
Le pesaban los párpados, las sabanas ardían en la penumbra, la oscuridad era el tramo de tiempo en el que la luna traía dentadas sonrisas alrededor de su cama. Así que, temblando su lóbrego calor, esperaba el rescate de la madrugada.
En un suspiro de calma, antes de imaginar criaturas feroces con ansias de sangre y carne, su oído le llevó a un sollozo que le guio hasta la siniestra guarida del armario. De puntillas, envuelto en sábanas, cruzó en sigilo el abismo que separaba la cama y la temible entrada del ropero graznó al abrir. Salió un cuervo volando lento y en un lamento se arrojó por la ventana. El niño respiró profundo y se aventuró a entrar, tragándoselo la oscuridad sin compasión.
Encendió una lámpara incandescente que ejercía de luna nueva, pasando a creciente. Entre los árboles formados por ropa amontonada, en un zapato gastado por el desuso, encontró al monstruo sentado, infeliz, llorando. De su mirada brillante salían brillantes lágrimas, como chispas de cables rotos pasados por agua. “Pobre ser malévolo, comido por la pena”, pensó el niño al verlo entristecer.
– ¿Qué te pasa, horrorosa criatura?
– Que no asusto a nadie.
– No con ese llanto, pero a mí me tienes aterrado todos los días, tanto que ni duermo.
– ¿De verdad?
– Horrorizado estaba.
– ¿Ya no?
– No, ahora ya te conozco.
El niño, tras hacerse amigo de su pesadilla, empezó a amar la noche. Ella, convertida en sueño, le dejó dormir y se quedó con él.
Eyes Of The Nightmare Jungle – Shadow Dance
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.