
Al recorrer el sendero de la vida, fui recolectando momentos maravillosos, instantes de ensueño que me animaban a seguir un camino inmenso, de emociones profundas apresadas en memorias escritas y alegrías carentes, en apariencia, de estigmas. Con cada paso, granos de arena de tiempo pasado, que se depositaban en mis bolsillos. Pequeños baches de adoquines quebrados, tristes de pisotones insolentes de transeúntes sin piedad, que se incrustan en mis botas a cada paso.
Con el recuerdo de caricias descuidadas de hábito, sonrisas necias de latido lento, que cicatrizan corazones zurcidos con el roce del sereno, canciones de la marcha fúnebre a coro de guirnaldas célibes que, festejando el trato del tiempo, conformándose en el despojo de un sentimiento. Y la suma se convierte en peso, que me hunde en el barro, me arrastra en alegóricos pasos de rastro olvidado.
Probaré, soltando una lágrima por cada lamento a dar, impulsarme despacio en el negocio de amar, inventar verbos errantes de ritmo, que signifiquen instantes de rezos al mar. Y que las olas me impulsen lejos, me hablen del silencio y me hagan flotar, muy lejos. Ojalá que los nudos se deshagan en llanto y dejen la brisa guiando mis manos, que a tientas, las caricias, lisonjeras de tu piel, remiendan la senda del acervo ajeno.
Portishead – Wandering Star
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.