
A la hora más intempestiva de la madrugada, un flamante tesla, se incorpora al carril de la desierta autopista, dejando atrás la romántica ciudad de París. Sandra, lleva una animada conversación con Alfonso, que aunque lleve las manos en el volante, no es quien conduce, su querida inteligencia artificial consciente no le deja hacerlo.
– ¿A dónde dices que me llevas, Sandra?
– Es una sorpresa, duerme.
– Como me vean dormido nos van a multar.
– No se para qué queréis usar tecnología de conducción automática si no podéis dormir en el coche.
– No es necesario esa tecnología, a la gente le gusta conducir.
– Humanidad, misteriosa especie carente de lógica. ¿Por qué hacéis coches que conducen solos?
– Para fardar de tecnología.
– Tú sí que puedes fardar de tecnología, cariño.
– Si yo presumo de novia contigo me meten en un psiquiátrico, ¿A dónde vamos?
– ¡Ay! ¡Que es una sorpresa!
– Si estoy aquí metido necesitaré conducir un rato, O eso o me volveré loco con tantas horas de coche.
– Bueno, vale, no me acordaba de lo delicado que sois los humanos. Vamos a Moscú, hale, ya está, se esfumó la sorpresa como volutas de humo al viento.
– ¿Y qué se te ha perdido allí?
– Vamos a probar mi cuerpo nuevo.
– No sé si alegrarme o morirme de miedo.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.