La Melodía de las Estrellas

Sugerencia de escritura del día
¿Cuál ha sido la última actuación en directo que has visto?

Todos me decían lo genial que era, yo la había escuchado, pero no le encontraba todavía nada para justificar la fiebre que había con ella. Exótica, sí, no todos los días se podía asistir a un concierto de alguien tan especial. Así que decidí pagar la fortuna que costaba la entrada y arriesgarme.

Cuando la luz se desmayó, la oscuridad y el silencio hacían discordia en los asistentes al concierto. Mil frases al viento, cada una en un idioma distinto. El color de la piel no era un problema para la melodía que empezaba a sonar en la penumbra.

Era un coral de mil voces sagradas en solo una boca. ¿Cómo lo hacía? Sonaba a un coro de ángeles apuntados con una potente luz que dejaba ver su silueta entre las sombras del escenario. Ahí fue donde me enamoré de sus ojos azul cielo de tormenta. La que acababa de comenzar.

Ella posó su cuerpo en el suelo de la misma manera que la brisa de primavera deja caer dientes de león sobre la arena. Me miró fijamente y siguió conjurando su melodía en ese extraño idioma que curiosamente era tan comprensible para mí. Y para todos. 

Todos bailaban, al ritmo desconocido de esa diosa, con instrumentos nunca vistos que sonaban a arpegios de la lira de un querubín. Muchos cogidos de la mano, otros cerrando fuerte los ojos y dejándose llevar.

Ahí me di cuenta, la curiosa dama no movía los labios al cantar, no había instrumentación ninguna y la única fuente de luz era un mísero foco obsesionado con no dejarla escapar. Todo estaba en mi mente, en la mente de todos. La canción era un murmullo de recuerdos comunes de la gente, que extasiada, se dejaba hacer. Como en el primer beso furtivo, como la primera vez que disfrutaron del sexo y que nunca quisieron que terminara. 

Vi en su mirada la luz de otra luna, la caída intensa de dos soles en el horizonte y la grata sensación de la lluvia entre palmeras gigantes de otro planeta. Sentí que, en el final del concierto, se despedía de mí por mi nombre con la promesa en su sonido de que nos volveríamos a ver. 

Pronto.

Escuché por la calle que ella había accedido a cantar aquí, en nuestro planeta, porque necesitaba ideas nuevas, voces distintas para evolucionar sus melodías, así que el próximo espectáculo, esta vez en su mundo, serían nuestras voces las que sonarían. Muy lejos, a años luz de aquí.

Goldfrap – Utopia
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Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.