Sombra

Sugerencia de escritura del día
¿Cuál es la decisión más difícil que has tenido que tomar? ¿Por qué?

Aquella noche te vi marchar, con las maletas llenas de momentos felices y un libro en blanco titulado futuro. Supe que además te llevabas algo de mí, que estaría siempre ayudando a que tu corazón latiera con musicalidad rimada y a que en las noches de soledad te sintieras acompañada.

Lo que no esperaba es que, a la mañana siguiente, al pasear mi desdicha por la soledad de mi destino, me encontré a tu sombra tras de mí. El sol del verano, que alegremente calentaba sin compasión, y como es su obligación, proyectaba mi oscura silueta. Solo que ahí, de la mano, también estaba la tuya. Mire alrededor buscando un efecto lógico, un cuerpo creando una ilusión, o quizás que habías vuelto y yo sin darme cuenta. Pero no había nada que pudiera engañar la física exacta de mi eclipse sobre el suelo, salvo igual la cordura de mi sombra, que por no tenerte a mi lado, se había inventado el contorno de tu caricia para no verse tan sola como yo lo estaba.

Al principio ignoré la situación, miré hacia el horizonte y empecé a caminar rápido, para perseguir la melodía del porvenir, que por volver temía quedarme preso de la piel de tu recuerdo. Esa noche, a la luz de la luna más llena, los vi besarse. Tu sombra y la mía se amaban a espaldas de mi soledad, se abrazaban al reflejo de las farolas y se prometían secretos frente a mi desdicha, al pasar por el neón de aquella parte de la ciudad donde, queriendo la compañía de una estrella fugaz, termine buscando oscuridad para no verte ni en reflejos.

Supuse que ni te habías dado cuenta, que no la echabas de menos, o que de tan libre que quisiste verte, daba igual que la mácula de tu figura, ande fingiendo pertenecer  a otro, o que la oscuridad de tus sentimientos, no te permitía crear el perfil de tu esencia, entonando las paredes de tu camino. Y comencé a buscarte para devolverte el sombrío espectro en que se habían convertido mis pasos.

Llorabas desconsolada, sentada en el tercer escalón de las escaleras que conducían a tu autonomía, y sin que te dieras cuenta, me senté a tu lado. El brillo de tu mirada, que entre lágrimas, amanecía, dio refugio a la sombra perdida, que a tu postura dio forma, y a mis labios vida.

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Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.