
Ahora que te he encontrado y veo frente a mí tu mirada, no sé cómo llamarte. No sé si eres en mí la libertad, esa que en una línea azul inmensa, te expresas en sonrisas aladas volando lejos y quieres que siga contigo cosiendo nubes de sol y brisa de espuma del mar en las costas de tu ombligo.
No sé si eres fuego, y tenerte pegada gritando divinos mensajes en danza de deseo, sudando las curvas de tu camino entre suspiros de risas y desmayos de quedarnos sin aliento en juegos que entendemos sin palabras y relatamos en verso mientras me amas.
No sé si eres guerra, y te alzas en nube sagrada de espadas hambrientas de paz y justicia, disparando estrofas polifónicas de ofrendas a Marte, de versos cubiertos de sangre y lírica encubiertas en nuestro descanso tras la barricada.
No sé si eres ave rapaz, que lloras por no tener en cuenta mi alma, que al despedirte de mí, en un suspiro inquieto, cortaste a filo de navaja lo que de tu y yo hacía en nosotros, y apareció él, para convertiros en ellos, que omitiendo mi sujeto me dejó en predicando solo.
No sé si eres lluvia, que limpie mi cara, mi miedo, mi alma. Que camines con mi impaciencia de querer llorarlo todo, para romper la cruz y quedarme quieto con tu caricia acunando, sintiendo tu mirada mientras me duermo.
No sé si serás mutable, volátil, efímera, serás la canción del olvido o la risa entre mis letras, si me dejaras herido, agonizando frases inconclusas mientras recobro aliento suficiente para saltar al retablo y armado con mi voz gritar tu nombre alejándose sin remedio. O te quedarás, con suerte, a mi vera, como aquella afirmación que Gardel suplicaba en su tonada.
María Rodés – Perfídia
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.