    2. Separación mente/materia: fase de vacío inducido.
    3. Canalización a través de túneles de tránsito cognitivo.
    4. Inserción en huésped secundario (preferible estado de inconsciencia).
    5. Corte definitivo del vínculo original: el cuerpo inicial deja de sostener la identidad.

    Efectos esperados:

    • Sensación de muerte parcial.
    • Reconexión gradual de noción temporal.
    • Activación autónoma del nuevo organismo.

    Efectos colaterales registrados:

    • Pérdida de memoria episódica.
    • Disociación emocional persistente.
    • Ansiedad existencial recurrente.

    Nota del operador:
    “Se confirma la dualidad: para que uno viva, otro debe morir. La máquina no crea, sólo transfiere.”

    Jon Hopkins – Emerald Rush

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  • Lejos…muy lejos

    Lejos…muy lejos

    Querida Soledad:

    Me sigue resultando extraño que volvamos a depender de un medio de comunicación tan lento, casi arcaico, pero es lo único que tenemos. La promesa oficial es que todo cambiará pronto, que estamos viviendo el inicio de una nueva era y que vendrán sorpresas agradables para quienes no teman al trabajo duro y al sacrificio. Quizá sea cierto, pero a veces la vida aquí es tan distinta que parece que nos hubieran arrancado de la tierra para injertarnos en otro sueño. Y cuesta. Cuesta mucho adaptarse.

    Sin embargo, no todo es desolación. Esta soledad compartida nos une. La mayoría hemos dejado un mundo por perseguir una ilusión, y en ese abandono hemos encontrado una hermandad inesperada. Haces amigos que parecen familia, y los superiores nos tratan con una humanidad que sorprende en un contexto tan duro. Echo de menos a los míos, claro, pero siento que los vínculos que aquí se tejen no se rompen jamás.

    La comida es otra revelación. La naturaleza es exuberante, y nos obliga a reinventar el paladar. Algunos cazan, otros pescan criaturas que jamás soñamos. Yo aún no me atrevo a esas aventuras, pero recolecto frutos para la comunidad. Es un espectáculo ver la abundancia: árboles cargados de pulpas luminosas, semillas dulces que parecen hechas para ser compartidas. Nunca pensé que un lugar tan lejano pudiera alimentarnos con tanta generosidad.

    Hay mucho trabajo, eso sí. Los pequeños poblados se multiplican como semillas al viento, y cada cual intenta levantar su aldea y dotarla de comodidades mínimas: agua, refugio, calor, comunicación. Estamos inventando un mundo desde cero, ladrillo a ladrillo, palabra a palabra. Y entre todos nos sostenemos.

    Se buscan manos, siempre faltan manos. Pero en ese vacío está mi esperanza: dicen que pronto las familias de los colonos serán las primeras en llegar. Sueño con ese día en que pueda solicitar tu traslado, y entonces este paraíso dejará de ser un exilio para convertirse en hogar.

    Quiero que lo veas con tus propios ojos. Las puestas de sol aquí son un incendio líquido que tiñe las montañas de púrpura. Pero es en la noche, cuando las dos lunas levantan su resplandor gemelo y el cielo se abre como un océano profundo, cuando me siento más cerca de ti. Pienso en ese punto azul perdido en la distancia, donde sigues existiendo, respirando, esperándome.

    Hoy consigo enviarte un par de imágenes. Apenas nos dejan más: el flujo de datos es escaso y vigilado. Pero pronto, con la apertura del portal, nos dicen que todo cambiará. La distancia se volverá más corta. La espera, más leve.

    Te echo de menos en cada aurora y en cada silencio.
    Tuyo siempre,
    Abel

    Glasvegas – Please, Come Back Home

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  • Portal resplandeciente.

    Portal resplandeciente.

    —Cálculos completados, profesor.
    —¿Coordenadas correctas?
    —Margen de error: 1,27 metros.
    —¿Y la unidad móvil inteligente?
    —Sobrevolando la zona.
    —¿Podemos comunicarnos con ella?
    —Sí, pero con un desfase de treinta y cuatro minutos y dieciocho segundos. ¿Desea establecer comunicación?
    —No. Abramos el portal.

    El resplandor cegó a todos los presentes. Una luz que lo profanaba todo: cuerpos, trajes, muros de aleación metálica. Pronto no sería más que un estallido; entonces podrían cruzar.

    El resplandor fue fiero como el Lebren al acecho. Pero no lo suficiente para traspasar los cascos de caparazón. La tribu rodeó el fenómeno: el cielo los había advertido y estaban preparados.

    —Padre Aldana, ¿serán peligrosos?
    —Estos no. No lo creo. Pero debemos ser precavidos. Mostrarnos capaces. Vendrán pronto. ¿Estás listo?
    —Sí, Padre, lo estoy.
    —Ya se apacigua la estrella. Ocupa tu puesto. Mueve tú la primera ficha.

    El resplandor se hizo agujero. Azul como el cielo del lugar al que llegarían. Vomitaba aire puro, restos de roca, hojas verdes de árboles heridos. La habitación equilibró la presión: ya solo era una puerta.

    —¡Rápido, todos a cruzar! No podemos perder ni un minuto.

    Entraron corriendo, sin pensar en las consecuencias. Los cinco exploradores cayeron al suelo, víctimas del cambio atmosférico. El profesor no. Avanzó erguido, empuñando su bastón, con una sonrisa de felicidad.

    Observó a su alrededor y comprendió con sorpresa que estaban rodeados. A pocos metros, un joven alto, vestido de cuero gris, habló:

    —Darak ek amun! Darak.

    El traductor tardó veintiocho segundos en asimilar el idioma. El viejo profesor ensayó una respuesta:
    —Mi gente y yo os saludamos también.

    —¿Qué les trae a nuestras tierras, forasteros?
    —Somos pacíficos. Venimos a aprender. Quizás a comerciar. Denos tiempo: nuestro traductor todavía está asimilando su lengua.

    Mientras los demás, confusos, luchaban por mantenerse en pie, el profesor ya estaba a la altura de su anfitrión. La formación de los indígenas se abrió. Un anciano, vestido con una bata blanca, se acercaba lentamente.

    —Drain, no seas descortés con nuestros invitados. Tendrán hambre después de un viaje tan largo.
    —En verdad no ha sido un gran esfuerzo —intentó explicar el profesor.
    —Claro. Comprendemos el uso de portales para trayectos extremadamente largos. Pero querrán probar nuestra cocina.

    El anciano dejó escapar una leve sonrisa. El terrícola, incrédulo, respondió:

    —Inaudito. Ya me parecía extraño hallar humanos a tantos años luz de mi hogar. Pero vuestra apariencia y vuestro conocimiento de la ciencia me superan.
    —Quizás lo que nos hace sabios —replicó el anciano— es saber gestionar lo que sabemos.

    Lindsey Stirling – Artemis

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  • Añorando océanos lejanos

    Añorando océanos lejanos

    El blanco reinaba en la estancia: suelo, paredes, luces, incluso la diminuta camilla flotante que transportaba el cuerpo inerte de una mujer. Solo un destello verde rompía la monotonía del lugar, situado al lado izquierdo de su cabeza. Explicaba que ella estaba viva.

    La pared se rasgó formando una boca abierta. Por ahí entraron dos seres grises, pequeños y en apariencia desnudos. Rodearon la camilla y pulsaron mandos invisibles tras la caída de su pelo negro.

    —Ya está preparada, ¿qué hacemos con ella?
    Esperar.
    —¿Vamos a inyectarle fluidos?
    No, los experimentos los prohibieron.
    —¿Nos la vamos a comer?
    ¿Para qué nos la vamos a comer?
    —Yo qué sé. Er’chupè dice que las criaturas de la Tierra están ricas.
    Er’chupè necesita proteínas, además, solo come ganado.
    —¿Y ella no es ganado?
    No, es de una especie pensante.
    —Ah, como Er’chupè. Entonces es para tener sexo. ¿Dónde están sus esporas de Gñum?
    Nada de sexo.
    —Uf, menos mal, qué asquito. Con esa piel tan lisa y ese pelo negro ahí… Entonces, ¿qué vamos a hacer con ella?

    La apertura de la pared volvió a abrirse hacia la oscuridad. De ella salió otro ser, exactamente igual a los anteriores, pero con una banda plateada de color morado. Tomando por sorpresa a los que estaban en la sala, dijo:

    Vamos a iniciar el protocolo de primer contacto.
    Ostias, L’idl, ¿en serio?
    Sí, vamos a empezar por este espécimen humano. ¡Despiértela ya!
    Sí, claro… ¿y qué le decimos?
    Pues no sé, es mi primer “primer contacto”. Que venimos en son de paz y eso.
    —Sí, claro… ¿y si nos pregunta por qué hicimos esas figuras en sus cosechas?
    Le decimos que eran mensajes… felicitándoles el Dih’ad’carnavahl.
    Ese día ya lo celebraste tú. Te dijimos que no tomaras agua salada, que sabes cómo nos ponemos.
    —Sí, L’idl, te pasaste la noche derrapando con la nave. Por los sembrados de los terrícolas.
    Bueno, fue sin querer.
    —Pero te gustó, L’idl, lo repetiste varias veces.
    Bueno, le echamos la culpa a Er’chupè.
    Sí, claro… Bueno, y a todo esto, ¿por qué un primer contacto? ¿Qué necesidad hay?
    Orden de Ehr’presidenth.
    ¿El mismo que nos hacía experimentar con los humanos?
    ¿Quién si no?
    —¿Y qué ha hecho ahora?
    ¿Sabes esas lucecitas que son muy bonitas, flotan en el aire y no hacen nada más?
    ¿Te refieres a la estafa de los Ragalianos?
    Exacto. Ha comprado millones de ellas.
    Ah, claro, se las quiere vender a los humanos.
    Sí, ese es el plan.
    Vale, será fácil. ¿Pero a cambio de qué?
    —Agua salada. Tienen mucha.

    The Interrupters – Alien

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  • Zona de Confusión

    Zona de Confusión

    En las barricadas, un militar con un walkie gritaba sin cesar. Estaba tumbado en el suelo, recostado sobre los sacos, aunque no tenía aspecto de herido. Un poco más alante, el mundo era un caos: humo negro que se enroscaba en espirales, disparos de ametralladora que resonaban como tambores, sirenas azules que cortaban la oscuridad y el chirrido de frenos que se mezclaba con gritos lejanos. Chispas de luz intermitente iluminaban rostros sudorosos y armas temblorosas mientras el reportero llegaba desde la zona segura, agachándose con cautela, cámara en mano, observando cada movimiento.

    —Seguimos en directo desde la zona segura frente al Congreso. Aquí lo hemos encontrado: es el comandante de la UME, ¿o me equivoco? ¿Es usted quien comanda la defensa?

    —Pero… ¿quién es usted? ¿Cómo cruzó el perímetro de seguridad? Está en grave peligro.

    —Sí, lo sé, tengo experiencia en conflictos bélicos. ¿A quién nos enfrentamos exactamente? ¿Terroristas islámicos?

    —Mire usted, tras este muro de defensa reina el caos. Las explosiones y el humo nos ciegan; no podemos abatirlos. Esto es un desastre absoluto. Cada minuto que pasa, más civiles quedan atrapados. ¿Y usted quiere entrar en la zona?

    —Señor, los ciudadanos tienen derecho a saber lo que ocurre; llevan dos días con la zona acordonada. ¿Qué está pasando?

    —Tienen bloqueada la entrada de la Moncloa. No puede entrar nadie.

    —Pero, ¿están secuestrados?

    —No lo sabemos. Lo único que sabemos con certeza es que nadie puede entrar ni salir.

    —Pero dentro está el presidente del gobierno y…

    —Y el de la oposición; están la mayoría de los diputados, muchos civiles, compañeros suyos…

    —Pero, ¿qué quieren? ¿Qué piden?

    —No tenemos idea, ni siquiera podemos comunicarnos con ellos.

    —¿Han intentado comunicarse con ellos? ¿Qué barrera hay? ¿Idiomas? Si les sirve de ayuda, conozco varios idiomas, incluyendo francés y árabe.

    —¿Sabe hablar con las cucarachas?

    —¿Qué?

    —Que sí sabe comunicarse con las cucarachas que bloquean el paso.

    —¿Qué tipo de jerga es esta? ¿A qué se refiere?

    —Me refiero a que quien está bloqueando el paso al Congreso son estos insectos.

    —¿A esos bichos que se pisan y ya está? ¿Han probado a fumigarlos?

    —Lo hemos intentado todo. Matamos a miles, a millones, pero siguen apareciendo. Emergen de alcantarillas y cañerías como un ejército interminable. Cada vez que disparas, otro surge, coordinados, impasibles. Es un horror.

    —Pero, ¿son lo suficientemente fuertes como para atacar?—No lo sé, pero alguien tuvo la brillante idea de darles AK-42 viejas, y ahora disparan a quien se aproxima. Sus ojos brillan como carbones encendidos, y cada movimiento parece calculado, como si supieran exactamente a quién apuntar.

    Skeng – The Bug

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  • Like for alien love

    Like for alien love

    —Hola, mi amol. 😘
    —¿Qué? ¿Quién eres? ¿Dónde estás?
    —Tranqui, mi amol. Estoy a años luz, pero contigo.
    —¿De qué me estás hablando? ¿Quién eres?
    —Mi nombre real es impronunciable. Nos pareció más estético que me llames Yesenia, nombre común de tu planeta.

    —¿Y por qué suenas en mi cabeza?
    —Usamos una proyección telepática, muy soft, sin lag. Felicidades, broh: estás en un primer contacto.

    —¿Primer contacto de qué? ¿Quién o qué eres?
    —Relájate, broh. Detectamos residuos de vuestra comunicación global. Dijimos: si esto es vuestra lengua oficial, pues respondemos.

    —¿Qué residuos? ¿De qué comunicación hablas? ¡Yo no me he comunicado con nadie!
    —¿No? ¿Eres algún tipo de filósofo desconectado, rollo ermitaño digital?
    —No, soy alguien normal que no entiende ni la mitad de esto.
    —¿Los normales no entienden?
    —Claro que sí. Pero no nos habla un alien cada mañana. Porque… eres una alien, ¿verdad?

    —Sí, una extraterrestre con ganas de conoceros. Vivo en Cdrëwfaesf, barrio oeste de la Nebulosa de Orión. Y traemos solo buen rollo: un intercambio cultural.
    —Ah, vale. ¿Y el intercambio empieza con susto? ¿Dónde está el regalo?
    —Es metafórico.
    —¿Como el metaverso?
    —Casi. Queremos obsequiaros con algo útil.
    —Yo quiero un coche.

    —¿Qué?
    —Que si vais a regalar cosas, que sea un coche.
    —¿Cómo puñetas íbamos a mandaros un coche a través de una señal mental?
    —¡No sé! ¡Fuiste tú quien ofreció algo!
    —Me refería a conocimiento útil.
    —Pues un coche sirve.

    —Te vamos a dar algo mejor: la fórmula química para generar energía a través de tubérculos, cariño.
    —¿De ver culos?
    —Tú no estás bien. TUBÉRCULOS. Malangas, en concreto.
    —Eso ya está en OnlyFans. ¿Quieres abrirte cuenta?
    —No, mi amor. Quiero darte la fórmula y cerrar este contacto en plan elegante.
    —Bueno, pues dame la dichosa fórmula.

    —Apunta:
    C₆H₁₀O₅(n) + δ(enz-A₃) → ΔΨ + vapor de raíz + 1,2 mol de jugo conductivo (Jₙ)

    —¿¡Qué coño es esto!?
    —Una fórmula, ¿qué va a ser?
    —No entiendo nada. Ni sé cómo se escribe ese delta-pene-ene cosa rara.
    —Nos dijeron que eras una eminencia en comunicación. Uno de los humanos más representativos. ¿Cómo es posible que no sepas ni transcribir un símbolo griego?

    —Hombre, es verdad que soy uno de los más vistos en TikTok… pero yo hago lipsync, edits de anime y bug exploits de Minecraft. Fórmulas, ni una.

    Die Antwoord – Pitbull Terrier

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