
El ejército estaba preparado, desplegados los soldados por todo el terreno, no podían imaginar una batalla más corta, abundantes en número, contaban con seis escuadrones subiendo la colina a esperas de las órdenes del mando. Tras ellos, todo un batallón esperando en retaguardia. Sería una cruenta masacre si no terminaban por rendirse, haría falta un milagro para que cambiasen las tornas.
En la cima de la colina, expuesto al escuadrón más próximo, se le vio llegar, viejo como la montaña, arrastrando cansado sus pies a su paso, pero con la mirada feroz del depredador hambriento tras descubrir a su presa.
– Ríndete, viejo. – Gritaron desde las trincheras. – Salva las vidas de tus discípulos.
– ¡El Señor, mi Dios, me protegerá!
– ¡Esta es vuestra última oportunidad, viejo!
– Dios misericordioso, imploro que caiga tu poder, que protejas tu pueblo elegido. Por tu gracia esperamos tu luz entre las sombras de nuestros enemigos.
– ¡Comiencen el ataque!
Los soldados aumentaron la velocidad, corrían hacia la cima con la esperanza de poder reducir a los invasores, sin muchas bajas, de ambos bandos. Los más veteranos sabían que no había que dar por sentada una victoria antes de una batalla.
El cielo se iluminó amarillo intenso, la luz del sol se volvió violenta y se disparó en haces a los soldados más próximos a la cima. Quedando carbonizados en el acto. El rayo de luz invadió las trincheras, despojando de vida a los allí escondidos y se desplazó por la ladera, sembrando la muerte a su paso, hasta llegar al resto del regimiento. Había empezado a huir.
Aterrados estaban los pocos supervivientes que quedaban por tanta devastación, cuando una voz profunda y siniestra se escuchó desde más allá del horizonte.
– ¡Manolito hijo, vamos, que nos tenemos que ir!
– ¡Jo Mamá! Que se van a cargar a mi ejército.
– Manolito, niño, deja de quemar hormigas con la lupa. ¡Coño! Que pareces un psicópata.
– Espera que ya está casi.
– Cómo se lo diga a tu padre…
Metallica – Creeping Death
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.