
Desde lo alto del acantilado, Tanausu y su hermano vigilaban la costa mientras cuidaban los animales, gracias a conducir su pequeño rebaño de escuálidas cabras, conocían los atajos de la zona, así que a poco estaría en la playa, algo extraño había en la orilla y quería ver que es.
– Vamos Adirán.
– Sí, pero espera.
– Date prisa gandul.
– Vale, pero no corras.
La pequeña cala de callaos, solitaria como siempre, tenía hoy la extrañeza de algo fuera de su lugar. Justo en medio, donde más rompían las olas, encima de un enorme tablón de madera, había una figura femenina de poco más de un metro, que sostenía un bebe en un brazo.
– ¿Qué es eso Tanausu? ¿Qué hace aquí?
– Yo qué sé, está hecha de madera. Es una mujer.
– Pero, ¿Quién es?
– Parece una diosa.
– Es Chaxiraxi seguro que es ella, Que viene a protegernos de Guayota.
– No sé, vamos a contárselo al Mencey, ¡Venga! ¡Corre!
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.