
Su mirada fija en las piedras del camino, era la viva expresión de la abstracción. Caminar por el bosque sin interés por el camino es sinónimo de tropezar. Es lo que le ocurrió, Kendra casi terminó en el suelo, por culpa de una rama que no mostraba consideración por la preocupación de la jovencita.
– ¿Qué te pasa, niña?
– Nada, abuela.
– Conozco tus nadas. – Dijo la anciana con voz calmada.
– Son tonterías.
– No será tanta tontería cuando te tiene así de preocupada.
– Es que hay algo que quiero hacer, que no me atrevo y no sé siquiera si está bien hacerlo.
– Comprendo, ¿Le vas a hacer daño a alguien?
– ¿Qué? No, abuela,
– ¿Vas a correr mucho peligro?
– No, no creo.
– Pues prueba.
– ¿Cómo?
– Intentándolo, si no pruebas a hacerlo, ¿cómo vas a aprender?
– Pero ni siquiera sabes de qué se trata.
– No me preocupa, confío en ti.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.