
En esa ocasión, la tinta de su bolígrafo se quedó muda. No soportó verse sola de nuevo, con sus fantasmas danzando alrededor y su melancólica mirada rompiendo el horizonte con un sollozo triste de ¿Y ahora qué?
Así que tragó fuerte, de la misma manera que se traga la vergüenza con ron barato, con ardor en la garganta y somnolencia en los sentidos, y se dispuso a seguir caminando, pausando la marcha a ratos, para distraer la cojera de sus heridas.
Atrás quedaron otros, con sus miradas cómplices y sus caricias bajo las sábanas, que eran blancas aquel día y quedaron manchadas.
Vetusta Morla – Saharabbey Road
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.