
—Tranquilo, no dolerá.
Ya no era solo el nerviosismo de pensar que podría tener algo grave; era la incomodidad de someterse a las pruebas necesarias. Antonio respiró hondo, pensó en su familia y accedió a entrar en la sala. Se desnudó completamente, se puso el ridículo delantal verde que no le cubría nada y el gorrito plastificado para recoger el pelo, y esperó.
Al poco tiempo entró una señora robusta. Le asustó un poco, pero ella lo tranquilizó enseguida.
—¿Está usted preparado?
—No mucho, pero… en fin.
—Tranquilo. Es un poco incómodo, pero no suele doler nada. Le pondremos un sedante. El proceso es algo complejo: introduciremos una sonda por el ano y, mediante una cámara, podremos ir viendo. Contamos con el colonoscopio más avanzado de la zona.
—Ya… qué bien —dijo Antonio, sin mucha convicción.
—Eso también lo hace más fino y cómodo.
Lo llevaron a una camilla y le pusieron una vía en la mano. Por ahí fluyó el sedante, que le indujo a una especie de duermevela. Después lo trasladaron al cuarto donde le harían la exploración.
—Señor Gómez, yo soy Fermín Spector. Seré quien le realice esta prueba. Relájese. No le va a doler nada.
Antonio estaba demasiado atontado para contestar. Movió ligeramente la cabeza. Eso bastó. Comenzaron con la introducción del aparato. Y era verdad: no dolía. Aunque embotado, permanecía atento a la conversación del personal sanitario.
—Avanzamos sin dificultad.
—¿Cómo lo ve, doctor?
—Limpio. Mucosa rosada. Textura correcta. Nada reseñable.
—¿Ni pólipos?
—Negativo. Esto está mejor que muchos intestinos jóvenes.
—Seguimos.
El sonido era extraño, pero la conversación resultaba calmada.
—Aquí también todo normal. Pliegues bien definidos. Irrigación perfecta.
—Da gusto cuando el cuerpo coopera.
—Sí… no siempre ocurre.
Hubo un breve silencio.
—Espere.
—¿Qué pasa?
—No es patológico. No exactamente.
—¿Entonces?
—Hay algo… distinto.
A duras penas alcanzaba a ver la pantalla con la que trabajaban. Un leve zumbido desplazó la imagen. Lo poco que distinguió lo sorprendió.
—Ahí está, pare.
—¿Qué es lo que…? Oh, Dios mío.
Intentó mover la cabeza. En la pantalla se veían luces. Luces de colores. Se movían. No estaban quietas.
—Déle zoom, por favor.
—¿Pero qué diablos es esto?
—No lo sé. Intente ampliar más.
Antonio empezó a ponerse nervioso. Trató de girarse, pero alguien lo sujetó con firmeza.
—Estése quieto, por favor. Ya estamos terminando.
—¿Pero qué pasa?
—Nada malo. Solo… extraño. Vamos a darle un poco más de sedación, ¿de acuerdo?
Antonio despertó en una camilla distinta. Más grande. Más cómoda. Frente a él estaba el médico que había realizado la prueba.
—Bien, señor Gómez, ya sabemos qué es lo que le aflige.
—¿Es grave?
—No lo sabemos con exactitud, pero grave no lo creo. No es cáncer, no se preocupe.
—Entonces… ¿qué eran esas cosas raras que se veían en el monitor?
—Usted sabe que tenemos una serie de organismos vivos en el intestino, ¿verdad?
—Sí, conozco algo sobre ese tema.
—Y sabe que, a veces, se descontrolan.
—¿Algo así como la candidiasis?
—En su caso es un poco más.
—¿A qué se refiere?
—En su caso han evolucionado hasta comenzar una civilización inteligente.
Queens of the Stone Age – I Appear Missing
Antonio pensó que, al final, no estaba tan solo como creía.

Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.