
Tras pasar una extraña noche, Nalu despertó de lo que quería creer que era un sueño. Una pesadilla abstracta digna de un relato de Lovecraft, un mundo donde Ktulu campaba por un siniestro bosque repleto de misterios. Pero seguía allí, en el poblado de tiendas de campañas fabricado por esa comuna perdida en un rincón de esta espesura forestal.
Para combatir el miedo a lo desconocido que hay mejor que un poco de tecnología, así que echó mano a su flamante móvil de última generación, que en este mismo instante se encontraba fuera de servicio.
– Sin cobertura, y con un 36% de carga.
– Ya nos lo habían dicho, aquí no hay repetidores
– Yo quiero que se termine ya esto, pienso montarles la de Dios a la agencia de viajes, que nos soluciones la vuelta, yo no sigo aquí ni un minuto más.
– ¿Y qué hacemos?
– En la carretera si había cobertura, pienso llegar allí y llamar
Nalu se levantó y salió de la improvisada habitación, su cara parecía un poema. Con la luz del sol, este pueblo parecía más extravagante, rodeado de inmensos árboles, daba la sensación de un paraje olvidado por el tiempo.
– Al menos vamos a ver que tienen de desayunar. Huele bien.
– Ni en sueños.
Tras hablar con el guía que no le puso ninguna objeción siempre y cuando le firmara un documento exculpándolo de cualquier percance. Le advirtió que había diez kilómetros de camino y que una vez llegara a la carretera no iba a encontrar nada. Había horas de camino a cualquier lugar civilizado.
La pareja echó a andar por el camino, ella con mal humor, él con la esperanza de encontrar alguna aventura interesante en el trayecto. Caminaron sin descanso, haciendo cálculos de cuánto tardarían en llegar a la entrada del bosque. Nel, optimista, pensaba que en un par de horas llegarían a un sitio con cobertura y desde allí podrían al menos conseguir un transporte, un Uber, tal vez. Y no se equivocó en algo. La cobertura llegó cuando ya se divisaba la carretera.
Nalu, móvil en mano, se dispuso a pedir auxilio telefónico.
– Me pone protocolo desconocido. Me da un error de conexión.
– El mío también, caminemos un poco más, a ver si pasa alguien.
A pie de la carretera encontraron unas extrañas marcas viales, la calzada tenía una doble línea de color azul y parecía más grande. Siguieron avanzando hasta llegar al cruce donde se desviaron al conocer que el puente tenía problemas y tomaron la dirección prevista, querían saber qué le había pasado al puente.
– ¡Joder! ¿Qué es eso?
– Eso es el puente
Ante ellos, cruzando el barranco que los separaba del otro lado, había un inmenso tubo de un material transparente que parecía estar flotando, una construcción futurista que contrastaba con el paisaje. Lo más impactante fue que dentro de esa estructura viajaba flotante, lo que parecía un camión articulado de varios remolques. Circulaba a medio metro del suelo. Según se acercaba a ellos iba pareciendo más grande. El aparato disminuyo la velocidad y paró al lado de ellos, Ahora en vez de un camión se le parecía a un tren de mercancía.
Bajo lo que parecía una ventanilla, que curiosamente estaba a nivel de ellos, y un señor con bigote y unas gafas extrañamente futuristas se asomó.
– Pero que hacéis aquí, no sabéis que este lugar es peligroso
– ¿Pero qué es ese cacharro que llevas?
– ¿Os gusta? Es el nuevo transportador de mercancía de Microsoft
– ¿Ahora Microsoft hace camiones? Ya no les vale con hacer software
– Estos tipos hacen transportes desde principios de los sesenta, desde que inventaron el propulsor iónico.
– ¿Y en qué año estamos?
– Hoy es 6 de julio de 2072. De verdad, ¿necesitáis ayuda?
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.