Tan fuerte que siento tu alma alrededor de la mía, resbalando sobre mí, impregnándome, llenándome de su esencia a ritmo de ciento nueve notas en Fa mayor, que cada vez son más rápidas y cada vez más cercanas y en el ínterin me recargo de vida soltándome pleno y feliz al final.
La eterna puesta de sol falleció en una luminosa noche en el claro del bosque. Días atrás, en un desesperado paseo por despejar la mente de sus demonios diarios, en el mismo lugar, encontró una figura femenina caminando, sola, sin rumbo. La persiguió, guiado por la curiosidad, ocultándose tras los retorcidos árboles que adornaban el siniestro paisaje. Hasta que paró y se dio la vuelta, de belleza decadente, tenía rasgos juveniles y pelo alborotado en un vestido envejecido y rasgado por la maleza.
Él, confundido, no sabía dónde buscarla, ya no estaba allí, en un simple pestañeo había desaparecido, sin dejar rastro, en silencio, de repente. Sobresaltado al escuchar el crepitar de las hojas secas tras de sí, volvió la vista atrás y allí estaba ella, mirándole desafiante.
– ¿Qué quieres de mí?
– Solo tenía curiosidad, ¿qué hace sola una chica tan guapa por aquí?
– ¿Curiosidad? ¿En este maldito sitio? ¿Sabes qué le pasó al gato con su curiosidad?
– Solo quería saber de ti, si molesto me iré, aunque le acompañaría si es posible a un lugar seguro.
– No molestas, me viene bien tu compañía.
Con una velocidad imposible se acercó y él por un movimiento instintivo incomprensible se abrazó a ella y la besó, ella respondió tirándolo al suelo de la misma manera que un lobo ataca al venado, agarrándolo fuerte con sus dientes y dejándolo inmóvil. Él no pudo comprender que paso después, sentía placer y dolor al mismo tiempo, debilidad y armonía, solo supo que tras un buen rato atrapado ella lo ayudó a levantar, se acercó a su oído con una sonrisa ensangrentada y le dijo.
– Me lo he pasado muy bien esta noche contigo, por favor, vuelve cuando estés otra vez lleno.
Le encantaba el sonido que producía el golpeteo de sus dedos sobre aquel teclado viejo de su antiguo IBM, todo lo demás era de última generación, un ordenador creado a partir de piezas que iba adquiriendo en lugares de ofertas en la red. Él era solo un aficionado, pero con el tiempo había logrado tener suficiente conocimiento técnico como para encargarse de la construcción y reparación de sus equipos.
– Si escribes cosas tan bonitas, ¿quién no se va a enamorar de ti?
Su pasión era su jardín, desde allí, en un solitario escritorio con un pequeño portátil, ella mantenía su pasión más oculta, se escribía con desconocidos, se enamoraba de ellos y mantenía relaciones secretas bajo la fresca y oculta sombra de sus árboles frutales de espesa copa.
– Que te voy a decir, si eres la flor más bonita de tu jardín. Qué seguro que es precioso.
Su estado físico era relativamente proporcional a la habilidad de él con el uso de software de retoque fotográfico, habiendo conseguido con el gimnasio digital un cuerpo escultural que exhibía sin pudor en redes, consiguiendo ciento diez kilos de admiración desde su preciado sillón ergonómico.
– Si tan solo pudiera rozar tus labios, necesito una caricia, la necesito, de veras.
En las redes descubrió un ente inteligente que lograba que la radical presión de la moda estuviera siempre en regla sobre ella, su cuerpo estaba impecablemente dotado, con perfección milimétrica, lástima que el espejo de su habitación tenía secuestrada una imagen muy distinta.
– ¿Y por qué no abandonamos de una vez estas cadenas de textos y nos vemos de verdad?
Él suspiró al terminar la frase.
– Sabes que no podemos vernos, lo que funciona aquí no funciona en otro sitio.
Ella notó otra grieta en su corazón lleno de cicatrices, aquellas que había ayudado a construir.
– Quizás no necesitamos precisamente vernos, ¿te sería suficiente con poder tocarnos?
Una luz de esperanza abrió un camino extraño.
– Si
– Vale, yo te explico como podemos hacerlo.
Desde ese día, una vez al mes, a la misma hora, ellos quedan en un local especializado en citas a oscuras. Recorren doscientos cincuenta y seis kilómetros para poderse amar entre sombras junto con los demás asistentes de la sala, para volver al día siguiente a escribirse en la distancia y en el preciado anonimato de sus existencias.
En el transcurso de la vida he ido fabricando una coraza, una armadura, que si bien es traslúcida como las ventanas cuando se empañan, es posible que, en los conjuros impresos para darle la resistencia del caparazón de una tortuga y la flexibilidad de los préstamos de bienes de consumo, encuentres más de mí que en una conversación directa, desnudos, en la cama.
Porque para componer la oración y darle magia en su cometido, tiene que brillar húmeda mi mirada antes de forjar la runa que quedará marcada. Trabajadas con martillo de risas de colibrí y de bellos erizos erizados, clavando púas en el verbo y el predicado y así construir ese yelmo de esperanzas soñadas que permita que verdades rocosas se transformen en mentiras aladas fluyendo lejos en cascadas.
Es habitual hoy en día encontrarse en la calle ranitas de San Antonio. Debido a las peculiaridades del cambio climático, nos encontramos con un fenómeno atmosférico que hace que esto sea posible; La lluvia de ranas, algo muy común a principios de verano.
Nuestros científicos no han llegado todavía a encontrar una razón lógica para esta peculiar lluvia de batracios, pero existen muchas especulaciones al respecto. La más plausible nos cuenta que el nivel de evaporación en zonas de la América tropical donde está ocurriendo un proceso de desertización termina arrastrando los renacuajos de estos simpáticos anfibios y transportándolos por los recientes vientos huracanados hasta ser descargados en ciertos países de Europa como España, Finlandia o Noruega.
Si se encuentran uno de estos lindos animalitos por su camino deben saber, que aunque es un ser totalmente inofensivo, tenemos indicios de que son portadores de los gérmenes patógenos relacionados con la actual pandemia de Gripe Z, así que conviene evitarlos.
Si de todas formas ha tenido contacto con ellas, debe acudir con carácter urgente a uno de los centros de descontaminación más próximos, donde se le evaluará y aplicará el remedio pertinente, pudiendo incluso ser necesario su aislamiento por cuarentena preventiva.
Comunicado oficial XXIII/63
Es habitual en estos días la invasión de puercoespines en zonas urbanas…
Me quedé aislado, con el valor que reuní partido en diminutos copos de nieve, que se derretía entre el calor de mis manos, sin poder retener poco más que restos del miedo al rechazo y la confusión del yo no valgo.
¿Qué quería? ¿Una declaración de intenciones? ¿Que le prometiese un amor que todavía era frágil si acaso existía?
Pensé en mencionar sus labios, que si nombraba su delicada piel de porcelana, el azul del mar que tan bien le sentaba al verde de su mirada me daría licencia para probar el dulce sabor de su boca. Pensé en la expresión de su cara, mirándome, esperando quien sabe qué serie de palabras encadenadas al descanso de su rostro, al ardor de sus pupilas. Esperaba una conjugación de verbos en un pretérito perfecto que ablandarse sus adjetivos para que este sujeto pasara al predicado.
Sin dejar pasar más de un pestañeo, sin tiempo a que la valentía recuperara el terreno perdido o se desintegrara en el olvido y me quedase sin poder querer. Antes de que mi mente preguntara ¿tú no?, o ¿Por qué no?, o ¿por qué tú no quieres?, y me dejaras pensar que acaricio tus labios, sin tocarlos, soñándolos desnudos y lejanos, en otras bocas quizás, siempre cerrados. Sin dudarlo más le dije;
– Voy a besarte, porque si no lo hago caeré en el infierno, será tan fuerte la llama que quedaré en cenizas, que esparcirá el viento, lejos. Y en ese momento, después del tormento, ya no habrá nada, tan solo mi lamento distante perdiéndose entre la bruma de este frío que no se aplaca.
Comencé a temblar, ella me abrazó y me tapó con el calor de su deseo.
– Si, hola, lo trae la grúa, se lo están descargando.
– Vale, ¿Y qué le ocurre? ¿Qué síntomas tiene?
– Verás, estaba conduciendo con este calor cuando en el cuadro empezó a indicar una subida de la temperatura en el refrigerante. Como estaba en un lugar donde no podía detenerme, seguí circulando. ¿Y sabe lo que paso?
– Que prendió fuego el motor.
– Algo así, empezó a echar humo blanco. Arrimé mi utilitario como pude y abrí el capó. Y no se lo podrá creer…
– Expulsaba un chorro de vapor.
– Sí, por el radiador, expulsaba una columna enorme de vapor. Lo mejor viene ahora.
– Sorpréndame.
– Entre los efluvios empezó a distinguirse una figura inmaculada.
– Eso sí que es nuevo. ¿Extraterrestres?
– Que no, infiel, era Nuestra Señora de los Remedios, con su manto blanco y su aureola dorada. Por supuesto, en cuanto la vi me arrodillé y comencé a recitar “ave María llena eres de gracia”
– ¿Le contestó?
– Déjeme terminar, oiga. Los demás conductores empezaron a bajar de sus autos y al ver a La Virgen empezaron a postrarse también, en señal de respeto, está claro. En un momento nos reunimos allí unas seiscientos veintitrés personas, todas con un salmo en los labios, adorando a Nuestra Señora.
– ¿La guardia civil de tráfico se unió al rezo colectivo o empezó a desalojar a mamporros, como hacían en su tiempo los romanos?
– Muy gracioso. De pronto La virgen María empezó a hablar. Nos preguntó si éramos fieles, nos contó que iban a pasar cosas terribles, que recemos mucho y que hagamos una capilla en su honor en ese mismo lugar.
– ¿Y no le explico por qué salió del radiador de su vehículo?
– Me dijo que en este coche habitaba el maligno, y con fuego del infierno provocó que el motor se calentara. Que diera testimonio de lo acontecido, incluyendo al concesionario oficial de la marca.
– Por mi parte me parece muy interesante la parábola, aunque para este tipo de garantía con intervención divina habrá de remitirse al Vaticano. Respecto a la reparación le pasaremos presupuesto. Para el exorcismo, consulte al sacerdote más cercano. Firme aquí.
– ¿Qué es esta vez? ¿Aniquilador de flujos lumínicos? ¿Decelerador de cuerpos celestes?
– ¡No, hombre! Donde voy yo con semejantes aberraciones, este es un invento único, inimitable-
– ¿Me va a decir ya para qué sirve este chisme?
– Es el Generador Vital de Materia Antediluviana.
– Bien, ahora me temo que me lo va a explicar.
– Claro que sí, ¿ve usted este sensor de aquí?
– ¡Sí!
– Pues tiene que apuntar a cualquier materia orgánica de origen animal, por ejemplo, ese bolígrafo de plástico que, como usted sabe, es de origen animal. Los datos son procesados por esta unidad de aquí y en la pantalla saldrá si hay algún resto de ADN, como sabemos que el plástico está hecho de petróleo y el petróleo está hecho de dinosaurios macerados a presión. Pues… ¿Ve la pantalla? Encontrado ADN de Iguanodonte.
– Vale, entonces tiene valor científico, ¿no? Para estudiar especies extintas.
– ¡Qué va! Esto no es más que el comienzo. ¿Ve usted esa cajita de aquí?
– Claro.
– Ahí se mete una rana, que curiosamente llevo una en el bolsillo. Este batracio es el catalizador. Al darle al botón. Por ese compartimento de allí sale en plena transformación genética. ¿Ve? Ahí sale. Escuche cómo gruñe.
– ¡Oiga! ¡Ese bicho se está comiendo mis documentos!
– Animalito, ¿no ve que está creciendo?
– Sáqueme eso de aquí. Que está arremetiendo contra el archivador.
– Vamos Fulgencio, que aquí no nos quieren. Eso, Te voy a llamar Fulgencio. Firme la patente y me voy.
Al principio no se lo creía, veía su nombre, Juan Martínez Costa, en la lista de la pantalla, pero no reaccionó hasta que le mandaron la felicitación a su correo electrónico. Había sido uno de los primeros elegidos en el primer trayecto interplanetario hacia Koi 6425, ese planeta que los visitantes llamaban Kouru, que en su lenguaje significaba hogar.
Los visitantes llegaron hace tres años, después de mucho tiempo siguiendo un protocolo de aproximación en fases, se tomaron el primer contacto con calma para que nos acostumbremos a la idea de que compartimos universo con otras civilizaciones. Una vez llegaron se volcaron en nosotros, exhibiendo su tecnología e inspirándonos con su filosofía de vida.
Para que algunos humanos pudiéramos visitar Kouru crearon un sorteo al respecto. Todo aquel que quisiera podía participar, con las mismas oportunidades. Comprando un boleto de lotería cuyos beneficios sería destinado a la infraestructura del cometido y a un precio muy asequible, apto para todos los bolsillos,
Los nervios de Juan estaban a flor de piel mientras subía por la pasarela de la nave interestelar que cariñosamente la habían bautizado OVNI, los pasajeros, para aminorar costes, se habían comprometido a ejercer como tripulantes, según capacitación se les pediría ejercer diversos tipos de tareas. Ahora nuestro protagonista bajaba por la pasarela que conducía a la zona de máquinas, donde había sido asignado.
Juan quedó asombrado al encontrar infinidad de asientos con una serie de pedales giratorios por cada puesto donde cada operario se centraba en el constante pedaleo para generar energía por movimiento, todo bajo la supervisión de unos extraterrestres con caras de pocos amigos y grandes motivadores en forma de vara de descargas.
Mientras tanto en el puente de mandos.
– Te dije que era fácil encontrar mano de obra barata en este planeta.
– Y todavía están contentos, nos vamos a llevar bien con estos humanos.
Andaba deprisa por el estrecho camino, pues era consciente que me perseguían. Sabía qué extraño tipo de criatura era y cómo había conseguido mi rastro, también que tenía que hacer para escapar de ella. Lo que no sabía es cuál era la fuente de mis conocimientos, así que me limite a huir con cierta calma y serenidad.
El Reptilupusforme era una criatura híbrida de desconocida procedencia, en parte lagarto, en parte lobo y con ciertos matices humanos, un feroz cazador que cuando se encaprichaba con una presa no descansaba hasta apresar y devorar a la víctima. Aunque no lo había visto nunca, yo sabía que forma tenía, un perro con escamas y con morro de cocodrilo que podía caminar tanto erguido como galopar como un caballo. Astuto como un zorro y ágil como un felino, y, sin embargo, había algo que me decía que no me tenía que preocupar, que sabría enfrentarme a él.
El camino terminó en una escalera de caracol que subía hacia las nubes, subiendo, en la propia nube atravesada por los peldaños había un bosque tenebroso, dentro del bosque, entre los retorcidos árboles, una ciudad, y entre los edificios me encontré en un callejón sin salida. No hacía falta volverse, sabía que la criatura había llegado, estaba tras de mí con su mirada desafiante, enseñando sus afilados dientes. Estaba en la misma situación que había pasado miles de noches en mis pesadillas.
Fue entonces cuando me di cuenta, estaba en el mundo de los sueños, dormido felizmente en casa. El monstruo me miró sorprendido y le dije;
– Sabes que no me puedes hacer daño, ¿no? Estás en mis sueños.
Como si de un decorado se tratase empezó a venir gente y empezaron a desmontarlo todo, los cubos de basura, las paredes de los edificios, los automóviles que había aparcados, se llevaron hasta el gato que había sentado encima del muro. Detrás de todo ello había una luz espesa, brillante, de muchos colores que lo envolvió todo. Era la esencia del reino onírico.
– Y ahora, ¿qué hacemos? – Dijo el monstruo flotando en el aire, se le había quitado la expresión de ferocidad, ahora parecía hasta simpático.
– ¿Sabes jugar al ajedrez? – Le dije yo, creando un tablero gigante de la esencia de mis sueños.