
Evaristus suspiraba apoyado sobre el cuello de su montura, con la mirada fija en el horizonte y su mente en aventuras imaginarias más allá de estas tierras que pisaba. Espacios abiertos a batallas de espada y escudo, repletos de criaturas fantásticas, guardianas del presidio de bellas doncellas, que no dudarían en agradecer fervorosamente sus puestas en libertad, todas ellas y a la vez.
– Señorito, si a las enseñanzas no anda atento, su padre se va a enojar.
– De qué me sirve saber de diezmos e impuestos si yo lo que ansío es luchar.
– El Conde se va a cabrear.
– Siento que no esté contento, pero lo mío es pelear.
– No lo conoce enfadado.
– Yo no lo quiero a mi lado y me voy a escapar.
– Señorito, vuelva, se lo ruego.
– Lo siento, ya me he ido.
Raudo, con su corcel derrapando por las laderas del camino, nuestro joven caballero escapó de la rutina. Galopó toda la mañana y parte de la tarde, y su corcel decidió aminorar el ritmo pese al constante azuzar de su jinete. Empezaba a caer el sol cuando el caballo paró. Nuestro protagonista le gritó enojado y su montura, con expresión de ofensa, le propinó un mordisco en la nariz.
– Bestia inmunda, jamelgo desconsiderado, como osas mancillarme la tez.
– Hijijiji – Contestó el corcel, mientras se fugaba aliviado.
– Eso vete de una vez, total, me las arreglo bien si él.
Por suerte para el caballero, tras no mucho caminar, encontró en el camino un sitio para descansar. Hambriento y cansado, Evaristus entró en lo que parecía ser una posada. Todas las mesas estaban ocupadas por gente que reían y brindaban, por lo que optó por asomarse a la barra, una corpulenta camarera con un corto vestido oriental, muy transparente para.
– Buenas tardes, joven dama, ¿este es buen sitio para yantar y dormir?
– Nuestra carne es buena, nuestro vino un elixir, pero aunque tengamos cama, no es descanso lo que se busca por aquí.
– Yo busco cama y cordero.
– Siempre que tengas dinero.
– Solo llevo una moneda, salí corriendo y no llevo más.
– O bien te enseño una teta o como mucho comer acelgas.
– Entonces para dormir nada.
– En el granero tienes paja.
– este no es un sitio decente.
– ¿Y ahora te das cuenta? ¡Qué impertinente!
Nuestro joven héroe, cabizbajo y con cara de pesar, se dirigió a la puerta dispuesto a dormir en la intemperie, cuando entró un señor bien acicalado que reconoció en el acto.
– ¿Padre? ¿Qué hacéis en este burdel?
– ¿Evaristus? ¿Tú no te escapaste ayer?
– Venga hijo, vete a casa. No ves que te echamos de menos.
– Después de tanta travesía, ni de coña me vuelvo.
– Pero si estás aquí al lado.
– Llevo todo el día galopando.
– Al castillo llegamos paseando.
– Pero ¿Y todo lo que he cabalgado?
– En círculo habrá sido.
– Pues estoy jodido.
– Más bien perdido. Sigues recto, la primera a la izquierda, y ahí tienes el castillo. Si vas de prisa, tardarás unos diez minutos. ¡So pardillo! Te acompañaría, pero aquí me retiene un asuntillo.
Hawkwind – Assault & Battery
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.