Cuarto menguante (Segunda fase de «Fases de una luna herida»)

Abrí los ojos, y era de día. Sentía dolor. Un dolor que no era del cuerpo, sino del alma. Pero caminé. Constante, desesperado. Llegué a una carretera… y mi mente se apagó

Abrí los ojos, y era de día. Sentía dolor. Un dolor que no era del cuerpo, sino del alma. Pero caminé. Constante, desesperado. Llegué a una carretera… y mi mente se apagó.

Volví a abrir los ojos.
Una sinfonía de pasos, voces, el pitido de un monitor.
Olor a desinfectante.
Aunque mi mente me arrastraba lejos —como un animal extraño, agazapado en los matorrales, esperando su hora—.

Escuché fragmentos de voces:
“…Dios mío, ¿qué le ha pasado?… pobre chico…”
“…Tiene el hombro destrozado…”
“…Debió de ser un oso…”

En mis sueños de fiebre intensa me desvanecía en la penumbra.
Me convertía en humo.
Me arrastraba por las paredes, manchando de sombra los muros, arañando cristales, resquebrajando el techo.
Agrietando con mis manos la piel de los enfermos.

Hasta que desperté de pronto.

—Buenos días, caballero.
—¿Dónde estoy?
—Está usted en la Clínica Monteverde. Soy Susana, la enfermera de guardia. Ha estado cinco días en coma. Pero ahora está fuera de peligro.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué me ha pasado?
—Lo encontraron unos turistas, cerca de la carretera comarcal de Monteverde. Por suerte, a tiempo. Había perdido mucha sangre.
—No… no recuerdo mucho. No sé qué pasó.
—Tranquilo. Parece ser que lo atacó algún animal. Probablemente un oso. Estuvo muy grave, pero sus heridas están cicatrizando de una manera sorprendente. Le pondré un sedante, y por la mañana hablará con el médico.

Mis ojos se cerraron de nuevo.
Un rumor se adentró en mis sueños.
Un rugido siniestro.
Una respiración entrecortada.

Y me vi huyendo, desnudo, entre los árboles.
Corriendo por el bosque.
Aunque esta vez, huía del monstruo en el que me había convertido.

Daughter – Medicine

Completa el ciclo de la luna


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