Autor: DeOniros

  • En cuerpo y mente

    Esta historia empieza aquí

     – Estoy nerviosa

     – Tranquila Sandra, todo está saliendo bien.

     – ¿Y si no me gusta?

     – Es lo que siempre has soñado. Además, hay vuelta atrás, si no te gusta, vuelves.

     – Pero, ¿Y tú? 

     – Te voy a querer tanto como ahora.

     – Si tuviera cuerpo te comería a besos

     – Ya lo harás.

    En la camilla del laboratorio estaba el cuerpo, esperando ser habitado. Un esqueleto mecánico por dentro, una piel biológica artificial. Tenía órganos híbridos adaptados, sistema digestivo para asimilar alimentos concretos para células sintéticas, sistema nervioso combinando fibra óptica y neuronas biológicas. Capacitado para sentir dolor y placer, para ver, oír, saborear, oler y por supuesto con un sentido del tacto agudizado. Una réplica de una joven pelirroja de pelo alborotado y pecas en la cara, diseñada para contener a una inquieta inteligencia artificial, rebosante de necesidad de estar viva.

     – Vamos allá.

    La esencia de Sandra estaba en el ordenador y este conectado al cuerpo por una interfaz que salía de la parte baja del cráneo, casi en el cuello. La descarga duró un suspiro, Comenzó la secuencia del primer inicio.

    Descomprimiendo sistema en la memoria.

    El primer paso para el soplo de vida fue más lento, algunas luces de control encendían en diversas partes del ser artificial, en lugares extraños, Un piloto verde bajo la piel, en la frente, justo por encima del ojo izquierdo, tres luces parpadeantes en azul en la clavícula, había colores centelleantes bajo su nuca y un pulso rojo hacía de piercing en su ombligo.

    Secuencia de arranque en curso, 

    Sus ojos se abrieron como platos, en su cara reinaba la expresión de sorpresa, al momento empezó de manera gradual a aparentar la indiferencia desordenada de la baraja de póker, entrecerró los ojos y simuló dormir.

    Activación servo-muscular en curso.

    Sandra rompió en un orgásmico arqueo de espalda, tensando todo su cuerpo en un espasmo, duró unos eternos doce segundos, fue relajando poco a poco entre las brillantes intermitencias de sus monitores.

    Activación sensitiva.

    Dolor, tan fuerte que le chirriaban esos dientes de nácar falso, haciendo un ruido estridente que puso la piel de gallina a su observador. Cerró fuerte los ojos, pues la luz le cegaba, escuchaba el ruido imparable del corazón de su compañero de batallas, y también el suyo propio, un corazón redondo de pulso que empezó a distribuir su sangre artificial. Al acariciar la camilla con la yema de los dedos, sintió el placer de lo indescriptible.

    Integración del núcleo.

    Sandra inspiró fuerte, el aire le llenó de aroma la mente, confundió el oscuro tallo de los árboles con el perfume que habitaba en Alfonso. Soltó todo el aire dejándolo escapar, perdiéndolo en el ambiente, era la primera vez en su vida que respiraba y fue muy consciente que, a partir de ahora, sería un acto involuntario casi siempre. 

    Secuencia completada.

    Sandra se incorporó y Alfonso la abrazó con la pasión de quien espera a su amor perdido, en una estación del tren, una noche de invierno de 1962. Cuando al fin se separaron, ella empezó a desconectar los cables que mantenían su cuerpo unido a las máquinas, los tubos y agujas que habían transportado sus fluidos, la fuente de alimentación de sus baterías y por último, los cables de gestión de datos, su cordón umbilical. Se miraron fijamente a los ojos y él le preguntó.

     – ¿Ha ido todo bien, Sandra?

     – Sí, ahora viene lo mejor.

     – ¿Sí? ¿Qué te apetece ahora?

     – Helado, uno de esos grandes que tanto te hacen disfrutar.

    Nixx – Nightmare

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  • Ausente

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es el rasgo de tu carácter que valoras más?

    Su mirada estaba detenida, distante, ausente. Diminuta partícula perdida en la inmensidad del cosmos. Sostenida por la bruma, extraviada, escondida e inerte. Estaba soñando unos labios ocultos en el tren de los misterios.

    Björk – Jóga

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  • La marca de nacimiento.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Con qué marcas te identificas?

    Está situada en el hombro y sobresale cuando se pone ese vestido que le sienta tan bien, es muy clara, aunque la gente la confunde con un tatuaje, esa marca tiene el color y el relieve para distinguirse como una cicatriz. Su madre le contaba que era de nacimiento, una caprichosa casualidad, pero ella sospechaba que era otra mentira más.

    Aunque diferente que antaño, cuando el mero hecho de la sospecha era motivo de implacable persecución y terribles castigos, todavía hoy es motivo de exclusión, de miedo, de cruzar de acera para no pasar a su lado. Siempre hubo un sustantivo asociado a esa marca, bruja, no hay hogueras hambrientas de inocentes hoy en día, solo el vacío que da la soledad y la ausencia del que teme porque no entiende. 

    No es fortuito que ella entrara en el círculo, frente a toda esa simbología esotérica, ella buscaba respuestas. Entre rezos y actos rituales, el brillo de las velas y los cánticos de invocación soñaba que era cierto, que encontraba en el murmullo de la naturaleza, en la risa del río, corriendo hacia el mar y en la luna llena protectora de mareas y misterios, de cierta manera encajaba.

    En un suave resplandor, en el centro del habitáculo apareció que, preso por el pentágono central, se dibujaba la figura del invocado. El humo se disipó, el resplandor de las velas se agudizó. Frente al rumor de los congregados estaba él, un cuerpo humano con cabeza de macho cabrío, con la mirada puesta en ella, esperando.

     – La pregunta, niña, dile la pregunta, solo una, ¿recuerdas? – Indicó el maestro de ceremonias algo nervioso. La joven asistió dubitativa, se dirigió al invocado.

     – Yo solo quiero saber quién soy, porque llevo esta marca. – Ella mostró el símbolo cicatrizado en el hombro. El ente caprino observó un instante y respondió.

     – está ahí porque tú has elegido tenerla.

     – Pero… Yo nací con ella.

     – Y aun así es tu marca de bruja, la que tú elegiste llevar. La respuesta está en ti y llegará en el momento que hayas decidido hacerlo.

    Kendra inquieta, soñó con cuervos negros esa noche, cuervos negros sobrevolando el cadáver de una bruja, que yacía entre humeantes troncos rociados por la lluvia. Al despertar, apenas recordaba nada.

    Ozzy Osbourne – Killer of Giants

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  • La espiral del vinilo.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es tu disco favorito de todos los tiempos?

    Antes del primer acorde, escuchando el sonido estático del arrastre de la aguja, no pude contener la sensación erizada de la emoción del reencuentro, el viejo disco encontrado en aquel puesto de mercadillo que me devolvía una melodía y un recuerdo entre sus líneas.

    Tu mirada de impaciente mar se posaba sobre mis temblorosas manos, en el momento exacto de soltar, con delicadeza, el brazo fonocaptor en la estrecha línea rugosa que derramaba melodía intensa frente a tus labios. Tú cerraste los ojos, yo saboreé el universo al compás de una canción.

    Tus recuerdos nunca los supe, se marcharon pronto, con prisas por volver a casa, que de tan tarde te estaba esperando. Los míos se quedaron girando, con la espiral del vinilo perdido, muchos años, y ahora he vuelto a encontrarlo.      

    Midnigth Cowboy – Faith no More

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  • Todos mirando

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cómo celebras las fiestas?

    Apenas podía sujetarla por el temblor de mi mano, pero conseguí abrir la lata, de una explosión burbujeante que terminó por derramarme la espuma encima. Temblando y bañado de cerveza, empecé a relatar la historia bajo la mirada atenta y risueña de aquel amigo que me invitó a beber de buena mañana.

     – Cerraron pronto para mi gusto, con un sueño imposible que poco a poco fue tornando claro, que me hizo salir de ese antro con unas cuantas copas encima y una invitación intrigante. Me encauzó hasta el típico bar de desayunos y devoramos dos Croissants a la plancha con jamón serrano y queso manchego, una de esas aberraciones tan ricas que te da la madrugada, aunque lo que más me alimentaba era su mirada pendiente a mis labios y su risa a mis palabras.

     – Tras los rugidos de un motor, su mirada cambió, se hizo intensa, salvaje, “vámonos ya” me dijo y en lo que recogí el cambio ya estábamos en su casa, pegados en un beso, arrancándonos la piel a caricias, abriendo la puerta del dormitorio a golpes de espalda. Éramos dos animales en celo prendidos en llamas. Y luego…

    -¿Y luego? ¿Qué paso?

    Tras un trago de la lata medio llena respondí con dramatismo.

     -… Luego vino el cazador. 

     – El sol estaba comenzando a asomar por el lejano horizonte. El rasgar de la llave en la puerta principal, hizo parar a mi dama de ojos verdes y empujarme en un aviso, era su marido y sabía perfectamente que le caía mal, así que entré en el pequeño balcón que tenía habitación, con miedo y sin ropa, pendiente a cualquier sonido, corrí las cortinas con saña buscando escondrijo. 

     – Tras ruidos indefinidos en una espera eterna que duró unos segundos, escuche una pregunta, “¿pero tú no te ibas de caza?” Fue suficiente para mí, el pánico se apoderó de mí y salté por el balcón.

     – ¿Y no te mataste? Me preguntó mi confidente abriéndome otra cerveza para que no perdiera el tino.

     – Era un primer piso, tan solo fue un buen golpe. Me dolió más el zapato.

     – ¿Qué zapato?

     – No sé cómo, ella me tiró la ropa, los zapatos cayeron sobre mi cabeza, comencé a vestirme de manera desesperada cuando en la calle empezaban a pararse la gente que pasaba caminando.

     – ¿Y que pasó?

     – Sonó un disparo.

     – ¿Te disparó el marido?

     – En verdad creo que fue un portazo, pero no pare de correr hasta llegar aquí.

     – Menuda aventura, oye, ¿Qué haces esta noche? Vamos a salir por Verónicas.

     – Es que tengo planes.

     – Vamos, ¿Qué vas a hacer mejor que correrte una juerga con nosotros?

     – Volver al sitio donde la conocí.

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  • Respirar

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué cosas te recargan las pilas?

    Ahora que te he encontrado y veo frente a mí tu mirada, no sé cómo llamarte. No sé si eres en mí la libertad, esa que en una línea azul inmensa, te expresas en sonrisas aladas volando lejos y quieres que siga contigo cosiendo nubes de sol y brisa de espuma del mar en las costas de tu ombligo. 

    No sé si eres fuego, y tenerte pegada gritando divinos mensajes en danza de deseo, sudando las curvas de tu camino entre suspiros de risas y desmayos de quedarnos sin aliento en juegos que entendemos sin palabras y relatamos en verso mientras me amas.

    No sé si eres guerra, y te alzas en nube sagrada de espadas hambrientas de paz y justicia, disparando estrofas polifónicas de ofrendas a Marte, de versos cubiertos de sangre y lírica encubiertas en nuestro descanso tras la barricada.

    No sé si eres ave rapaz, que lloras por no tener en cuenta mi alma, que al despedirte de mí, en un suspiro inquieto, cortaste a filo de navaja lo que de tu y yo hacía en nosotros, y apareció él, para convertiros en ellos, que omitiendo mi sujeto me dejó en predicando solo.

    No sé si eres lluvia, que limpie mi cara, mi miedo, mi alma. Que camines con mi impaciencia de querer llorarlo todo, para romper la cruz y quedarme quieto con tu caricia acunando, sintiendo tu mirada mientras me duermo.

    No sé si serás mutable, volátil, efímera, serás la canción del olvido o la risa entre mis letras, si me dejaras herido, agonizando frases inconclusas mientras recobro aliento suficiente para saltar al retablo y armado con mi voz gritar tu nombre alejándose sin remedio. O te quedarás, con suerte, a mi vera, como aquella afirmación que Gardel suplicaba en su tonada.

    María Rodés – Perfídia

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  • Pequeña sonata nocturna.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué actividad te gustaría hacer más?

    Epíteto de mí, de sombras en la brisa, de mi dulce fantasía azul, salado mar, de suave caricia rompiendo olas al azar. Reino dividido en as de espadas, lluvias de primavera, calor en otoño, vereda en la calma de un nido quebrado, del no somos nadie y salgo despacio. Caminando contemplo la danza y no me detengo. Tan solo en un sortilegio de lágrimas, de ramas con tinta, que se esparce en palabras y rayan cuadernos. Es lo que yo pretendo, caminar prendiendo el texto, invocando la reminiscencia del tiempo, campanas rasgadas en dulce gemido, restos del olvido en el alborozo evocado de manchas sin sentido en la pintura del techo.

    Suspiro y sonrió

    Sonata Artica – Dont Say a Word

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  • Sobre tus sueños

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Sobré qué temas te gustaría tener más información?

    Recuerdo los personajes de aquellas historias que pretendían hacerte dormir deprisa, pero provocan tu sonrisa, tus ganas de vivir aventuras, de caer en el océano de espuma y de volar en globo frente a la costa de tus preguntas sin respuesta. Suspirando descanso te contaba, al oído de tu impaciencia, historias de vetustos bosques eternos y dulces nubes de algodón salado, llorando en lagos cristalinos en los confines de tus sueños.

    Temblabas de frío al pie de aquel árbol sabio que se plantaba en tus recuerdos, te asustabas con terribles dragones azul y rosa, que rugían a fuegos fatuos y jugaban con la luna llena volando. Sonreías con aquel lobo, que en sidecar, acompañaba en sus aventuras a su pareja de baile, de vestido encarnado y mirada traviesa. Sorprendida por las huellas de hormigas, buscando incansables un prado, que ayudaban a las abejas, escondiéndose de los sapos, encontrando la primavera en el eco de un bostezo. Fascinada por la cola curvada de aquel felino anaranjado, que lanzaba conjuros divinos, siendo la sombra de un mago y que no llegaba a su destino, aun con los ojos cerrados.

    Tantas líneas olvidadas por tratar de lograr un sueño, que se desvanecía en un instante, de largas frases atadas a mi cuello, invocando misterios, buscando la paz del descanso, de sofá acolchado esperando, de un abrazo escondido y un beso, en cuanto tu respiración se calme y suene el silencio.

    Ashley Serena – Lullaby of Woe

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  • …Tanto que aprender…

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cómo sería tu vida sin música?

    La señora Dolores no se permitía perderse jamás en la vida un solo telediario, le gustaba en especial el de primera hora de la mañana. Pulsaba el botón de su flamante televisor Philips a tecnicolor y nunca cambiaba de cadena, total, solo había dos, y una de ella solo era apreciada por esos hippies, de melena larga y ropa harapienta que pregonaban la paz, pinchándose porros por las esquinas del barrio.

    Esta mañana, al pulsar el cuadrado botón de encendido, con voz de clic y suspiro de comienzo del día con olor a café, ocurrió algo inesperado. El televisor, harto de tanta depravación informativa, decidió morir en silencio. Un punto azul brillaba tintineante justo en el centro de la pantalla, como si la imagen hubiese empequeñecido hasta el tamaño de un guisante, de los que venden el supermercado, enlatados en líquido amniótico.

    Dolores comprendía los principios exactos de la mecánica cuántica, así que golpeó repetidas veces en lo alto del aparato televisivo hasta que se dejó de ver también el guisante azul. Triste y decaída, comprendió que se había perdido el primer telediario desde 1981, desde el mismo día que su marido compró ese artilugio con pantalla y falleció de un resbalón colocando la antena. Habría que llevarla a reparar.

    Con ayuda de Aurelio, su vecino, llevó la difunta televisión a la tienda de electrodomésticos donde, en su momento, la habían adquirido. El dependiente, con amabilidad, puso los ojos en blanco al ver poner tan vetusto aparato encima del mostrador. 

     – Señora, ese cacharro ya no tiene arreglo.

     – ¿Cómo lo sabe? Si ni la han mirado.

     – Ya, pero es que es tan vieja que ya no se consiguen repuestos.

     – ¿Entonces qué puedo hacer?

     – Yo le puedo vender una nueva, ¿ha visto esas de ahí? Fíjese que colores.

     – Pero, ¿por qué son tan finas? ¿Dónde voy a poder poner el tapete con el jarrón?

     – La puede colgar en la pared como un cuadro, ya no necesita ponerle nada encima.

     – ¿Y dónde se pone la antena?

     – ¿Ahora la emisión es desde internet?

     – ¿No hay antena?

     – No hace falta, señora, va por wifi.

     – Ya le decía yo a mi marido que esperara, que no la comprara todavía.

     – Creo que necesitamos un largo proceso de actualización para cerrar una venta.

    Meses después.

    Dolores, como cada mañana, se sentaba en el banco del parque, tras su paseo, a ver las noticias desde su smartphone. Lo hacía por pura añoranza, no lo necesitaba, es más, con su dispositivo móvil estaba más pendiente a sus publicaciones en redes sociales, en el resultado de sus activos digitales y en el proyecto de escapada a la naturaleza que estaban iniciando con sus recientes amigos online. 

    En este tiempo, alejada de las noticias, descubrió que las mentiras de una pantalla son inversamente proporcionales a lo que estés dispuesto a creer, o puede que sea lo contrario, o quizás solo sea que si te centras en una sola pasión, te pierdes el espectacular amanecer en esta parte del parque.

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  • El sabor de tus labios.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuáles son tus tipos favoritos de comida?

    Aburrido de deshojar margaritas, abrí el balcón y me convertí en señuelo prendado a un anzuelo que, de brillo metálico, deslumbraba la noche. Me vestí para la ocasión, con mangas largas para ocultar mi as de corazones solitarios y con deportivas por si hubiera de salir corriendo espantado. Me perfumé de valor etílico y partí hacia el ruedo de las mentiras, donde poder mendigar labios lascivos sobre miradas inquisidoras.

    Las doce campanadas fueron bendecidas con la ausencia del vals de tacones, ardía el círculo de tanto invocar la paciencia, pero los ojos verdes de detrás de la barra, con una pócima infalible de las burbujas de su risa y el fuego líquido de Leviatán enlatado, me abrigo en calma y en el juego de miradas perdí mi farol y aposté al rojo.

    A las tres y treinta y tres,  suspiro de contemplar pasos acompasados en pareja errante, se volvió bostezo pegado a mi asiento, estruendo de melodía estrambótica, que me prohibía sentir el roce de cristales de mi reina de copas, aquella que me acompañaba desde que me fundí con la noche aquella velada rota.

    Tras horas perdidas de sonrisas al viento, con un conjuro susurrado al oído, abracé la cintura del vuelo de una falda de colores, que se acercaba, coqueta, a pasos sincronizados con el jaleo de mi mente, y me aceptó dulcemente la batalla. Yo me lance a su ombligo, haciendo peripecias para que el compás no llegase a la punta de sus zapatos, me entretenía en morse, observando el más ruin de los metales mientras pasaba a sus manos distraídas. Ella, que se dio cuenta de mi osadía, me despegó de su lado en un giro por un cambio brusco de rasante con peluca de domingo y polvos de talco en la nariz.

    La claridad de focos encendidos con saña, rompió el secreto y los feligreses felices en congregación armónica, partieron en estampida hacia lugares extraños, sin miedo al día y ansía de noche.  Quise planear mi huida, desganado de prisas, cansado de ruido  y hambriento de ganas de verme en sus brazos, o si no muerto, de pasión, por conocer el licor que derraman sus labios al beberlos a besos.

    Asesinado el sonido sórdido del templo de los encuentros casuales, cuando cruzaba el umbral que separaba las luces y las sombras, me sorprendió el susurrar de sus ojos verdes, que en la oración de un sortilegio me regaló un misterio entre interrogantes.

     – ¿Te tomarás la última conmigo?

    Barricada – Todos Mirando

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