
El reflejo de los rayos del sol se quebró en siete colores en el preciso instante que la lluvia perdió intensidad, de los charcos grises aparecieron verdes ramas y de ellas flores azules, moradas y rojas que, con la intención de volar, se mecían con el frío viento, haciendo reverencia a la primavera en un esperado deseo de la llegada del calor.
La muerte del sol no fue en vano, la agonía de sus brazos desapareciendo en el horizonte logró pétalos abiertos, el aroma de noche en el resplandor de una nueva forma de luz creciente, redondeando el firmamento, con imprenta de estrellas tintineando en la melodía de la vida.
De la sombra creada por los árboles apareció volando, rebosando de colores salvajes, desafiando al viento con su baile sin rima, con tirabuzones emplumados de la fiesta del cortejo. Criaturas aullaban a lo lejos, orquestando el vals de la sangre, quebrantada en guadaña para un póstumo despunte de la existencia, quebrada en colores bajo un nuevo nacimiento solar.
Sususmu Yokota – Traveler in the Wonderland
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.